Identidad

Estas mujeres viven en la okupa más grande de Latinoamérica

Mujeres afro brasileñas niñas

El 23 de noviembre de 2012, el Movimento Sem Teto do Centro (Movimiento de los sin techo del centro o MSTC), una organización de activistas en favor de la vivienda digna en São Paulo, ocupó el edificio del antiguo Hotel Cambridge de la ciudad que llevaba ocho años abandonado.

Desde entonces, el inmueble da cobijo a más de 500 personas procedentes de todo el mundo: Congo, Haití, Paraguay, Siria, Palestina y, por supuesto, Brasil. Con sus 15 pisos de altura en pleno centro de São Paulo, es conocida como la okupa más grande de América Latina.

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Pero el Cambridge es mucho más que un simple lugar para vivir, es un espacio abierto donde se realizan actividades sociales, culturales, artísticas, y también se ayuda a salir adelante a personas que lo han tenido muy difícil a lo largo de toda su vida.

La fotógrafa Virginia de Medeiros, autora de varios trabajos en los que se mezcla el documental y el activismo, fue invitada en 2016 a formar parte de un Programa de residencia artística que tenía lugar en el propio edificio. Los requisitos para participar eran realizar algún tipo de creación artística que pusiera el foco en la importancia de las prácticas colaborativas del lugar, su vida cotidiana, su historia y su entorno. Además, tenía que desarrollarse en diálogo con la comunidad que vivía allí.

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Maria das Neves Pereira, Guerrilheiras, 2017

“Fui invitada por las curadoras del programa, Juliana Caffé y Yudi Rafae”, nos cuenta Virginia desde Brasil. “Se trataba de una residencia de tres meses y los artistas teníamos una habitación en el piso 15 del propio edificio, que podíamos utilizar como quisiéramos. Yo decidí irme a vivir allí, experimentar la vida cotidiana del lugar, su compromiso político y conocer a sus habitantes. Esta mudanza fue fundamental para mi proceso creativo. Trasladarme allí provocó que me acercara mucho a los vecinos. Los ascensores estaban averiados y pronto me di cuenta de que las escaleras funcionaban como un espacio de socialización y solidaridad. Siempre había alguien dispuesto a ayudarme con mis cosas: cargando algo, ofreciéndome agua o un café. Y esos gestos siempre iban acompañados de una buena conversación. De esta manera, tan espontánea, conocí a los colaboradores de este proyecto y construí una relación de intimidad y complicidad con todos ellos. Terminé involucrándome mucho y los 3 meses de residencia se convirtieron en 2 años. Hoy en día, aunque ya no vivo allí, todavía soy voluntaria del MSTC”.

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Joana Pereira da Conceição, Guerrilheiras, 2017

El edificio, por tanto, dista mucho de ser un simple bloque de viviendas en el que cada uno va a lo suyo, todos sus habitantes se sienten parte de un proyecto común que Virginia fue descubriendo poco a poco. “Quienes viven en el edificio tienen diversas obligaciones como participar en actos políticos, asambleas, marchas, protestas públicas, grupos de limpieza y construcción, cursos de formación, y también en la ocupación de otros inmuebles, entre otras muchas funciones”, nos explica la fotógrafa. “Son personas, en su mayoría mujeres, que luchan contra las adversidades de la vida diaria y que tienen que dividir su tiempo entre las tareas del hogar, la educación de los niños, su trabajo y la militancia. Si no pueden participar de esta manera, se les invita a abandonar el MSTC. Es una vida con sus propios estatutos y un conjunto de reglas de organización y funcionamiento que no todas las personas consiguen seguir. Antes de convertirse en miembro del MSTC, es necesario pasar por varias pruebas que revelarán si realmente entiendes qué es la militancia y si conoces los Estatutos del movimiento”.

