De componer online a hacerlo a tiempo real: estos son Yumi Zouma



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“En este apartamento infestado de moscas el miembro de Yumi Zouma habló abiertamente de su adicción a Tinder”, dicta mordazmente Josh Burgess, de Yumi Zouma, simulando relatar el artículo que todavía no he escrito. Estamos en el salón de su casa, en Nueva York, en compañía de sus tres compañeros de banda. Vive en Bushwick, en Brooklyn, en una morada de techos altos. El aire está húmedo, hace la clase de calor que te vuelve la piel pegajosa y el ventilador de la habitación funciona inadecuadamente ralentizado.

Burgess es uno de los cuatro miembros de la banda de pop neozelandesa Yumi Zouma, que publicó su primer disco, Yoncalla, el pasado mes de mayo. Se trata de un álbum sincopado y juguetón, de una buena banda sonora para las noches de verano —muy adecuado para fiestas en el patio trasero de una casa, un patio precariamente iluminado en el que no paras de beber tragos de cerveza con limonada.

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Yumi Zouma se han pasado el verano de gira, interpretando su adecuado repertorio pop (lo hicieron en la fiesta de Noisey del pasado 4 de julio), y tienen fechas cerradas para seguir haciéndolo durante este mes de septiembre, en que arrancan su minigira japonesa (los próximos 12, 13, y 14)

Claro que ahora mismo todavía están a miles de kilómetros de Asia, en un apartamento en el que tres insectos obesos nos sobrevuelan como dopados. El pasillo está plagado de teclados, guitarras, amplificadores y de unas cajas negras cuadradas, que fijo que sirven para hacer música electrónica si sabes cómo manipularlas. Después de partirnos la caja con la sucia adicción a Tinder de Burgess, es él mismo quien sugiere que cambiemos de tema. Tengo la sensación de que me van a tomar el pelo durante toda la entrevista.

Yoncalla es un disco de sintetizadores envolventes, de pop soñador, un disco mezclado a distancia, gracias al uso de Facebook Messenger y de intercambios de emails entre Nueva York, París y Nueva Zelanda, que se ha ido armando como un puzzle gracias a una edición de lo más intensa. Según me cuentan, el proceso de escribir y grabar las canciones fue concebido, deliberadamente, como lo contrario a una jam-sesh (las jam sessions de hoy en las que cuatro ineptos se juntan a tocar lo que les rote, normalmente con unas letras lamentables), por mucho a que el resultado final siga sonando como a juntar a tus cuatro mejores colegas y dejar que la cosa fluya.

Burgess, la cantante, Christine Simpson y Charlie Ryder crecieron juntos en la ciudad de Christchurch (Sam Perry se les sumaría algo más tarde). Sin embargo, no fue hasta que todos estaban repartidos por el planeta, entre Auckland, Nueva York y París, cuando la banda arrancó de verdad. Entonces Facebook se convirtió en su punto de encuentro para componer. “Lo mejor de todo es que si alguien nos acusa de plagio no tendrá cómo defenderlo”, suelta Burgess.

En Yoncalla hay de todo, por mucho que durante casi todo el disco sea prácticamente imposible descifrar los susurros a los coros de Simpson. Ellos reconocen que les interesa más el sonido de las sílabas que el significado real de las palabras. El elepé arranca con “Barricade (Matter of Fact)”, un tema de música de baile comedido que se convierte en una exploración salvajemente honesta de la ansiedad social. “It’s not a matter of fact/things are said behind your back/it’s just a figure of speech/seen through your eyes” (No está comprobado/se dicen cosas a tus espaldas/es solo una manera de hablar/que se te transparenta en los ojos). A mitad del disco aparece “Remember You at All”, que toca de nuevo el tema de la inseguridad: “If I pretend, would you care/would you notice me (Si simulara/¿te importaría?/¿te darías cuenta? Y terminan con “Drachma”, una confesión arrebatada y sincopada de una relación de pareja engañosa.

La forma de componer sus letras consiste en cada uno turnándose para relatar a bocajarro sus experiencias vitales en los distintos versos de la canción, pero lo cierto es que son lo suficientemente listos como para conjugar todas sus experiencias como si fueran una sola. “Lo único duro es que cuando escribes tus letras con otras tres personas no te puedes ir del palo de que son tuyas”, cuenta Ryder mientras se apalanca sobre una silla plegable. Y cuando les pregunto de quiénes son cada una de estas experiencias sobre las que cantan, prefieren mantenerlo en secreto. “Es algo que solo sabemos nosotros”, cuenta Simpson, por mucho que sí comparte que la canción favorita de Charlie, “Keep it close to me”, habla de comida.

