Esta mujer hace prótesis de meñiques para ex miembros de la Yakuza

Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard, nuestra plataforma de ciencia y tecnología.

Cuando Mike vio en el periódico un anuncio de una clínica que realizaba prótesis de dedos en los años 90, pensó que era una estafa. A pesar de ello, este ex miembro de la Yakuza, la mafia japonesa, hizo una reservación inmediatamente. Durante casi una década, un mutilado meñique de la mano izquierda había delatado su antigua lealtad al mundo criminal, lo cual le impedía llevar una vida normal.

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Un pequeño dedo falso le sonaba un poco descabellado, pero valía la pena intentarlo. Así podría disimular su pasado y eso le permitiría evitar que los prejuicios de la sociedad japonesa sobre un ex miembro de la Yakuza en busca de redención cayeran sobre él como una nueva condena.

“No estaba seguro de si iba a funcionar”, dice Mike, “pero tenía muchas ganas de conocer gente sin preocuparme por lo que pudieran pensar sobre mi pasado”.

“El Yubitsume” —literalmente acortamiento de dedo— es un ritual de auto-amputación llevado a cabo por miembros de la mafia Yakuza y que, a veces, también se utiliza para reparar errores cometidos en su actividad criminal. La práctica se remonta al siglo 18, cuando los corredores de apuestas conocidos como bakuto aceptaban que un deudor se cortara el dedo con el fin de resolver una deuda de juego. El dedo meñique de la mano izquierda era el elegido para la remoción, ya que ello dificultaba el agarre de la espada (katana), debilitándolo como oponente.

En el siglo 20, las organizaciones Yakuza adoptaron esta práctica. Cuando los miembros de menor rango rompen el estricto código de honor y esto es considerado punible por un Yakuza de rango superior, se corta su dedo meñique de la mano la izquierda con un cuchillo, justo por encima de la articulación superior. En 1993, una encuesta del gobierno divulgó que el 45 por ciento de los miembros de la yakuza se habían cortado su dedo, y al menos un 15 por ciento habían pasado por la experiencia dos veces.

La pieza amputada se entrega generalmente al oyabun (jefe) de su organización envuelto en una tela, como un signo de arrepentimiento. Si las infracciones se acumulan, la Yakuza continuará con la práctica en los siguientes dedos de la mano izquierda, moviéndose gradualmente hacia el dedo meñique de la mano derecha. Otros delitos pueden ser penados con la muerte.

En los últimos años, una rigurosa represión sobre estas bandas de delincuentes organizados que se dedican a la usura, el tráfico de drogas y la industria del sexo, ha provocado una constante disminución en la práctica de yubitsume. Pero quienes ya han perdido sus meñiques quedan asociados de forma permanente con la vida criminal, y en un país donde los estigmas relativos a la criminalidad están profundamente arraigados, algo tan sutil como un dedo falso desmontable podría, en cierto modo, contribuir a la reinserción social de ex yakuza.

Aunque esto no siempre significa que los ex yakuza se retiren de forma permanente de la vida del crimen.

Mike visita el consultorio de Fukushima para obtener su meñique falso el pasado mes de diciembre. Imagen por Emiko Jozuka

“Mike”, quien pidió no utilizar su verdadero nombre, no sabía qué esperar cuando llegó a la clínica. Imaginó que podría satisfacerse con la formalidad y la burocracia asfixiante que él había experimentado cada vez que iba a ordenar sus papeles en la oficina municipal de la ciudad de Osaka. En cambio, apenas llegó escuchó una dulce voz a través del edificio, y se sorprendió cuando una mujer joven de unos 20 años apareció para darle la bienvenida.

La mujer era Yukako Fukushima, una fabricante de prótesis, que, aparte de hacer prótesis regularmente, lleva más de una década haciendo cientos de meñiques falsos para ex miembros de la yakuza que desean abandonar la vida del crimen y quieren encontrar un trabajo normal. Un dedo realizado por Fukushima cuesta unos 180,000 yenes (unos 1,500 dólares), pero ella ofrece descuentos a los ex yakuza que se encuentran en situaciones financieras difíciles.

