Estas mujeres acompañan abortos en lugares donde aún está penalizado

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En México sólo cuatro Estados cuentan con una ley de plazos que permite la interrupción legal del embarazo. La Ciudad de México fue la primera entidad en legislar este derecho en 2007, donde la interrupción se permite solamente dentro de las primeras 12 semanas de gestación. Asimismo, Oaxaca opera bajo esta ley desde 2019 y más recientemente se sumaron Veracruz e Hidalgo con la interrupción legal del embarazo en 2021.

Aunque pareciera que el derecho a decidir avanza en México, el proceso legislativo para que la interrupción legal del embarazo (ILE) alcance unanimidad en todos sus Estados es lento, plagado de obstáculos y penalizaciones. Recientemente la Suprema Corte de Justicia de la Nación sentó jurisprudencia en todas las entidades al declarar inconstitucionales los artículos del Código Penal del Estado de Coahuila que castigan la interrupción del embarazo.

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En el resto de los Estados, sólo se permite la interrupción legal del embarazo en caso de violación y en algunas entidades bajo la declaratoria de riesgo de vida o salud para quien gesta, o en caso de existir malformaciones en el producto. Sin embargo, el proceso al que se somete una mujer que decide interrumpir su embarazo puede llegar a ser violento, castigado y lleno de obstáculos.

Ante este panorama, miles de mujeres optan por el aborto en casa, que se practica de forma segura a partir de la administración de medicamentos de venta libre como el Misoprostol o de venta controlada como la Mifepristona. Este método conocido como aborto médico es avalado por la Organización Mundial de la Salud y cuenta con un manual público de libre circulación.

En México existen redes de apoyo para quienes deciden practicar un aborto médico como un ejercicio de autonomía o por ser una de las opciones más accesibles para quienes se encuentran en situaciones vulnerables, como pueden ser vivir en estados donde la interrupción es penalizada, encontrarse en entornos de violencia o no poder costear una intervención quirúrgica.

Las acompañantes comparten manuales médicos para el uso correcto de los medicamentos, brindan asesoramiento sobre el proceso, ofrecen compañía física o virtual y, además, son sostén emocional para quienes atraviesan por el proceso. Muchas de ellas forman parte de Organizaciones de la Sociedad Civil, redes que se alimentan de redes más grandes respaldadas por conocimientos científicos y legales, o bien, lo hacen de manera autogestiva. La labor de acompañar no está mediada por intereses económicos sino más bien sororos.

Mafer es parte de la red Necesito abortar en Nuevo León, durante aproximadamente tres años ha acompañado un promedio de cuatro casos por día y ha atendido casos en todo el país. Incluso a la red a la que pertenece han llegado mujeres desde España, Latinoamérica y Estados Unidos para pedir asesoría.

En Monterrey el aborto sólo es permitido en caso de que: “la mujer embarazada corra peligro de muerte o de grave daño a su salud […]. Tampoco será sancionado el aborto cuando el producto sea consecuencia de una violación”, según el artículo 133 del Código Penal para el Estado de Nuevo León.

Después de un año de haber pasado por un acompañamiento, Mafer decidió unirse a la red que la apoyó cuando atravesó por su interrupción. A partir de este suceso, Mafer acompaña regularmente a mujeres que deciden interrumpir sus embarazos para brindar a otras una experiencia segura y contenida como la que vivió ella.

“Yo no tenía ni idea… sabía cómo se hacía más o menos, […] siento que ahora hay mucha más información, ya por lo menos el procedimiento con Misoprostol se conoce muchísimo más que hace 5 o 6 años, y pues sí, para mí hizo una diferencia que hubiera alguien que me dijera cómo hacerlo y que además estuviera al pendiente de mí todo el tiempo”.

Mafer y su red, que se conforma de aproximadamente 20 mujeres, han tomado capacitaciones guiadas de colectivas más grandes y con larga trayectoria como Las libres, Organización Civil de Guanajuato que se mantiene activa desde el año 2000 en pro de los derechos humanos de las mujeres. Su protocolo comienza cuando una solicitante las contacta.

“[…] No cuestionar la identidad, eso es muy importante para nosotras […] intentamos que, pues, se sientan en confianza para que nos puedan contar (lo que les pasa). A partir de ahí, lo primero que pregunto es si ya se hicieron un ultrasonido, si ya saben cuántas semanas tienen. Por lo general, bueno, en muchos casos llegan las primeras semanas”.

“Lo primordial es confirmar el embarazo y que se hagan un ultrasonido […] sí hay casos en donde, por la situación económica o alguna situación de violencia o sean menores de edad, […] pasan cosas por las que no pueden realizarse un ultrasonido, entonces tampoco es un requisito indispensable”.

“Nosotras tenemos unas imágenes donde se explica el procedimiento paso a paso. […] Acompañamos con Misoprostol y Mifepristona. Tratamos de tener un banco de medicamentos. Sí se puede conseguir acá (Misoprostol); son contadas las farmacias en las que todavía se puede, y conforme han pasado los años se ha puesto cada vez más difícil”.