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Priscilla Pamela P. Santos, Guerrilheiras, 2017

Estas mujeres acabaron inspirando el proyecto Guerrilheiras, del que os ofrecemos en este artículo algunas imágenes que expresan todo este espíritu de lucha al que se refiere la artista. “Todas las mujeres que se unen al movimiento abrazan la lucha y se convierten en guerrilleras”, afirma Virginia. “Todas dicen que el movimiento va más allá de la vivienda, es una forma de recuperar su dignidad y fuerza como mujeres. Se ven a sí mismas como luchadoras por los derechos humanos y por su autonomía. Este sentimiento fue el que guió la serie fotográfica. Pero no hay un mensaje central, un significado que pueda comprimirse en palabras.

Tienes que asimilar la experiencia del trabajo para comprender todos los distintos niveles que lo componen. Vivir con estas personas, ganarme su confianza y hacerme amiga de verdad de ellas son las bases del método de trabajo que he utilizado en este proyecto y en otros anteriores. Creo que mi práctica artística es una forma de habitar el mundo”, continúa, “de encontrar nuevas maneras de relacionarme con los demás y convivir con ellos. Siempre me impulsa el deseo de establecer redes de complicidad, admiración y resistencia. Las obras que creo no son sobre la alteridad, sino sobre el poder transformador que proporciona el encuentro y el intercambio de ideas en el arte”.

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Generosa Maria de Sousa Lima, Guerrilheiras, 2017

Pero queríamos saber mejor quiénes son estas mujeres, de dónde vienen. No es fácil responder, ya que su origen es muy heterogéneo. Lo fascinante es que ahora, al unirse alrededor del edificio Cambridge, todas han encontrado un objetivo común. “Son supervivientes del sistema patriarcal y sus diferentes manifestaciones: desde la violencia doméstica hasta el racismo estructural”, se aventura a definirlas Virginia. “Se trata de mujeres que llevan tiempo luchando contra el poscolonialismo, que de alguna manera lograron construir alternativas al capitalismo, basadas en la solidaridad. Otro tipo de relación de producción, intercambio, consumo, cooperación, acumulación de recursos financieros, distribución de ingresos y riqueza. La mayoría son mujeres que encontraron en la precariedad un espacio de afirmación y creación. En el MSTC aprendí que los problemas de vivienda se relacionan directamente con las herencias de la esclavitud”.

Finalmente, Virginia decide darle la palabra a las propias mujeres que aparecen en sus imágenes y nos envía el testimonio de cuatro de ellas.

“Mi nombre es Daniela. Nací en Bahía, en la ciudad de Salvador. Soy una guerrera. Yo, mujer negra, ¡resisto! Yo, mujer negra, residente en el edificio ocupado, resisto. ¡Y voy a seguir resistiendo! No estoy sola y eso es importante. Hay un genocidio en marcha en Brasil contra la población joven negra, sobre todo en la ciudad de Salvador. Esta matanza se ha llevado a mucha gente y esto me ha marcado profundamente. Yo, por ser una mujer negra, también he sido víctima de violencia intrafamiliar y ejercida por mis compañeros. Una de las razones que me trajo a São Paulo fueron los abusos que sufrí. Tuve que huir de eso, así que también fue un escape. Y llegué al lugar correcto. Aquí encontré organización, poder, orientación. Descubrí la verdadera militancia”. – Daniela Santos Neves

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Daniela Santos Neves, Guerrilheiras, 2017

“Mi nombre es Elaine. Tengo 46 años y me gustaría hablar de mi lucha aquí cuando llegué a São Paulo. Terminé viviendo dos meses en la calle pero, gracias a Dios, no me pasó nada. Las personas sin hogar se apoyan mucho entre ellas. Algunas sufrían de adicciones al alcohol y a las drogas. Yo siempre estaba vigilante, cuidando a mi hija. Estoy orgullosa de eso, pero si lo pienso, me emociono, porque entonces ella me hacía preguntas como: “Mamá, ¿no vamos a tener nunca un lugar donde vivir?”. Y yo solía decirme: “Es un mal momento, ¡pero me voy a poner de nuevo en pie!”. Mi hija fue una inspiración para mí. Intenté quitarme la vida varias veces porque pensé que Dios ya no estaba conmigo, seguía cayendo y cayendo y creí que nunca volvería a levantarme. Así que sé muy bien lo que es ser una guerrera, lo que implica luchar, lo que significa crecer y conseguir tus objetivos. Fue aquí donde aprendí eso”. – Elaine

