En el siglo número 24 y medio, el Pato Dodgers se bate a duelo con el marciano Melvin: el uno, con su pistola desintegradora marca ACME, el otro, con su arma desintegradora A1. Como es de esperarse, la pistola del pato falla y el marciano le dispara a distancia con ondas electromagnéticas.
Para Héctor Carreño, el cuento ya no pertenece al futuro de las caricaturas de los Looney Tunes sino al presente de carne y hueso.
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––Ellos le colocan a uno la corriente ––dice Carreño–– y le causan dolor: en la cabeza, en los ojos, en la garganta, en los pectorales, en el abdomen, en las partes genitales, en las extremidades, en todo el cuerpo. O sea, buscan partes nobles para causar mayor dolor.
La corriente a la que se refiere Héctor es producida a distancia por medio de ondas electromagnéticas, dice él.
—Esa señal es como el celular que usted tiene ahí ––me dice Héctor Carreño por teléfono, desde su casa en Socorro, Santander––: a través de la señal a uno le hablan. A uno se le identifican con varias organizaciones. Pues eso no se puede llegar a probar sino hasta que se llegue a interceptar la señal, sería lo único.
—¿Quiénes son “ellos”? —pregunto.
—Ellos decían que eran del DAS, de la Interpol, que eran federales y en últimas les dio risa. Pero esas afirmaciones no se pueden llegar a constatar hasta que no se intercepten las señales. Como para que sea de voz de ellos.
Héctor Carreño dice que es víctima del acoso electrónico desde 2011.
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En enero de 2007 el periódico Washington Post publicó un reportaje titulado “Mind Games” (Juegos mentales). Se trataba de un artículo sobre la llamada “tecnología de control mental” en el que la periodista Sharon Weinberger hablaba con varias víctimas de acoso electrónico e indagaba sobre la posibilidad de que el gobierno estadounidense usara armas electromagnéticas para intervenir en la cabeza de los ciudadanos como forma de tortura.
A finales del siglo XX empezaron a aparecer en Estados Unidos (pero en otros países también: Japón, Reino Unido, India, Rusia, China, Francia), aparecieron personas que oían y sentían dolores en el cuerpo y que culpaban al gobierno por esas voces y esos dolores.
Las víctimas de acoso electrónico dicen que existe tecnología capaz de lograr esa pesadilla: que agentes del Estado penetren en los pensamientos de las personas.
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—Hay varias modalidades de armas psicotrónicas —me dice Héctor Carreño— por ejemplo, la señal que a mí me tienen es semejante a la señal que le tiene a France Helena: a ella le colocan bastante corriente. La que tiene Darío, tengo entendido, es que a él le hacen una especie de control mental. ¿Me entiende? Porque nosotros, aparte de la parte psicológica, también nos causan lesiones físicas.
Héctor se refiere a France Helena Acosta y a Darío Baquero. Otras dos autodeclaradas víctimas en Colombia del llamado acoso electrónico. Héctor se enteró de que había más gente como él ––más gente que se declara víctima de acoso electrónico–– luego de publicar sus denuncias en las redes sociales.
Su historia como víctima de acoso electrónico, dice, empezó en 2011. Fue en ese año en el que empezó a escuchar las voces que le llegaban por medio de señales a unas placas implantadas en su cerebro que permiten la recepción de dichas señales. ¿Por qué le implantaron a Héctor Carreño placas receptoras de señales?
¿Qué motivos tendría alguien —un particular o el Estado colombiano— en interceptar la mente de un ciudadano de a pie?
La respuesta, dice Héctor, se remonta a su historia laboral. Héctor trabajó para unos judíos, dice, en Bogotá entre 1992 y 1995. Alcanzó a ser jefe de recursos humanos. Poco después hizo una reclamación laboral y dice que la señal y los implantes fueron represalias de esa reclamación que él había hecho.
—¿Y qué relación tienen estos señores con las armas psicotrónicas? —le pregunto.