Cuando las mujeres que deciden interrumpir el embarazo no pueden conseguir el medicamento, las redes de acompañamiento lo pueden brindar y, aunque es un medicamento de venta libre, resulta a veces una odisea que las pastillas lleguen a manos de quienes lo necesitan.

Las acompañantes coinciden que desde que la OMS publicó el Manual de práctica clínica para un aborto seguro, en 2014, más mujeres han confiado y, sobre todo, adquirido conocimientos certeros sobre el método de aborto médico con Misoprostol y Mefiprestona. Así, el aborto en casa se ha vuelto la opción más segura y accesible para mujeres de escasos recursos. Sin embargo, el Misoprostol, un medicamento que debería de ser de venta libre, es controlado por las farmacéuticas en ciertas regiones del país.

Feliccia, integrante de la red Aborto Legal México que opera en 16 estados de la República y 6 países más, tiene que recomendar algunas veces que un hombre acompañe o sea él quien compre el medicamento para poder llevar a cabo la interrupción.

“Aunque el Misoprostol es de venta libre (debería de ser) muchas veces les dicen que no o que necesitan receta y todavía está eso de: ‘si puede ir un hombre, sea lo que sea tuyo, mejor, porque les ponen menos peros’. Son cosas que suenan hasta ridículas, pero que todavía tenemos que hacer”.

Para romper con la información falsa que conlleva un aborto en casa, las acompañantes brindan información avalada por organizaciones, y las redes se respaldan con médicos ginecólogos (as) aliados (as), además de un respaldo legal en caso de ser necesario. La red en la que participa Feliccia se apoya de la organización GIRE, colectiva feminista y de derechos humanos que desde hace 30 años trabaja “para que las mujeres y otras personas con capacidad de gestar puedan ejercer sus derechos reproductivos”.

Con estas bases las acompañantes confrontan información equívoca que es, incluso, dada por otros médicos: “Entiendo que hay chicas que no tienen confianza de dejarse ayudar por alguien que no es médico, pero también me han tocado muchos casos en donde los médicos les dan información súper incorrecta, sinceramente todavía no sé si a propósito justo para asustarlas o si realmente si desconocen la información, que es realmente lo más preocupante”, agrega Feliccia.

Acompañar a quien lo necesita también implica una labor emocional y de cuidado. Además de guiar el proceso con conocimientos científicos, quienes desempeñan esta tarea son soporte emocional y moral para las mujeres que, además de atravesar el proceso de la interrupción, viven violencias sistemáticas y se encuentran en un mayor estado de vulnerabilidad.

Lexy, residente del Estado de México, en donde el código para esta entidad estipula que el aborto sólo será impune en caso de que la vida o salud de la mujer gestante se encuentre en riesgo, el producto sufra malformaciones o cuando el embarazo sea producto de una violación, acompaña abortos desde hace cinco años de manera autónoma y autogestiva.

Aunque no pertenece a una red, Lexy se ha capacitado con talleres y cursos de organizaciones que se dedican a esta labor. En su experiencia ha acompañado todo tipo de casos, incluso se ha involucrado después del proceso para ayudar a las mujeres a salir de entornos de violencia.

Lexy ha aprendido que la decisión de abortar en casa trasciende edades, pero pocas veces, clases sociales. Sobre todo, al interior de la República que no cuenta con las facilidades con las que la Ciudad de México se ha abierto a realizar esta práctica.

“De repente estás acompañando a una mujer que tiene una hija en la universidad, que no es una morra de prepa […] y, de repente, a veces pensamos en el imaginario que esas son las morras que abortan, las de prepa (menores de edad) y cuando de repente te habla una señora con una hija en la universidad, casada, profesional, que decide abortar porque simplemente no quiere o no puede (económicamente) con otro hijo”, relata Lexy.

Aunque no se puede dar una cifra exacta, a través de un estudio del Instituto Guttmacher se sondeó que en México se realizan aproximadamente entre 750 mil y un millón de abortos clandestinos anuales.

Las existencia de redes y colectivas que acompañan abortos garantiza que quienes se acercan a ellas desde diversos contextos puedan tener un aborto seguro desde casa, aunque sea de manera ilegal. Estas colectivas hacen que el derecho a la interrupción legal del embarazo sea una realidad en entidades en donde la ley penaliza y obstaculiza la libre elección.

El acompañamiento de una interrupción del embarazo brinda a las mujeres información científica y veraz que evita prácticas abortivas riesgosas entre mujeres de escasos recursos, con poca accesibilidad a la información o quienes buscan ejercer la autonomía fuera del sistema médico de salud. Manuales como el de la OMS ayudan a que esta información pueda ser usada de forma segura por organizaciones que, con años de experiencia en el tema, acompañan interrupciones de mujeres que han tomado la decisión de no llevar a cabo un embarazo.