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La hija de Timoteo Mendieta, que lleva más de 35 años luchando por recuperar los restos de su padre, tuvo que acudir a la justicia argentina para lograr que un juzgado español ordenara la apertura de la fosa de su padre.
Hasta cuatro veces más abrieron la fosa en que Timoteo Mendieta fue enterrado el 16 de noviembre de 1939 junto a otros 10 hombres. El 25 de noviembre echaron dos cuerpos más. El 24 de febrero de 1940, siete. Al día siguiente, uno. El 9 de marzo abrieron la fosa por última vez para enterrar el último cuerpo. En total, 21 varones y una mujer fusilados y sepultados unos encima de otros tras los juicios sumarísimos que la dictadura franquista comenzó al terminar la guerra civil española.
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La fosa ha permanecido cerrada casi cuatro décadas en el cementerio de Guadalajara, localidad situada a 60 kilómetros al noreste de Madrid, hasta que un juez ha ordenado su apertura para que la hija de Timoteo, Ascensión, de 90 años, pueda hacer lo que ella y su familia llevan buscando toda su vida: recuperar los restos de su padre y enterrarlos en el lugar que ellos elijan.
Tras más de 35 años peleándose con la administración española, que les cerraba la puerta una y otra vez, la mujer acudió a la jueza argentina Maria Servini, quien instruye desde 2010 la única causa abierta el franquismo. De su oficina salió el exhorto que llegó a los juzgados españoles que por primera vez han decretado la apertura de una fosa.
Ascensión no quiso perder detalle cuando el pasado martes la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) comenzó los trabajos de exhumación — que está previsto que duren al menos 15 días — pero poco se podía imaginar que la mediatización de su caso animaría a otras familias de los que están enterrados con su padre a reclamar los restos y recuperar una historia que mucha veces ha permanecido oculta.
«Lo que estamos viendo jamás nos había ocurrido», relata a VICE News Marco Antonio González, miembro de la ARMH, entidad sin ánimo de lucro que desde hace 15 años ha exhumado más de 160 fosas en España. El equipo de antropólogos lleva tres días trabajando en la fosa y la zona es un goteo constante de familiares que se acercan a ver lo que están haciendo y a pedir información sobre dónde están enterrados los suyos y si es posible recuperar sus restos.
«Normalmente son las familias las que nos traen información para que empecemos a investigar y lo habitual es que las conozcamos antes de comenzar la exhumación», explica. En la fosa de Timoteo Mendieta ocurre lo contrario y es la asociación quien está ofreciendo información a los familiares.
Rubén Notario, de 33 años, se ha acercado con sus tíos abuelos porque ha visto por televisión que estaban abriendo una de las fosas — la segunda de un total de 19 colocadas en paralelo una junto a otra —. «Mi bisabuelo [y padre de sus tíos] y su hermano están aquí enterrados y hemos venido para averiguar cómo podemos recuperar los restos», cuenta a VICE News.

Marca de bala encontrado en la pared que hay al lado de la fosa de Timoteo Mendieta. (Imagen vía ARMH)
La asociación les enseña el libro de enterramientos del cementerio — «muy prolijo en detalles», apuntan desde la ARMH — y descubren que llevan toda la vida colocando flores en la tumba equivocada. «Siempre hemos creído que mi bisabuelo, Domingo Écija Buendía, estaba enterrado en la primera fosa pero en realidad está en la tercera», explica. Para esa no hay orden judicial pero sí podrán recuperar los restos de Ciriaco, enterrado el 25 de febrero de 1940. «Eran tres hermanos y vinieron a buscar al mediano porque era comunista, como no lo encontraron se llevaron a los otros dos y los fusilaron con mes y pico de diferencia», cuenta Notario.
Ciriaco no tenía hijos cuando lo mataron pero Domingo dejó a cinco y dos de los tres que quedan vivos son los que ahora han dejado sus muestras de ADN a la ARMH.
A la salida del cementerio se encuentran con Ascensión, quien se acerca a ver cómo van los trabajos con una de su hijas y dos de los abogados de la conocida como querella argentina, Ana Messuti y Máximo Castex. Los tres nacieron en el mismo pueblo, Sacedón, y tratan de recordarse quiénes eran unos y otros cuando vivían allí.
«Hay una necesidad de contar una historia, que no es única sino que es un colectivo entero de víctimas al que se le ha negado el derecho a recuperar su memoria», señala a VICE News Raúl de la Fuente, psicólogo voluntario de la asociación, quien siempre está presente en las exhumaciones como apoyo a los familiares.
