Este artículo se publicó originalmente en VICE Países Bajos.
Durante cientos de miles de años, hemos desarrollado ritos y tradiciones funerarias que reflejan el estilo de vida de nuestra cultura y de los lugares donde habitamos. Esta tradición de honrar a los muertos sigue evolucionando incluso en el siglo XXI y cada vez más gente quiere entierros “ecológicos” que respeten el medioambiente.
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Uno de los ejemplos más recientes ha llegado de la mano de Loop, una compañía neerlandesa de biotecnología que hace poco presentó un ataúd biodegradable hecho de hongos, microbios y raíces de plantas. Es el Living Cocoon [capullo viviente], un ataúd diseñado para acelerar el proceso de descomposición del cuerpo mientras enriquece el suelo donde se entierra.
“Normalmente, lo que hacemos los seres humanos es sacar algo de la naturaleza, matarlo y usarlo”, dijo Bob Hendrikx, fundador de Loop en una llamada. “Así que pensé: ¿y si empezamos a pasar de trabajar con materiales muertos a un mundo en el que trabajemos con materiales vivos?
“No solo seríamos menos parásitos, sino que también podríamos comenzar a explorar propiedades de materiales geniales, como las bioluces o las paredes que sanan solas, y ese tipo de cosas”, añadió.
Para desarrollar el Living Cocoon , Hendrikx se inspiró en una biocasa que presentó el año pasado en un evento de diseño. Aunque las casas son para los vivos, a Hendrikx se le ocurrió adaptar el concepto a un ataúd hecho de micelio, que son los filamentos de la parte vegetativa del hongo.
“El micelio es el reciclador más grande de la naturaleza”, dijo Hendrikx. “Busca constantemente materia orgánica muerta para transformarla en nutrientes clave”.
Desarrollado en colaboración con la Universidad Tecnológica de Delft y el Centro de Biodiversidad Naturalis, el Living Cocoon tiene un lecho de musgo que contiene micelio, raíces de plantas y un ecosistema rico para los microorganismos. Ya está a la venta en los Países Bajos y se ha utilizado en un entierro en La Haya.
Las primeras pruebas realizadas con el féretro mostraron que tarda en degradarse en el suelo entre 30 y 45 días. Asimismo, el equipo de Loop estima que los cuerpos pueden tardar unos tres años en convertirse en abono. Los hongos también pueden eliminar los contaminantes del suelo, así que los investigadores quieren utilizar estos ataúdes para purificar el suelo de las áreas contaminadas.
Según Hendrikx, su sueño es poder aprovechar este tipo de conceptos para ir a lugares donde el suelo esté contaminado y poder limpiarlo.
“Ya hemos lanzado este producto al mercado, pero queremos saber exactamente cuánto tarda la descomposición, cómo es y también —y esto es muy importante— qué tipo de sustancias químicas puede absorber y en qué cantidades”, añadió.
El Living Cocoon es una de las muchas ideas emergentes que tratan de reducir el impacto medioambiental de nuestras costumbres mortuorias. Ahora, se utilizan productos químicos para tratar tanto los ataúdes como los cadáveres que acaban filtrándose a la tierra y pueden contaminar las aguas subterráneas.
Los entierros ecológicos no son nada nuevo, puesto que muchas culturas indígenas de todo el mundo han seguido tradiciones funerarias sostenibles durante miles de años. Es el caso de los entierros tibetanos en los que se depositan los cuerpos en lugares altos para que los pájaros y animales puedan utilizarlos como alimentos.
Pero cada vez más las tecnologías innovadoras funerarias, como la aquamación en la que se disuelve el cuerpo con agua e hidróxido de potasio, llaman la atención de la gente que quiere dejar el menor rastro posible en el planeta, incluso cuando ya no viva en él.
El equipo de Loop cree que el Living Cocoon servirá para que la gente llegue al final de sus días de la forma que considere oportuna.
“Creo que estamos listos para esto”, dijo Hendrikx.