Fukushima, de unos 30 años, es una mujer menuda con una sonrisa generosa y una risa contagiosa. Nació en Osaka, una prefectura en el sur de Japón. El área es el hogar de la yakuza yamaguchi-gumi, la organización más grande del país. Hace veinte años, en el apogeo del boom económico japonés, esta era la yakuza más activa del país. Las disputas cerca de su primera clínica en la ciudad de Tezukayama, cuenta Fukushima, eran comunes —ahora es una zona residencial de clase alta—; fue allí precisamente donde comenzó su carrera como fabricante de prótesis.

“Una vez lanzaron explosivos en casa de alguien cerca de donde yo vivía”, dijo Fukushima.

Interesada en el arte y la escultura cuando era adolescente, Fukushima se describe como una protésica autodidacta. Descubrió la profesión por casualidad un día de verano, cuando vio a un hombre que se cubría con una gran bufanda en una clínica donde estaba haciendo sus prácticas.

“Yo era joven y le pregunté por qué estaba tapándose si hacía tanto calor”, recuerda Fukushima. El hombre le reveló que unas graves quemaduras le habían dejado cicatrices en todo su cuerpo y en la cara y que también habían perdido las orejas. Fukushima decidió ayudarlo dándole un par de prótesis hechas a mano con las que el hombre pudiera tapar sus oídos y una máscara que cubría la parte inferior de su cara.

El talento de Fukushima comenzó a circular de boca en boca, y pronto se encontró fabricando piezas protésicas para gente necesitada, incluyendo a ex miembros de la yakuza. Ella se basó en los libros, y estudió cosmetología para poder hacer sus prótesis lo más realistas posible.

“Comencé a aprender a hacer prótesis cuando tenía 21. Todavía no teníamos internet en ese entonces por lo que era difícil tener acceso a información sobre prótesis. Creo que mis clientes fueron mis maestros”, afirma Fukushima, quien no pensaba en proporcionar meñiques para ex miembros de la yakuza a comienzos de la década del 90, a pesar del estigma que les rodea.

Cuando Fukushima comenzó a hacer prótesis, no esperaba que los ex miembros de la yakuza se convirtieran en su clientela más numerosa. Ella fue una de las primeras en ofrecer este servicio y se inició en la profesión cuando ésta aún era un territorio de hombres.

“Simplemente actúo y respondo a mi impulsos cuando siento que la gente necesita ayuda”, resume esta joven experta.

Los miembros de la yakuza a menudo se ven obligados a auto-amputarse sus dedos. Imagen por Emiko Jozuka.

Conocí a Mike más de una década después de su primer encuentro con Fukushima. Para aquel entonces este hombre de presencia intimidante, se encontraba en la fábrica de prótesis Kobo Arte Kawamura Gishi, su lugar de trabajo, sentado delante de una humeante taza de café.

La clínica, plagada de falsas reproducciones de diversas zonas del cuerpo, está escondida en una pequeña calle lateral cerca de un vibrante mercado interior, en la ciudad de Osaka.

“Al principio, estaba preocupado porque pensaba que me estaba estafando”, explica Mike en relación a Fukushima. No era el único, otros clientes yakuza de esta joven experta en prótesis pensaban que ella estaba metida en un negocio turbio y que ellos iban a ser las víctimas de una estafa.

“En aquel entonces no había muchas mujeres en esta profesión, y supongo que no esperábamos ser tratados por una”, opina Fukushima, riendo de buena gana. “Para mi eso fue un problema. Yo siempre digo lo que pienso”.

Desde que Fukushima le consiguió su primera prótesis de meñique, a sus 32 años, Mike ha visitado su consultorio en cada una de las tres cínicas donde la joven ha trabajado hasta ahora. Cada diciembre, pasa para un chequeo.