“Aquella empezó de un modo bastante tonto”, cuenta. “La letra habla del lugar favorito de Souvlaki (comida rápida griega) de Charlie, que es un lugar de Christchurch que se llama Dimitris. Al final salió muy bien. Nunca me hubiese imaginado que se convertiría en nuestro primer single”.

Cada vez aprenden mejor a trabajar de manera eficaz sin dejar de estar atentos a lo que cada uno tiene que decir. Todos se intercambian los instrumentos, aunque Simpson es casi siempre la catalizadora, la que canta las letras en el disco y la que incorpora las capas de su melódica voz sobre guitarras playeras y riffs de violín. Las voces de ellos resultan simplemente dulces. Le pregunto a Simpson si cantar las letras de otro o un poema escrito por la banda le resulta extraño, dado que mucha gente da por supuesto que el cantante siempre cuenta su propia historia.

“Eso es algo interesante”, cuenta Simpson, a la que tengo sentada junto a mí en el sofá. “A veces terminas un poco harta de escribir sobre tus sentimientos. No creo que yo me pudiese convertir en una cantante de folk que canta todo el rato sobre lo que le pasa. De hecho es algo que ya hacía cuando escribía canciones durante mi adolescencia. Siempre escribía desde el punto de vista de algún personaje que me inventaba”.

Estar sentado junto a todos ellos, bajo las espesas columnas de incienso que flotan en el aire, es un privilegio muy poco habitual. Si bien es cierto que han pasado algunos momentos cara a cara antes, como cuando hicieron de teloneros de Chet Faker y de Lorde en Nueva Zelanda, lo cierto es que al principio solo se veían online. De hecho, la primera vez que Burgess y Sam Perry, el último en incorporarse a la banda, se conocieron físicamente fue durante un ensayo, el ensayo en que decidieron convertirse en Yumi Zouma.

El nombre, según cuenta Ryder enigmáticamente, fue elegido a partir de una colección azarosa de cartas que necesitaban para crear una dirección de Gmail. Les aprieto un poco para que sean más concretos y Burgess sugiere que se trata de una combinación de nombres japoneses. Claro que Ryder no sucumbe. “Desvelaremos nuestro anagrama secreto en el próximo disco”, afloja Perry poniendo a prueba mi credulidad.

“No sé si lo sabías, pero se supone que las bandas de indie tienen que ser misteriosas”, dice ahora Burgess. Pues eso explica lo del incienso. Cuando están juntos intentan hacer piña, salen de brunch de vez en cuando, pero su tiempo es sagrado. Necesitan hacerse más fotos de promoción, tienen pendientes varios videoclips y tienen que ponerse con su segundo disco, del que ya tienen un buen cacho.

“Si grabamos otro disco habrá como 30 temas de Yumi Zouma”, suelta Burgess frívolamente.

Simpson sonríe y añade: “Esa es una idea muy excitante”.

Ahora que por fin comparten el mismo espacio, su proceso de composición ha incrementado vertiginosamente. Y ahora, también, el lujo de recrearse en la distancia sobre partes de las canciones ha sido suplantado por la inmediatez, y su intimidad ha pasado a ser compartida, a convertirse en una nueva forma de intimidad. Pese a todo, Simpson está segura de que la proximidad física les hará más productivos. “Es más fácil porque aquí sabemos donde estamos”, cuenta la cantante. “Mientras que, normalmente, cuando trabajamos juntos hay muchas esperas”. Es evidente que la diferencia horaria fue un factor determinante en la grabación de Yoncalla. Aquí Simpson mira a Ryder, que vive en París. “Como que tu estás durmiendo y todos tenemos que esperar a que te despiertes”.

En un momento dado, Burgess y Perry desaparecen por el pasillo. Llegan tarde a una prueba de sonido en el National Sawdust, en Williamsburg, donde tocan esta noche. Entiendo que es el momento de irme. Así que, mientras Perry se cepilla los dientes metódicamente en la cocina del apartamento infestado de moscas y el resto se despide a gritos desde el pasillo, aprovecho para cerrar la puerta y desaparecer.

Yumi Zouma estarán tocando en el próximo Primavera Club.

Yoncalla de Yumi Zouma está a la venta en el sello Cascine.

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