Música

Escuché toda la discografía de Adam Sandler y creo que necesito ayuda psicológica


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Queridos secuestradores de medio pelo y torturadores de Guantánamo, tengo para ustedes un instrumento de abuso psicológico único en su especie. No voy a ahondar mucho en el por qué me hice esto a mí misma, pero sí en el cómo. Aunque es probable que un par de horas de estar escuchando a este lastimoso comediante de la flatulencia hayan distorsionado permanentemente el funcionamiento de mi cerebro, escribí a una reseña casi legible de cada uno de los discos de estudio del Maestro Sandler. Ka-boom.

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Buen provecho.

They’re All Gonna Laugh At You!, 1993


Lo puedes escuchar aquí (pero de veras no vale la pena).

Dato deprimente: Este disco es dos veces platino. Eso quiere decir que en algún punto se vendieron más de dos millones de copias de esta basura monumental.

Este chistorete de mal gusto se grabó cuando el Sensei Sandler era un elemento valioso del elenco de Saturday Night Live (SNL). La patada auditiva en los huevos empieza con la voz del señor Sandler haciendo el papel de superintendente y diciendo marranadas en el altavoz de la escuela. Solo se escuchan muchas vulgaridades grotescas que tal vez le hubieran dado risa a un adolescente noventero de Wisconsin. Es muy difícil escucharla completa. Después de dos o tres intervenciones igual de dolorosas, llega un track que se llama “The Longest Pee”, una meada sobreactuada de casi tres minutos, seguida de una canción (con música y todo), titulada “Food Innuendo Guy”: una mala imitación de un Elvis con retraso mental que hace chascarrillos de doble sentido con comida. Un poco como “La papa sin cátsup” de la Trevi, pero en versión horrible. Después de un par de malos chistes en donde vuelve a aparecer el superintendente desagradable y otro momento musical asqueroso sobre el Día de Acción de Gracias, hay una balada cochinota con peladeces más baratas que las metáforas elevadísimas de las rolas de Tenacious D, de título “At A Medium Pace”. Si fueras un puberto anticuado fanático de los cinco puntos del monólogo de Adal Ramones, seguro te prendería mucho esta rola. Es lo peor que he escuchado hasta ahora y todavía me faltan cuatro discos que reseñar.

What the Hell Happened to Me?, 1996


Escúchalo acá si quieres llorar sangre.

Dato deprimente: También dos veces platino, este es el disco de comedia más vendido de la historia (o por lo menos lo fue entre 1991 que se empezaron a contabilizar en SoundScan, y hasta 2011, la última vez que se actualizó su página de Wikipedia).

Este segundo intento involuntario de manual auditivo para suicidarse tiene uno de los trabajos más conocidos de este genio de la comedia mediocre titulado “The Chanukah Song”, un listado de celebridades que celebran Janucá en lugar de Navidad como tú y como yo. Gracias, Adam. Durante la promoción del disco, el señor Sandler salió de gira durante 21 días con una banda de apoyo para llenar foros (bastante grandes) de gente con dudosas facultades mentales. Aquí puedes ver un video de Sandler tocando esta rola de dos acordes en Chicago, como estudiante de enfermería sobrio en karaoke, frente a muchas más personas de lo que esperabas. El disco es insoportable. Es tan doloroso como un maratón de todas las películas del Doctor Sandler mientras te depilan cada vello de la nariz con un hilo. No puedes evitar que se te escapen unas lágrimas impotentes. Hay varios tracks con un personaje malísimo de nombre “The Excited Southerner”, antecedente de lo que más tarde sería su personaje en El Aguador. No sé qué decir al respecto. Necesito un descanso. Ya me deprimí.

What’s your name?, 1997


Escúchalo aquí si no tienes respeto propio.

Dato deprimente: Este es el tercer y último disco de Adam Sandler cuyo título es una interrogante, pero no es el último de su discografía.

Desgraciadamente para mí, pero sobre todo para el legado cultural del ser humano de fines del siglo XX, este álbum es una sucesión de 14 composiciones enteramente musicales del señor Sandler. Para probar su virtuosismo, o para desparramar su diarrea de pésimo gusto por todos lados, el tipo hizo una rola de cada género y casi siempre ladra como un Bruce Springsteen con gonorrea en la laringe. No me sorprendería escuchar algún corte soso de este infierno en algún antro patrocinado por Jack Daniel en Iowa.

Un pobre diablo de nombre James P. Wisdom, que reseñó discos en Pitchfork desde 1996 hasta 2004, publicó una crítica que dice: “Está bien, What’s your name? es el típico Sandler que amamos, pero ninguna de estas canciones se compara con sus últimos dos discos”. Tal cual. Les pongo la reseña aquí porque Pitchfork borró el perfil de nuestro amigo Wisdom de su página (le pueden ver la cara de Experto en Música en Linked In), pero si tienen el alma lo suficientemente podrida, pueden encontrar algunas de sus obras maestras por acá.

Stan and Judy’s kid, 1999


Viva el Internet.

Dato deprimente: Estuvo nominado a un Grammy en el 2000 como Mejor disco de comedia.

El disco abre con el maestro Sandler haciéndola de bebé. Luego viene un personaje recurrente en este disco, el Cool Guy, que siempre está a punto de coger y la chica lo manda al diablo por el nombre de su pito, o algo así. Es muy probable que para este momento ya no haya nadie leyendo esto, pero si siguen aquí, por favor, vayan con un especialista. En adelante hay canciones en vivo de cuánto le mide el aparato, otra versión de “The Chanukah Song”, más hazañas chistosísimas del Cool Guy… ya saben, el típico Sandler que amamos, pero ninguna de estas canciones se compara con sus últimos tres discos. No le deseo esto a nadie.

Shhhh, Dont’ Tell (U.S. PA Version), 2004


Ignora este link.

Dato deprimente: Contiene un homenaje al padre de Adam Sandler, el señor Stanley.

Llegamos al punto culminante de este malviaje monumental. No me dejen. Estamos juntos en esto. Este último producto del capitalismo salvaje y la comedia mediocre se publicó bajo el sello Warner Bros Records. Por un momento pensé que volví a escuchar el primer disco desde el principio, pero me equivoqué, es una colección corregida y aumentada de chistes nuevos con el humor de siempre. Está buenísimo. ¡Cómprenlo! Háganlo pedacitos, pónganlo en un plato hondo, metan la cara hasta el fondo, inhálenlo por la nariz, piensen en Rob Schneider vestido de mujer, metan la mezcla a la licuadora y después esperen a que su cráneo se convierta en astillas y se disuelva completamente.


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¿Podrían pasarme el teléfono de un psiquiatra y firmar esta petición en Change.org para que Spotify baje esta arma psicológica de su base de datos? Gracias.

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