En un tercer piso, cerca del Barrio Chino de la Ciudad de México, se encuentra un pequeño cuarto, lleno de pinturas, lienzos, pinceles y mucha cinta azul. Es el estudio del pintor mexicano Diego Narváez.
Glaciares en medio de edificios o avalanchas en la ciudad son algunos de los temas que protagonizan sus pinturas. Y aunque no busca crear una propaganda ambientalista, sí considera que su trabajo te lleva por una vereda que invita a cuestionarte en dónde estamos parados con la naturaleza. Esa dualidad entre el paisajismo natural y el urbano, que en algunas de sus colecciones convergen, pero que en otras se mantienen aislados, lo han motivado a trabajar en Edición de Cine, una serie que él define como “juguetona” ya que retoma esos “no-lugares” de los que alguna vez habló el antropólogo francés Marc Augé y que definió como esos lugares de transitoriedad que no logran tener la importancia para ser considerados lugares. Y en este caso, esos no-lugares toman la forma de cines abandonados de la Ciudad de México.
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“Una de las primeras memorias que tengo es en un cuarto oscuro en la guardería a la que me llevaban de niño. Fue ahí que la maestra en unas ollas colocó pintura para que nosotros metiéramos las manos y pintáramos nuestras huellas en unas libretas que le regalamos a nuestros padres. Una sensación muy fuerte, bien impactante”. Recuerda el Diego con una sonrisa. “Eso y comer las moras que uno de los niños llevaba”.
Salimos de su estudio y caminamos unas cuadras, a lo que queda del cine Orfeón. Algunas plantas se abren paso entre la estructura de concreto y emergen del edificio. Es como si la naturaleza retomara el espacio que una vez le perteneció. Ese lugar que conquistamos construimos y habitamos, pero que hoy abandonamos. Ese “no-lugar”.
Para Diego la Ciudad de México es única en el mundo, un espacio en donde convive la arquitectura de diferentes épocas, corrientes y culturas. Fue aquí nuestros antepasados construyeron pirámides, los españoles las utilizaron para construir catedrales, la influencia francesa del porfiriato trajo edificios como el Palacio Postal y que a pocos metros convive con la Torre Latinoamericana. Lo particular de esto es que no tienes que alejarte mucho para apreciarlo. “Puedes notar las diferentes pieles de la ciudad sin salir de una cuadra”. Me dice mientras se detiene a tomar una fotografía con su celular antes de cruzar Av. Ribera de San Cosme. “Esta esquina, por ejemplo, podría ser uno de mis cuadros”.
Aunque el artista se considera fanático de la música en general y actualmente tiene una fijación por artistas en español como: Charly García, Fito Páez o Cerati, cree que como dijo Moebius “cuando uno dibuja no debe escuchar música. Porque música se impregna en lo que estás haciendo”. Esto lo ha llegado a comprobar: “hay veces que cuando escucho Led Zeppelin o Pearl Jam mientras pinto, entro en un ritmo o beat muy acelerado. Entonces hay que tener cuidado”, me comenta.
El sol es bastante intenso, aunque la contaminación no tanto. Cruzamos la avenida y llegamos a la calle Serapio Rendón. Aquí yacen los restos de dos grandes estatuas que representan la comedia y la tragedia y al pie de ellas, las letras. Esas letras, que seguramente en sus años de gloria brillaban con orgullo; Cine Ópera. Juntas forman la fachada que Diego usó como modelo para plasmarlo en su lienzo.
“Un acto de vida” es lo que para Diego Narvaéz significa pintar. Él no se imagina una vida sin la pintura. Considerándolo como una práctica muy solitaria en donde encuentras a tus demonios pero al mismo tiempo a tus aliados y todo el tiempo estás trabajando con ellos. Él lo reduce con la idea de que “El cuadro es un espejo, un reflejo del pintor”, pero un solo cuadro no dice mucho del artista, hay que ver varios cuadros y de varias épocas parar poder conocer de fondo al autor.
Narváez siempre intenta llevar dos proyectos al mismo tiempo, una serie de paisaje natural y una urbana. Él cree que es como un equilibrio que tiene y aunque disfruta mucho de la naturaleza, acampar e inclusive está en proceso de mudarse a una zona rural en Canadá, hay veces que cree que le hace falta el rush de la ciudad y es justo por eso que su estudio está en el centro.
En Edición de Cine, particularmente, utiliza de manera muy evidente referencias a la industria cinematográfica, pero sobretodo utiliza esta idea de la “edición” ya que tanto en el cine como en la pintura, la obra y la mente, pasan por este proceso de edición, y constantemente se están editando.
Ya de camino a su estudio nuevamente, Diego se declara como alguien que aprecia el arte urbano, el grafiti y el muralismo contemporáneo. Cree que la masificación del contenido visual en redes sociales y el acelerado ritmo que lleva la sociedad en general, evitan que el público se tome el tiempo para apreciar la pintura. Por otro lado está provocando una evolución en el arte, en la que muchos pintores están “creando su obra para Instagram” lo cual no considera que sea tan malo, él mismo tiene su Instagram en donde puedes seguir su obra, y piensa que está abriendo esta posibilidad de compartir y aprender de artistas en todo el mundo, aunque afirma que también puede ser peligroso ya que de igual manera está homogeneizando la pintura.