Salvi Danés es fotógrafo pero antes de serlo estudió secundaria en el barrio del Eixample de Barcelona, donde se encuentra una de las cárceles más míticas de España: La Modelo. En ella fue encarcelado El Vaquilla y de ella se fugó en el 84. Años antes, el 19 de julio del 36, sus casi 900 presos fueron liberados por los anarquistas catalanes. En 2017 cerró definitivamente sus puertas y los que la recorren cada día ya no son presos ni funcionarios sino turistas.
Pero antes de eso Danés, familiarizado con la zona y con la convivencia que en ella se daba entre vecinos, presos, familiares de convictos y funcionarios empezó a fotografiarla. El resultado es A les 8 al Bar Eusebi (Dalpine), un fotolibro en el que le rinde homenaje a esta pequeña bodega que también cerro, el Eusebi, y que era uno de los epicentros de la zona.
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“El bar Eusebi”, explica, “estaba frente a los muros de la cárcel y por sus características y situación aledaña era un escenario perfecto para evocar una historia que conectara ambos espacios. Por eso lo convertí en la columna vertebral del libro, pero también la cárcel es un lugar importante. Ambos van apareciendo y mezclándose a lo largo del relato. Incluso a veces se presentan como dos espacios con fronteras poco definidas, como si estuvieran conectados”.
VICE: Qué hay, Salvi. ¿Cuál es tu relación con el Eusebi y La Modelo, con la zona de Barcelona que has retratado en tu último fotolibro?
Salvi Danés: Estudié secundaria allí, en un instituto cercano al Eusebi y a la cárcel. A pesar de todo, la relación del penal con la vida del barrio no ha sido nunca un problema para la convivencia. A parte de hechos puntuales más presentes en épocas pasadas, de forma natural y a lo largo de los años se han ido creando lazos con el tejido social. Aun así, es evidente que la presencia de una cárcel, engullida por la proliferación urbanística, ha marcado la vida del barrio y unas calles concretas. Los locales, los comercios e instituciones colindantes a los muros de la prisión, los edificios residenciales frente a los patios de la cárcel y los propios residentes de este vecindario han crecido con esta realidad a lo largo de su historia. Ellos han sido los verdaderos testimonios de esta coexistencia. Mi intención con este libro, y en mi trabajo como fotógrafo en general nunca es documentar, opinar o imponer conceptos sino mostrar mi punto de vista, imaginarios personales.
¿Cómo se te ocurrió, por qué decidiste hacerlo? ¿Hay alguna serie similar que te inspirara?
El proyecto nace de la intención de hacer una especie de humilde homenaje al tejido social fruto de la convivencia entre la cárcel y el vecindario. Me atraía y he pretendido, de alguna forma, preservar su memoria a partir de un relato fotográfico. Creo que ningún proyecto fotográfico en concreto me ha inspirado, más bien por su tono e intención narrativa me he inspirado en el cine de los 70 y 80 de grandes maestros como Coppola, Scorsese o tantos otros.
¿Vas al Eusebi?
El bar cerró hace aproximadamente una década. Se encontraba en la calle Nicaragua esquina con Provenza, en la parte izquierda del barrio del Eixample, justo en frente de la Modelo. Solía frecuentarlo durante mi etapa de secundaria. Iba atraído fundamentalmente por el morbo que suscitaba aquella variopinta clientela, compuesta por los habitantes del barrio, los empleados de la prisión, los familiares de los presos y algún que otro presidiario en régimen abierto.
¿Y cómo era?
Siempre se contaban de fondo historias sobre el presidio. Entre otras muchas oí la de la gran evasión que, en 1978, protagonizaron 45 presos a través de un túnel que conectaba con la red general del alcantarillado. Tras el cierre del Eusebi, los parroquianos se diseminaron por los bares más próximos desde donde yo he trabajado el relato, en pro de la memoria del mismo. Con el tiempo, la cárcel también cerró, pero año y medio antes, comencé a dar forma a esta serie fotográfica con aires de thriller.
¿Quiénes son los que salen en las fotos?
No hay protagonistas concretos. Más bien son los gestos, las miradas y las características de ambos lugares -tomados desde la distancia y el anonimato- quienes despiertan en un hipotético lector toda una serie de sensaciones. Está claro que una imagen genera a menudo más preguntas que respuestas. He sido consciente, en todo momento, de que una imagen es potencialmente sugestiva y no es una realidad concisa por su propia naturaleza evocadora. He tratado de que esta sensación de magnetismo hacia la insinuación simplemente beneficiara el relato voyeurístico.
¿Qué banda sonora, qué canción o qué disco recomendarías para pasear o estar en el barrio?
Era Perkins de Albert Pla o Me sueltan mañana, de Ilegales para pasear frente los muros y cualquier clásico de Lalo Schifrin para ojear el libro.
¿Y tienes algún otro proyecto relacionado con la ciudad en mente?
Barcelona es un tema recurrente en mi dinámica creativa. Desde que hice Blackcelona, un proyecto anterior también publicado por Dalpine, donde el tono de mi discurso ya viró hacia esta esencia más oscura y oculta de mi ciudad, empecé a pensar más proyectos en esta línea. De momento me documento y voy recogiendo aromas y esencias de otras historias recurrentes de la ciudad. La casita blanca, el atraco al Banco central…
Puedes comprar A les 8 al bar Eusebi aquí y seguir el trabajo de Salvi Danés aquí.
Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.
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