Mike tenía apenas 20 cuando se unió a la yakuza. Impresionado por su imagen y reputación, sabía poco acerca de la realidad de la vida de las bandas. Pero al cabo de tres años, ya sabía que quería salir, por lo que buscó una segunda oportunidad lejos del mundo del crimen organizado. Sin embargo, la amputación de su dedo meñique era una marca imborrable que le impedía seguir adelante.

Por lo general, los miembros de la yakuza se auto-amputan sus dedos meñiques, pero a veces piden ayuda. Mike se negó a comentar las circunstancias que dieron lugar al acto, pero me dijo que nadie le ordenó cortarse el dedo meñique; él sintió una tácita presión para hacerlo.

“No me dolió”, asegura. “Probablemente por la adrenalina”.

Yukako Fukushima prueba prótesis de meñique en Mike durante un chequeo. Imagen por Emiko Jozuka.

Mike desea reconstruir su vida.

“Yo quería trabajar y tener una vida normal, pero sabía que iba que no podría hacerlo si no tenía el dedo meñique”.

No había, sin embargo, ninguna vía de salida para aquellos que, habiendo practicado el Yubitsume, querían abandonar la vida criminal. No pudo encontrar trabajo y se unió a una organización japonesa de derechas donde, gritando consignas radicales, trataba de captar nuevos adeptos de ideología extremista.

Bajo la tenue luz de la consulta de Fukushima, solamente un atento observador podría advertir que el meñique de Mike es falso. Las prótesis de Fukushima se adaptan al tono de piel de sus propietarios.

Todos los clientes de Fukushima pasan primero por su consulta para hablar de su problema y del tratamiento que esperan y pueden recibir, después, en un segundo encuentro, ya se empieza a moldear la prótesis y se identifican los tonos del color de la piel que adoptará el falso meñique.

Fukushima no da a conocer el material que utiliza, pero dice que utiliza el rojo, el azul y el amarillo para reproducir más de 1,000 tonos de piel diferentes, y que superpone diversas capas de modo que aunque la primera pierda el color resulta imperceptible, pues la segunda capa reproduce exactamente los mismos tonos. Los dedos están listos en unos dos meses y en la lista de espera de Fukushima no hay margen para los sobornos.

Mike tiene dos juegos de dedos falsos: un tono más claro para el invierno, y otro tono bronceado durante el verano.

A pesar de los graves prejuicios sociales que existen en contra de la yakuza, Fukushima no tuvo reparos en realizarles el tratamiento. Sin embargo, al principio, se encontró con algunos problemas inesperados.

“Existe la percepción de que los miembros de la yakuza son ricos. Yo misma pensaba que amasaban grandes sumas de dinero”, reconoce Fukushima. “Pero me encontré con clientes que no pagaban o simplemente desaparecían después de obtener su tratamiento. Estaba tan molesta que les preguntaba directamente”¿Por qué diablos no me estás pagando? ya que yo no nunca los traté de forma diferente que a mis otros pacientes”.

Los clientes ex yakuza de Fukushima se quedaban sin blanca al abandonar la organización y ni siquiera podían pagar por la prótesis porque les era imposible encontrar trabajo antes de someterse a este tratamiento.

“En aquel momento, mucha gente no sabía que era relativamente usual que un ex Yakuza que había dejado el sindicato del crimen no tuviera casa y que tras su huida fuera perseguido por otros miembros de la banda. Estas circunstancias dificultaban mucho sus posibilidades de empezar una nueva vida”, opina Fukushima, quien explica que la mayoría de los empleadores preferían evitar el riesgo asociado a contratar a un ex Yakuza.

A principios de 1990, cuando Fukushima comenzó a hacer sus primeros dedos falsos para un ex Yakuza, los desertores del crimen que deseaban empezar de cero no contaban con ningún tipo de apoyo o ayuda social. No sólo eso sino que la falta de comprensión respecto de este fenómeno era tan grande que las fuerzas policiales locales investigaron a Fukushima por connivencia con las organizaciones criminales. Las cosas mejoraron para ella cuando la Ley anti Boryokudan entró en vigor en marzo de 1992, y la policía de Osaka creó un Consejo de apoyo para un ex Yakuza (shien ridatsu) en diciembre de 1992.