—Exacto…no, o sea, de momento ellos están investigando eso es como para colocar un precedente de que para ellos se trabajó. Los que están detrás de esto es gente que tiene dinero, gente que tiene ciertos intereses en que no se descubra lo que se está haciendo.
—¿Pero usted afirma que los que están detrás de esto son del Estado o personas particulares? — pregunto.
—Lo que pasa es que hay gente particular y gente del Estado que también se presta para esas cosas.
—¿Cuándo fue eso, Héctor? —le pregunto.
—¿Cuándo se colocaron los implantes? —responde él con la pregunta— la verdad no se sabe. Lo cierto es que la señal empezó en 2011, o sea pudo haber sido en el año anterior. ¿Cómo lo hicieron? Pues no se sabe. Yo hace poco me hice una tomografía y aparecen unos puntos en el cerebro en la parte izquierda, unos punticos. O sea, lo que se ha averiguado es que a uno le pueden colocar unos implantes o chips con los que uno recibe la señal.
‘Ellos decían que eran del DAS, de la Interpol, que eran federales y en últimas les dio risa’
—¿Pero cuando le remuevan los implantes las señales van a dejar de estar? — pregunto.
—No, lo de los implantes eso está para evaluación médica. Obviamente acá ya me han atendido los médicos pero ellos no conocen esas cosas. ¿Me entiende? Entonces ellos no pueden pronunciarse sobre esto porque para ellos esto es algo de una patología compleja. O sea, ellos no manejan estos temas.
—¿Cómo así una patología compleja? — pregunto.
—A lo que me refiero es que ellos no tiene conocimiento de estos temas. ¿Me entiende?
—¿Y usted no le ha explicado a los médicos todas estas cosas que me está contando? —pregunto.
—Ellos desconocen de la existencia de que haya armas psicotrónicas o esto.
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¿Existen las armas psicotrónicas?
Sharon Weinberger señala en su artículo del Washington Post varios momentos en la historia militar de Estados Unidos en los que se avanzaron proyectos con armas electromagnéticas. Uno de ellos, el proyecto Pandora, auspiciado por el Pentágono en los años 60, buscaba investigar el efecto de las ondas electromagnéticas de corto alcance en el cuerpo humano. Cuarenta años después, en 2001, se hizo pública una documentación clasificada de armas no letales usadas en la guerra de Afganistán. Conocidas como Active Denial System, se trata de armas que usan radiación electromagnética para quemar la piel humana.
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En un informe de 1999, titulado “De la táctica a la aplicación estratégica”, el coronel en retiro Dennis Herbert, del cuerpo de marines de los Estados Unidos, concluye lo siguiente: “la próxima generación [de armas] incluye [armas] acústicas, de pulso electromagnético, lásers y otras armas de energía dirigida”. Y añade: “las armas no-letales ofrecen una gran promesa pero también plantean retos importantes. Cada vez, tendrán que ser aceptadas en términos legales, sociales y éticos. Su legitimidad, así como su futuro desarrollo, dependerá de cuánto comprendamos sus efectos en los seres humanos”.
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Héctor le ha mandado derechos de petición a la Presidencia de la República, a la Fiscalía, al Ministerio de Justicia, al Ministerio de Defensa, a las Fuerzas Militares (incluso le ha enviado cartas a la Reserva Federal de los Estados Unidos), pidiendo a todos que se aclare si en Colombia existe la tecnología que permita el acoso cibernético a los ciudadanos.
Los derechos de petición han sido respondidos oportunamente. Como este, la respuesta del Comando Conjunto Cibernético de las Fuerzas Militares de Colombia, a un derecho de petición enviado por Héctor. Con la siguiente salvedad:
“las actividades antes anotadas, que son de naturaleza reservada y se hallan relacionadas directamente con la Defensa y Seguridad Nacional, según sentencia C-431 de 2001, están dirigidas a enfrentar amenazas que usted plantea: referidas con la posesión de armas ‘psicotrópicas o electromagnéticas’ en grupos al margen de la ley, así como la identificación de dichas organizaciones; sin embargo, su divulgación pública compromete seriamente la efectividad de las acciones que actualmente se desarrollan, por lo cual no es posible suministrar información adicional sobre el particular“.
