Después de los tiroteos en un templo sij en Wisconsin hace un par de meses y del supuesto complot para asesinar al presidente Obama que se puso al descubierto en Ludowici, Georgia, el mundo es ahora libre para inquietarse de nuevo ante la posibilidad de que el ejército estadounidense sea campo de cultivo de terroristas racistas bien armados. Un grupo que sabe más que la mayoría sobre el tema es el Southern Poverty Law Center, que, entre otros grandes trabajos a lo largo de los años, en 2009 ejerció suficiente presión sobre el Pentágono como para que cambiaran las leyes de reclutamiento. Desde entonces, miembros del Klan y bichos semejantes ya no son bienvenidos en el ejército. Una norma sensata.
Llamamos a Mark Potok, del SPLC, para que nos hablara de su prolongada batalla contra el extremismo en el estamento militar, y de paso averiguar si las más recientes noticias que llegan de EE.UU significan que tenemos que empezar a cagarnos en los pantalones.
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VICE: Últimamente nos ha llegado un flujo de historias sobre extremistas en el ejército norteamericano. ¿Usted cree que se ha dado un aumento del extremismo?
Mark Potok: No. El extremismo en el ejército es un problema habitual y viene de antiguo. En 1986, miembros activos del Klan prestaban servicio en la Marina cerca de Fort Bragg, California. Formaban parte de una especie de milicia llamada The White Patriot Party. Informamos de eso al Pentágono y, como resultado, se endureció la regulación acerca de las ideas y conductas extremistas en el seno militar.
Años después, en 1996, un hombre negro y una mujer iban caminando por la calle en Fayetteville, justo delante de Fort Bragg, y fueron asesinados por neonazis activos del interior de la base. El Secretario de Defensa volvió a endurecer las normas. Decían que la suya iba a ser una política de “tolerancia cero” con el extremismo, pero no lo fue. Hay mandos que creen que, aunque pertenezcas al Klan o a una organización neonazi, no hay motivo de expulsión mientras no asistas a sus reuniones, participes en reclutamientos, quemes cruces y cosas así.
¿Y qué hay de tiempos más recientes? ¿Han mejorado las cosas?
En 2006 publicamos en nuestra revista, Intelligence Report, una largo artículo denunciando que había “miles” de extremistas de ultraderecha en el ejército. Citamos unas palabras de un investigador del departamento de defensa: “En Bagdad pueden verse pintadas de la Nación Aria”.
Que obviamente no han hecho los iraquíes.
No. En esos años, los reclutadores no estaban llegando a sus cupos, de modo que expidieron un buen número de “permisos morales”. Se permitió el alistamiento a gente con tatuajes extremistas a condición de que los mantuvieran ocultos bajos sus uniformes.
¿Qué efecto tuvo ese artículo en el ejército?
Fuimos al Pentágono en varias ocasiones y les suministramos información sobre soldados en concreto, dando nombres y apellidos. Los encontramos en un grupo nazi en Facebook llamado New Saxon, donde supremacistas blancos en activo dejaban sus mensajes. El Pentágono nos respondió por carta que no había ningún problema.
Lo que hicimos fue presentar el dossier al Departamento de Seguridad Nacional y a Stars & Stripes [un medio de comunicación independiente en torno a las Fuerzas Armadas de los EE.UU]. Estos escribieron un largo artículo al respecto y lo pusieron como tema de portada. Creo que al Pentágono le resultó tan embarazoso que, si bien tarde, a finales de 2009, y de forma un poco lenta, volvieron a endurecer los requisitos de admisión. Ahora, publicar cierta clase de cosas en un grupo de Facebook es motivo suficiente para que te expulsen del ejército, como también lo es la pertenencia a un grupo de extrema derecha.
Así que las cosas han mejorado.
Sí. Pero, si te soy sincero, no hemos intentado recientemente evaluar si el número de extremistas en el ejército sigue siendo alto. Si me preguntas: “¿En la actualidad hay ultras en el ejército?”, entonces te diría que, obviamente, sí, los hay. Y hay gente que desarrolla sus puntos de vista ya dentro del ejército, como sucedió como Timothy McVeigh, el terrorista de Oklahoma.
¿Cuál es su opinión del complot de Georgia y titulares como “Facción armada del ejército USA trama un plan para asesinar a Obama”?
Es difícil asegurar si es un complot de ultraderecha o de la extrema izquierda, e incluso si hay motivaciones políticas detrás. El líder de esa facción da la impresión de ser un loco de atar. ¿De verdad iban, según se ha dicho, a envenenar la cosecha de manzanas del estado de Washington y a volar una fuente por los aires? Cuesta imaginar que un grupo político, de la orientación que sea, pueda beneficiarse con ataques así. Uno se sentiría inclinado a tomarse ese complot como fruto de las alucinaciones de un mal viaje de LSD si no fuera porque hay dos personas muertas y porque el grupo se gastó 87.000 dólares en armas y componentes para fabricar bombas.
Así las cosas, ¿es el ejército algo positivo o negativo en la vida americana?
El ejército ha llegado a ser una fuerza cohesiva en la vida americana. Está fuera de duda que el mayor índice de matrimonios interraciales en Estados Unidos se da dentro de las Fuerzas Armadas.
Siete u ocho años atrás se hablaba mucho entre los grupos de radicales de ultraderecha de ingresar en el ejército para recibir ciertos tipos de entrenamiento. Un líder neonazi animaba a la gente a alistarse en infantería para que aprendieran lo necesario de cara a una futura guerra racial. En cinco o seis años no hemos tenido noticia de nada parecido. El movimiento supremacista blanco, aunque es mayor que hace unos años, está bastante desorganizado.
¿Quieres más neonazis y así acabar de potar?