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Esta pancarta de fútbol ayudó a acabar con la Superliga

Black banner with white letters stretched across the Curva Nord of the Stade Olympique de Radès in Tunis. Bottom: another large banner with drawings.

Artículo publicado originalmente por VICE en francés.

El 18 de abril de 2021, el mundo del fútbol europeo se vio sacudido por uno de los anuncios más salvajes de su historia: 12 de los clubes más grandes de Europa iban a separarse del organismo rector del fútbol europeo, la UEFA, y unirse a su propia liga. Esta nueva Superliga estaba destinada a ser una competencia exclusiva para invitados selectos, donde jugarían unos contra otros y acumularían millones en ofertas publicitarias y derechos de transmisión, sin tener que compartir las ganancias, salvo con los propios miembros. Pero esta versión del proyecto duró poco: los fans protestaron en masa contra la iniciativa y, en 48 horas, la mitad de los equipos fundadores habían renunciado.

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Con estadios costosos que mantener y una larga lista de multimillonarios en sus nóminas, muchos de los principales clubes de fútbol de Europa están endeudados y sus propietarios luchan por encontrar nuevas fuentes de ingresos. En 2020, la mayoría de estos clubes se vieron afectados por la pandemia, incapaces de sacar provecho de la asistencia del público a los estadios. Según los analistas, es el motivo de que la idea de una Superliga, que ha estado flotando desde finales de los años 60, esté cobrando relevancia ahora.

Mientras la controversia se desataba en internet, una imagen se convirtió en el símbolo de la indignación de los fans: una pancarta desplegada en un estadio que decía “CREADO POR LOS POBRES, ROBADO POR LOS RICOS”. El mensaje representa un resumen conciso de la historia del fútbol, cuya estructura moderna proviene de la clase trabajadora industrial de la Gran Bretaña del siglo XIX. Más tarde, el deporte fue adoptado por lujosas escuelas privadas y universidades y, eventualmente, los distintos clubes desarrollaron un conjunto de reglas comunes para jugar juntos. El fútbol ganó popularidad tanto a nivel nacional como internacional, convirtiéndose en el deporte más seguido del mundo a finales del siglo XX. Con una gran audiencia llegaron grandes inversiones, especialmente a partir de la década de 1990.

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Firas Kéfi, un periodista tunecino, me dijo por teléfono que la pancarta original fue creada por seguidores del Club Africain, un club de fútbol tunecino que en enero de 2017 jugó un partido amistoso contra el Paris Saint-Germain (PSG), que a pesar de jugar en París, sus dueños son qataríes. El PSG representa de alguna manera el tropo de “mendigo a millonario” que han experimentado muchos clubes de fútbol en toda Europa en los últimos años: después de no obtener una clasificación demasiado buena en la liga nacional francesa durante la década de 2000, se disparó a la cima gracias a las grandes inversiones extranjeras a partir de 2011.

El partido en sí no habría sido posible sin una conexión comercial. “Solo sucedió gracias al denominador común de los clubes: Ooredoo, el primer operador de telefonía móvil de Qatar, que es de propiedad estatal”, dijo Kéfi. “La compañía patrocina tanto al PSG como al Club Africain desde 2012, cuando establecieron un contrato gigantesco”.

Fethi Belaid, un fotoperiodista tunecino y colaborador de AFP, estaba allí ese día. “Para ser honesto, había olvidado haber tomado esa foto”, me dijo por teléfono. Durante años, Belaid ha estado tomando fotos de los tres clubes principales de Túnez: el Club Africain, el Espérance Sportive de Tunis y el Étoile Sportive du Sahel. Pero la mayor parte de su trabajo se centra en los acontecimientos políticos de Túnez, desde las protestas de 2011 que llevaron a la caída del expresidente Ben Ali y desencadenaron la Primavera Árabe, hasta los enfrentamientos recientes de enero de 2021 entre la policía y los manifestantes contra la crisis económica del país.