Firma el Mayor General del Aire, Hugo Enrique Acosta Téllez.
O la respuesta por parte del Congreso de la República:
“En Colombia aún no ha sido tipificado la utilización ilícita de armas psicotrónicas, que determina uso de ondas radiactivas que afectan básicamente el cerebro y no dejan huella, por tanto no se puede acusar a quienes las usan de los daños que producen”.
Firma Jorge Hernando Pedraza, Senador de la República de Colombia.
—Ellos —dice Héctor— no niegan la existencia de las armas psicotrónicas sino que para ellos es de naturaleza reservada. Entonces no les pueden dar información a particulares.
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¿Qué le dicen las voces a una persona que dice ser víctima de acoso electrónico?
Mientras que a Héctor las voces le “relatan la agresión que le están haciendo constantemente”, a France Helena, otra víctima, le dicen “las cosas más espantosas e intimidantes”. Insultos, vulgaridades, morbosidades y órdenes muy feas, dice ella.
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France Helena, una señora de Cali, tenía una tienda de zapatos junto a su esposo cuando empezaron las voces. A diferencia de Héctor, ella no está tan segura de quiénes puedan estar detrás de estas señales.
—En los primeros contactos —dice France Helena— ellos me hablaban por celular, y mientras tanto yo pensaba si todo eso era real, entonces inmediatamente la persona contestó: “sí, es muy verdad”.
—¿La voz le era familiar? —le pregunto a France Helena.
—No, no era familiar. Es la voz de un hombre. Casi todo el tiempo era la voz de una o dos personas que empezaron a hablarme a darme órdenes a decirme muchas cosas y a insultar y a intimidar. Es como darte un dulce y al mismo tiempo darte garrote para que no te lo puedas comer.
—¿Cómo empezaron los mensajes? —le pregunto.
—Al principio era en tono de broma, pero esas personas comienzan a intimidar porque cada mensaje de estos tenía un acertijo y al final del acertijo se digitan dos o tres opciones y ellos finalizan el acertijo con una explosión o con algo que es violento. Entonces, yo digo “esto está pasando de claro a oscuro, ellos realmente no son amigables y tengo que cortar”. Al final yo me di cuenta de que se trata de neuromodulación.
—¿Neuromodulación? ¿Qué es eso? ¿Me explica?
—Ehhhh…voy a tratar de hacerlo. Un científico de apellido Tyler, de la Universidad de Massachusetts, dice en un documento que es el fenómeno que se hace utilizando el organismo de una persona y valiéndose de microondas, que son tecnologías nuevas, logrando neuromodular a las personas. Es, haga de cuenta, como sintonizar la radio o un aparato electrónico. Porque nosotros somos organismos electromagnéticos, funcionamos a unas frecuencias.
(En efecto, existe un estudio del profesor William J. Tyler de la Universidad de Virginia, no de Massachussetts, que, en compañía de otros profesores, habla de las posibilidades del ultra sonido para estimular de manera no invasiva la actividad cerebral. Los profesores hacen estudios con ratones y elaboran un protocolo para usar neuromodulación con ultra sonido en los roedores).
—¿Pero por qué creen que sean objetivos de estas personas si usted dice que lleva una vida sencilla?
‘Me dicen las cosas más espantosas e intimidantes: insultos, vulgaridades, morbosidades y órdenes muy feas’
—Es que una persona que es intervenida de esta manera es objeto de información y de estudio. Nos llaman “blancos humanos”, nos convierten en blancos humanos con varios objetivos y todos conducen a ganar dinero. Yo he hecho una selección de las víctimas y pienso que son víctimas experimentales, perseguidos políticos y otros que sirven para otros objetivos y en el caso nuestro de algunas mujeres y hombres que tenemos la misma experiencia, nos explotan sexualmente…
—¿A usted la han explotado sexualmente? —le pregunto.