“Mi nombre es Sonia. Soy paraguaya y viajé a Brasil sola. Dejé a mi esposo y a mis dos hijas atrás y llegué aquí para tratar de construir una vida. Me considero una guerrera porque en el pasado solía ser débil y ahora vivir en el Cambridge me ha hecho fuerte. Aquí en la ocupación me involucré más. Aprendí cosas, actuando más y no siempre callando. Tengo tres niñas. Una que nació aquí y otras dos allá, en Paraguay. En mi país las cosas son más difíciles. Trabajamos y trabajamos y no existe la jubilación. No hay derechos de los trabajadores como los tenemos aquí en Brasil. Mi esposo era conductor. Solía ​​transportar soja y hubo un tiempo de escasez. Así que pasó meses sin poder trabajar y mi sueldo de 150 dólares no era suficiente para mantener a la familia. Teníamos que pagar el alquiler, comer y la escuela no es gratuita. Yo trabajaba mucho, entraba a las 6 de la mañana y no había una hora fija de salida. En mi barrio la gente me decía: ‘Vete a Brasil. Vete a Brasil’. Yo tenía muchos amigos que habían venido aquí, así que le dije a mi esposo: ‘Consigue el dinero y me voy’. Así fue. Crucé la frontera a pie porque lo que tenía solo me llegaba para pagarle a un contrabandista que me ayudó a cruzar”. – Sonia Mabel Barreto

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Sonia Mabel B. Barreto, Guerrilheiras, 2017

“Mi nombre es Jô Marina. Vine a São Paulo en 1978. Me considero una ganadora, una luchadora, porque logré mi objetivo. Le debo mucho al movimiento por la vivienda. Yo era trabajadora doméstica en dos casas haciendo limpieza general, cocinando y también de niñera. Día y noche. Cuando acababa en una, me iba a la otra. Salía de mi casa, por ejemplo, un domingo por la mañana y volvía el lunes por la tarde. Regresaba el martes por la mañana y volvía el miércoles. Uniéndome al movimiento pude salir de eso. Dentro de la organización tenemos una agencia que se llama APOIO, su misión es la inclusión de personas que están fuera del mercado laboral. Gracias a ellos comencé como educadora social en un albergue. ¡Mira qué diferencia! Cuando me llamaron pensé que me harían cocinera o ayudante de cocina, pero no, me hicieron educadora social. Y así me quedé. Hoy en día soy gerente administrativo en Bom Prato”. – Jô Marina Abreu Pires da Fonseca

Para terminar, le preguntamos a Virginia por el futuro del edificio. En la mayoría de países, estos proyectos suelen encontrarse con una total oposición de las autoridades, que prefieren obviar el impacto positivo de muchos de estos centros y acaban con ellos para contentar a los propietarios, que en muchas ocasiones son constructoras o empresas privadas dedicadas a la gestión de propiedades.

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Marineide Jesus da Silva, Guerrilheiras, 2017

Por suerte, parece que la lucha de las mujeres del edificio Cambridge no ha sido en vano y el proyecto continuará. “En 2015, con el apoyo de asesores técnicos y grupos de arquitectura y urbanismo, el MSTC participó en una convocatoria pública de la Cohab (la empresa metropolitana de vivienda) para incluir al Cambridge en el Plan de vivienda de São Paulo”, explica Virginia. “El 2 de febrero de 2016 se aprobó la propuesta. A partir de entonces, los habitantes pueden solicitar recursos del programa de renovación Minha Casa, Minha Vida (Mi Casa, Mi Vida) para rehabilitar el edificio y transformar las antiguas habitaciones en apartamentos. El 19 de diciembre de 2016, la ciudad de São Paulo transfirió la propiedad del Hotel Cambridge a MSTC y hoy, rebautizada como Residencial Cambridge, se encuentra en su fase final, en la que los habitantes del edificio podrán convertirse en propietarios legales de sus viviendas”.