“Trabajar en un partido de fútbol parece mucho más fácil, pero tienes que poder ver el contexto que lo rodea”, dijo Belaid. Aunque no está particularmente orgulloso de la foto en sí, dijo que la imagen de la pancarta que tomó en 2017 representa “el panorama de la relación entre los fans del Club Africain y la administración del equipo en ese momento”.

Club Africain nació en 1919 bajo el dominio colonial francés. Preocupados de que el club pudiera servir como terreno fértil para el sentimiento anticolonialista, los franceses no reconocieron su existencia hasta 1920, que se convirtió en su año de fundación oficial. Históricamente, el Club Africain ha contado con el apoyo de la clase trabajadora tunecina. Ganó su primer título de campeonato nacional en 1947 y obtuvo muchos trofeos nacionales e internacionales durante su época dorada, desde la década de 1960 hasta la de 1980. Desde entonces ha caído en tiempos difíciles, solo ganando títulos de manera esporádica.

Entre 2010 y 2012, el equipo entró en un período de crisis donde hubo varios directores técnicos distintos. Mientras tanto, nuevos actores políticos estaban emergiendo de las cenizas de la revolución de 2011, tratando de sacar provecho del vacío. “Nadie conocía a Slim Riahi en Túnez cuando se convirtió en el presidente del club”, dijo Kéfi. “Solo sabíamos que había hecho su fortuna en el sector petrolero libio antes de la caída de Ghaddafi”. Riahi nació en Túnez en la década de 1970 pero creció en Libia. Regresó al país en 2011 con aspiraciones electorales y fundó la Unión Patriótica Libre, un partido neoliberal antiislamista.

“Trajo a uno de los mejores jugadores argelinos de la época, Abdelmoumene Djabou, por una cantidad de dinero récord”, dijo Kéfi. Esta estrategia fue un tanto exagerada para el Club Africain, que suele extraer su talento de un grupo de jugadores formado dentro de sus filas, pero obtuvo algunos buenos resultados. Incentivado por esta nueva popularidad, Rihai logró que 16 representantes de su partido fueran elegidos en las elecciones parlamentarias de Túnez en 2014.

Kéfi, que también estuvo allí el día del partido, dijo que el mensaje de la pancarta estaba dirigido tanto a Riahi como al presidente del PSG, Nasser al-Khelaïfi. “La Curva Nord [el área del estadio en la que fue desplegada la pancarta] está reservada para algunos clubes de fans diferentes: los Ganadores, los Líderes, los Evasores y los Vándalos”, dijo Kéfi. “Aunque no son políticos, los Vándalos se han vuelto profundamente hostiles hacia los intereses económicos en el fútbol moderno. Este tipo de partido se convirtió en el escenario perfecto para compartir sus ideas”.

Sheva, un aficionado del Club Africain que es muy activo en Twitter, estuvo de acuerdo. “Para nosotros, fue una buena oportunidad para alzar la voz de que este deporte se trata del entusiasmo, la pasión, la competencia y el suspenso, no del dinero”, dijo. Según Belaid, la pancarta también criticó la interferencia política en el deporte. Durante la revolución, los hooligans tunecinos se convirtieron en una parte clave de la resistencia, a menudo luchando contra la represión policial en las calles y soportando la peor parte de la ofensiva. “El Club Africain pagó un alto precio por eso”, dijo Belaid.

Para 2017, Riahi había estado implicado en algunos escándalos. Meses después del partido, sus activos fueron congelados por sospecha de lavado de dinero. En el verano de 2017, Riahi abandonó el Club Africain y se autoimpuso un exilio en los Emiratos Árabes Unidos, dejando tras de sí un rastro de deudas financieras. El club solo sobrevivió gracias a la generosidad de su afición que recaudó entre 2,5 y 3 millones de euros para salvarlo. “Una suma increíble dados los estándares socioeconómicos de Túnez”, señaló Kéfi.

A pesar de esta hazaña solidaria, Belaid no es optimista sobre el futuro de su club, ni el de su país. “El pueblo tunecino inició la revolución porque era pobre. Diez años después, todavía lo es”, dijo. “La situación del Club Africain refleja la del país. Simplemente parece que no podemos salir adelante”.