Por qué estoy feliz de haber sufrido bullying en la escuela

Un bully en su estado natural (Captura de pantalla de ‘Stand By Me’).

Dicen que lo peor es que te ignoren pero, la verdad, no sabría decirte. Mi cabello es tan largo y esponjado que podrías verme a un kilómetro de distancia. Soy pretenciosa. Me río muy fuerte, hablo de más e invito a personas desconocidas a tomarse un café conmigo porque se me da la gana y ya. Nunca he conocido a alguien tan extrovertido como yo, lo cual podría ser bueno o malo, todo depende de cómo lo veas.

Cuando era pequeña tampoco me ignoraban. Mi amor por los libros, debates y ropa extraña hizo que se burlaran de mí en la primaria, que me insultaran (de forma muy creativa) en la secundaria y que me ridiculizaran públicamente en la universidad. Tenía amigos pero eran de a ratos y casi siempre fuera de los confines de cualquier institución académica a la que asistía, por eso los gañanes de la escuela nunca me dejaban en paz.

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El bullying tiene una retórica y roles ya establecidos: la víctima inofensiva e introvertida que con el paso de los años se aísla y se vuelve cada vez más insegura y termina padeciendo depresión o ansiedad social; y el perpetrador, un niño malvado que “tiene problemas en casa” y que se desquita con los más vulnerables. Hay casos en los que se cumplen estos estereotipos. Sin embargo, en mi experiencia, no todo es blanco o negro.

Hace un par de años me fui de viaje el fin de semana con una amiga que es igual de extrovertida y odiosa que yo. En algún punto le pregunté si podríamos ser amigas si nos hubiéramos conocido hace diez años. “Yo me juntaba con puras chicas como yo. Éramos rubias, delgadas y usábamos mucho maquillaje. Nadie se metía con nosotras”, me dijo arrastrando las palabras por el vino que habíamos tomado. “Siendo honesta, Sirena, probablemente te habría hecho la vida de cuadritos”.


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Sabe sobre el bullying y sobre el grupo de Facebook que hicieron mis compañeros de universidad solo para hablar mal de mí. Sabe porque se lo dije a ella y a muchos otros porque no me avergüenza. No es un secreto; es una de las cosas que me ayudaron a forjar la persona que soy ahora. Pero no todos sienten lo mismo. Por suerte pude procesar el bullying en vez de internalizar el dolor y dejar que me afectara después.

Por lo visto, mi amiga entraba dentro de la segunda categoría a pesar de que ella era la que hacía el bullying, no la que lo recibía. Se veía avergonzada cuando me contó la vez que ella y su amiga le dijeron a una chica gorda con lentes de pasta que le gustaba al galán de la clase solo para que le fuera a preguntar y ellas murieran de risa. También se veía sorprendida cuando me contó la vez que invitaron a una nerd a una pijamada solo para rasurarle las cejas.

“Sí eras muy mala”, respondí. “Pero no te preocupes; tal vez se volvieron como yo”.

Liam Hackett.

Liam Hackett es una de las personas más exitosas que he conocido. A sus 24 años de edad, ya es director de una agencia de marketing digital y fundador de una organización para prevenir el bullying llamada Ditch the Label.

Él también sufrió de bullying durante la adolescencia y una vez fue a parar al hospital tras un ataque físico brutal. Sin embargo, dice que esas experiencias lo motivaron a sobresalir académicamente y empezar una trayectoria que le ha dado presencia en los medios y la oportunidad de dar discursos públicos.

“El bullying que experimenté es la fuerza que me motiva”, dijo. “Si creces con un gran rechazo a tu alrededor, cuando eres adulto lo que quieres es protegerte y cada quién lo hace a su manera. En mi caso, me llevó al éxito. Es extraño decir que el bullying puede tener un impacto positivo. Todo depende de cómo lo asimile la persona. Puede ser algo muy positivo”.

Es fascinante conocer a una persona con una trayectoria tan parecida a la mía, alguien que tal vez entienda lo que se siente estar aislado de lo que parece ser el único circulo social que importa. Es difícil que te importe un compañero de trabajo que no te invita a salir o que le caigas mal al amigo de tu amigo, o que alguien hable de lo “mal” que te vistes. Ya pasó lo peor. Lo único que queda es ser tú mismo y ver qué pasa; no puede ser tan malo.