«A veces las historias permanecen en secreto en las propias familias, o sin que nadie a ajeno a ellas las conozca y ocurre como aquí, que de repente vecinos de toda la vida se están enterando de que tienen un pasado común al encontrarse junto a la fosa», señala.
Los familiares que van llegando al cementerio se saludan entre ellos. Son de pueblos cercanos, o han crecido en ellos y se conocen desde hace años. «¿Tú también tienes…?, preguntan unos señalando a la fosa donde trabajan los antropólogos. Los otros asienten.
«Vimos la lista de los que estaban enterrados con Timoteo Mendieta en las redes sociales y estaba el nombre de mi tío», cuenta una familiar de uno de los fusilados, Valentín Alcantarilla Mercado, que prefiere que su nombre no salga en los medios. Aún se le pone la carne de gallina cuando recuerda lo que sintió al ver que su tío estaba en la lista. «Mi padre [hermano del asesinado] jamás habló de lo que pasó pero en mi casa siempre hemos oído hablar de mi tío, de que alguien le denunció y yo recuerdo cuando era pequeña venir alguna vez con mi abuela al cementerio», dice, y añade: «La llamaban la fosa de los apestados».
‘Hay una necesidad de contar una historia, que no es única sino que es un colectivo entero de víctimas al que se le ha negado el derecho a recuperar su memoria’.
Carmen tenía ocho años cuando las autoridades franquistas se llevaron a su tío, el mismo del que habla su prima. «Una mujer dijo que había intentado tirar a su marido por un terraplén pero era mentira», relata. Coincidió en la cárcel con el que luego fue su suegro. Él fue quien les contó que Valentín supo que el 24 de febrero le matarían porque le habían dejado afeitarse. «Hoy me toca», le dijo.
La mujer, que aún vive en Sacedón, se acerca todos los días a ver cómo va la exhumación. Hoy ha traído café en un gran termo y lo va repartiendo entre los que trabajan en la fosa, demás familiares, abogados y activistas por la memoria histórica que observan los trabajos de recuperación de restos. De repente, recuerda que su tío tenía una cojera. «Había tenido un tumor en la cadera», le cuenta a Marco Aurelio González, quien le explica que «es un gran dato» para ayudar a los forenses en la identificación de su tío.
«Lo que está ocurriendo aquí demuestra que es un proceso que se puede hacer con normalidad, que no hay ningún problema por abrir las fosas y que es bueno que ocurra», afirma Máximo Castex, uno de los abogados de la querella, que habitualmente lleva el caso desde Argentina pero ha querido viajar hasta España para estar presente en la exhumación. Explica que ya tienen listos nuevos exhortos para pedir la apertura de otras fosas.
Caridad y voluntariado para desenterrar a las víctimas del genocidio franquista. Leer más aquí.
«Casi todos los objetos que encontramos son hebillas de cinturones o restos de ropa y de suelas de zapatos», explica el antropólogo de la ARMH que dirige los trabajos, René Pacheco. «Todos venían de la cárcel por lo que ninguno llevaba encima objetos personales», dice. La asociación, que sobrevive con las cuotas de los socios y gracias a un premio otorgado el año pasado por los Archivos de Brigada Abraham Lincoln (ALBA), es quien está pagando todos los gastos de la exhumación.
El Gobierno del PP, que ha gobernado los últimos cuatro años, acabó con las ayudas de las víctimas de la dictadura y que hasta entonces servían para costear al menos una parte de la apertura de las fosas.
La asociación, y diversas administraciones, calculan que existen 2.000 tumbas comunes repartidas por todo el país, donde hay enterradas más de 114.000 personas. Desde que el martes 19 de enero comenzaran los trabajos para recuperar los restos de Timoteo, ningún partido a nivel nacional se ha puesto en contacto con la entidad para interesarse por los trabajos.
Mientras el viernes se desata la tormenta política con Podemos ofreciendo al PSOE un gobierno de coalición y el PP rechazando la propuesta del rey a formar un ejecutivo, Ascensión mira atenta cómo los antropólogos siguen recuperando más huesos. Los restos de su padre serán los penúltimos en aparecer puesto que según el registro del cementerio fue el segundo al que enterraron. Sobre él sepultaron otros 20 cuerpos.
Menuda, con el pelo completamente blanco, un poco sorda pero perfectamente lúcida deja bien claro lo que ocurrió: «Mi madre no se quedó viuda, la dejaron viuda». Ahora, sus vecinos la paran en el mercado después de que la hayan visto por televisión y la felicitan por lo que ha conseguido. Ella sonríe de oreja a oreja y la cara se le ilumina igual que cuando piensa que todo lo peleado durante más de 35 años está a punto de terminar. «Ya queda menos», dice y Ascensión vuelve a sonreír.
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