Hay una diferencia, dice Fukushima, entre la respuesta pública hacia las personas que se han infligido intencionalmente daño a sí mismos, y la que reciben quienes han sufrido una lesión debido a circunstancias que están fuera de su control.

“Si has perdido un dedo en un accidente, la sociedad sentiría simpatía por ti. Pero si te has cortado tu propio dedo, es tu decisión, y nadie se compadecerá. Los ex yakuza que vienen a mi clínica desean una prótesis de meñique para engañar a los demás, mientras que las personas que perdieron sus dedos en un accidente usan prótesis para sí mismos”, afirma Fukushima. “Esa es la verdadera diferencia”.

Los dedos protésicos permiten a los ex miembros de la yakuza tener una vida social normalizada. Imagen por Emiko Jozuka.

Fukushima reconoce que las prótesis de dedos no garantizan que sus propietarios se alejen de la vida criminal, ni que tengan mejores oportunidades, pero contribuyen, explica, a crear las condiciones necesarias para que un ex yakuza pueda reconstruir su vida. Fukushima permite a sus clientes que formalicen el pago en cuotas mensuales tras haber conseguido trabajo para hacer frente a la factura.

En 2014, Fukushima recibió el Premio Desafío para la Mujer de la oficina de la igualdad de género del gobierno japonés por su empuje empresarial y sus continuos esfuerzos en el ámbito de la rehabilitación y reintegración social de ex miembros de la yakuza. Desde que recibió el premio, no sólo su familia, sino también la opinión pública se ha puesto de su lado.

“Mis padres, amigos, e incluso el tipo con el que estaba saliendo, todos lloraban por mí. Se suponía que me iba a casar con él, pero no pudo soportar mi trabajo y nos separamos”, cuenta Fukushima, que ahora está felizmente casada y tiene un hijo. “Ahora mi entorno comprende lo que hago”.

No siempre ha sido fácil. A lo largo de su carrera, Fukushima ha recibido amenazadas de los yakuza. Pero ella siempre se ha mantenido firme.

Durante todos estos años, Fukushima ha celebrado los éxitos de los que han conseguido alejarse de los yakuza, de la misma manera que ha lamentado aquellos casos que no han tenido un final feliz.

“Hubo un hombre que vino a verme porque se quería casar. Quería esconder su pasado a los padres de su novia”, cuenta Fukushima. “Recibí una llamada unos pocos meses más tarde: su compromiso se anuló e incluso los padres de su novia la obligaron a practicarse un aborto”.

Con la ayuda de Mike y una red de otros ex Yakuza, Fukushima ha creado un grupo de apoyo para quienes han abandonado la organización recientemente cuenten con asesoramiento y oportunidades laborales.

Mike tiene un dedo protésico para el invierno y otra bronceado para el verano. Imagen por Emiko Jozuka.

Sin embargo, dejar la vida del crimen no es posible para todos. Algunos tienen recaídas. Fukushima recibe cartas desde la prisión de ex clientes que se disculpan por sus fechorías.

“Es difícil conseguir que todos los casos acaben bien, pero se puede ayudar, aunque sea a una sola persona para que pueda tener una familia y ser feliz de otra manera”, expresa con satisfacción Fukushima.

“Si de diez dedos que hago, uno solo de ellos ayuda a su propietario a reconstruir su vida, merece la pena continuar”.

En la pequeña sala de consulta, Mike se coloca su dedo meñique nuevamente.

“Me siento emocionalmente más libre cuando estoy usando esta prótesis”, sentencia. “La llevo todo el tiempo”.

Mike está tan apegado a sus pequeño dedo falso que, a menudo, se olvida de quitárselo. Aun conserva, como recuerdo, el primer meñique falso que le hizo Fukushima.

“Todavía tengo ese dedo”, revela Mike con una sonrisa aunque reconoce que “está en muy mal estado”.