Para ti que estás leyendo esto y que sufriste de bullying en algún momento, entiendo que es mas fácil decirlo que hacerlo; que ese cambio de actitud no va a pasar de un día para el otro. Lo que necesitas son experiencias con personas mayores, ya sea en una tienda departamental, en un club de lectura o algo en medio. El punto es descubrir quién puedes llegar a ser además del chico al que todos molestaban.

Hable con Lisa*, una chica de 21 años que está a punto de entrar a la universidad y tiene miedo de volverse a quedar sola y que la molesten sus compañeros. Ha sufrido de bullying desde que tenía nueve años de edad. La han excluido y la han molestado verbalmente tanto en línea como en persona. También solían decirle que se suicidara o que se rompiera los huesos.

“No hice exámenes para la universidad porque padezco anorexia desde hace ya varios años y apenas me acabo de recuperar. Ya sé que me van a juzgar y que me van a molestar, por eso prefiero no hablar. Me asusta la universidad porque no quiero volver a vivir mi pasado y cómo soy muy tímida no sé cómo voy a hacer amigos. Vivo con ese miedo todos los días”, explicó.


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Desearía haberle dicho que la universidad es diferente y que los adultos no son tan idiotas pero no puedo porque no lo sé a ciencia cierta. Lo único que puedo decir es que lo más probable es que las cosas mejoren algún día.

Ana Bird tiene veintitantos y trabaja como asistente en Nottinghamshire. Al igual que yo, no le avergüenza decir que sufría de bullying. Está feliz con su vida en la actualidad y habla abiertamente de cómo le pegaban, la pateaban, le ponían apodos, le quemaron el cabello con un encendedor y corrieron el rumor de que robaba cosas cuando era adolescente.

Cuando el bullying se volvió intolerable, se salió de la escuela y siguió estudiando con profesores particulares. Ahora trabaja en el área que le gusta. Dijo que “El bullying me ayudó a crear mecanismos de defensa y ahora soy una persona que se adapta muy fácilmente. Tengo mis traumas pero, como adulto, sé quién soy y me siento cómoda. Me gusta quién soy y de cierta forma le agradezco a los que me molestaron porque me hicieron la persona que soy ahora”.

Sin embargo, haberse salido de las instituciones académicas que no supieron protegerla y haber encontrado una voz propia no significa que las experiencias que vivió Ana no hayan tenido un impacto en su vida. Dijo que una de las razones por las que no quiere tener hijos es el miedo a que vivan algo remotamente parecido a lo que ella enfrentó.

“Las forma en que quiero que sean mis hijos entra dentro del estereotipo de ‘víctima de bullying’”, dijo Ana. “Educados, con un lenguaje correcto, inteligentes, amantes del estudio y amables. Me da miedo porque ya lo viví. El bullying es un factor en mi posible decisión de no tener hijos. Es triste”.

A pesar de que parece que no le afecta, los problemas que enfrentó Ana en sus años escolares sí han influido en su persona. Su confesión me hizo darme cuenta de que tal vez no quiero ser madre porque comparto su miedo en mi subconsciente. ¿Es posible que en mi interior aún crea que sufrir bullying es lo peor que le puede pasar a una persona?

El profesor Chris Kyriacou enseña sicología educacional en la Universidad de York y ha escrito muchas hipótesis sobre el bullying. Le pregunté qué define que seamos bullys o víctimas en la escuela. Su respuesta me tranquilizó: “En ciertas circunstancias, todos podemos ser bullys o víctimas”, dijo. “Pero a menudo los bullys tienen problemas en su vida personal y molestar a los demás niños es una forma de desahogarse y tener estatus social. Las víctimas generalmente solo están en el lugar y el momento equivocado”.

El bullying puede ser horrible y no se lo deseo a nadie. Si sufres de bullying, es importante que hables con alguien al respecto —ya sea con un amigo, con tus padres o con alguna institución— porque si le cuentas tus preocupaciones a alguien más, es probable que esa persona te ayude a procesarlas de forma racional. Recuerda que las cosas sí pueden mejorar, como en mi caso, el de Liam y el de Ana. Lisa va a estar bien y tú igual.

*Se cambió el nombre para mantener su anonimato

@sirenabergman