—Sí, hay explotación sexual. No solamente es acoso sexual, no solamente es provocarte una cantidad de problemas y de torturas físicas y mentales sino que hay un uso de tu organismo en donde te transfieren todas las sensaciones…
—Pero, France Helena, ¿usted ha sido víctima de explotación sexual?
—…y todas estas sensaciones ellos las registran y eso es producto pornográfico, material pornográfico que produce dinero.
France Helena no me dice cómo es que esas sensaciones se convierten en material pornográfico, no me aclara de qué manera ha sido ella víctima de explotación sexual.
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En una artículo académico del 2007, titulado “On the Need for New Criteria of Diagnosis of Psychosis in the Light of Mind Invasive Technology” , para el Journal of Psycho-Social Studies, la psicoterapeuta Carole Smith expresa la necesidad del diagnóstico psiquiátrico para elaborar un nuevo criterio a la luz de la nueva tecnología invasiva de la mente.
“Una sentencia doble y cruel se le impone a la gente víctima del más aterrador abuso de experimentos científico-militares, y una sociedad totalmente incomprensiva es indiferente a esa evidencia. Porque el desarrollo de una nueva clase de armas tiene la capacidad de entrar en la mente y el cuerpo de otra persona a través de medios tecnológicos”.
Y añade: “los únicos testigos que están hablando acerca de esta terrible tecnología, con sus consecuencias para el futuro, son las mismas víctimas. A quienes se les da la tarea de diagnosticar enfermedades mentales los silencian: clasifican la evidencia y los casos como síntomas de esquizofrenia, mientras que los que desarrollan esta mutilación psíquica y este dolor programado continúan con su trabajo, ayudados y sin oposición”.
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En 2013 el psiquiatra italiano Luigi Zoja publicó su libro Paranoia: la locura que hace la historia. Para el psiquiatra italiano, de todos los trastornos mentales, la paranoia es el que menos se remite a factores orgánicos y el que más tiene que ver con la historia. No en vano sus capítulos son un recuento de los más destacados episodios de la historia humana leídos en clave de paranoia: Hitler, Stalin, la dictadura argentina, los albores del siglo XXI, etc. Cada época, cada sociedad, cada momento histórico deviene sus propias paranoias.
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Virginia Woolf oía a pajaritos hablar en griego –ella, por supuesto, hablaba griego también. Juana de Arco oía la voz de Dios que le hablaba –a ella, profundamente devota.
La paranoia, dice Zoja, es la locura que hace la historia.
Juana de Arco oía la voz de Dios. Virginia Woolf oía pájaros hablarle en griego. Héctor Carreño oye voces que le llegan por medio de señales electromagnéticas. Y no deja de ser cierto, sin embargo, que el medioevo, el grupo de Bloomsbury o las ondas electro magnéticas y la hipervigilancia hayan existido y existan.
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—¿Qué es lo que ustedes buscan como víctimas acá en Colombia? —le pregunto a Héctor Carreño.
—Nosotros prácticamente lo que buscamos es liberarnos de la señal. ¿Me entiende? Que se nos quiten esas señales porque es que es a través de esas señales a uno le colocan corriente. Es una tortura permanente, a uno le causan lesiones personales.
Mientras tanto, France Helena dice que lo que buscan es “pedirle al gobierno de manera clarísima y hacer la exigencia de que se escuche muchísimo y de que se estudien los documentos”
—Que nos tomen en cuenta.
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Tanto France Helena como Héctor aseguran haber acudido a especialistas médicos. Los médicos no han dado un dictamen definitivo, dicen.
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Por si las moscas, Santiago tapa la cámara frontal de su computador con una ‘mona’ de chocolatina Jet. Está por acá.