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Música

¿Por qué no se vende comida en el club?

"Sueño con el día en que los clubes, a lo ancho y largo de Colombia, sean salas llenas de Funktion One, chorizo y chicharrón".
Ilustración: Sara Pachón

Ya es más de medianoche, el DJ ya te puso ese track de Pearson Sound que llevabas esperando hace horas, tus papilas gustativas no quieren saber más de alcohol, el debilitamiento muscular comienza a jugar con tu mente. Es ahí, en ese preciso instante, cuando tu cuerpo te lanza la siguiente pregunta categórica: "Hermano, ¿no aguanta como una empanadita?"

Tus tripas secundan esa moción, por lo cual decides caminar alrededor del club con la esperanza de encontrar algún producto alimenticio. Miras hacia todos los rincones posibles, pero nada. Ves uno que otro bizcocho, pero con leggings de animal print. Por ahí no es. Te arriesgas a preguntar en la barra, "amigo, ¿de casualidad tendrías algún De Todito o algún bananito para seguir aguantando la noche?". Pero aquel sujeto robusto y engominado, mirándose su protuberante abdomen, no capta el pedido de auxilio. Nos sacaron del club.

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Este fantasioso relato seguramente puede identificar a miles de fervientes seguidores de la música electrónica a lo largo del país, quienes semanalmente asisten a los diferentes clubes de sus ciudades para distensionarse al ritmo del techno, house o drum n' bass. Aunque para muchos, aquella distensión se ve interrumpida cuando el cuerpo les exige alguito de comer. He ahí la pregunta del millón: ¿por qué no se vende comida en el club?

Yo aún tengo un sueño. Sueño con el día en que los clubes, a lo ancho y largo de Colombia, sean salas llenas de Funktion One, chorizo y chicharrón.

Vale la pena aclarar que la intención de esta duda no es fusionar masivamente cuanto corrientazo encontremos con el club más cercano. No. Sino más bien plantear la inquietud de por qué los clubes –algunos de los cuales albergan personas bailando por más de nueve horas– se rehúsan a destinar un pequeño espacio del lugar para satisfacer sanamente a quienes prefieren meterse una fruta a una pepa. "¿Qué club hace eso? O sea…", dirán los más escépticos. Berghain, la meca contemporánea del techno, tiene espacios en donde los más agotados por los interminables sets de sus DJs residentes, pueden acercarse a comprar un helado o una pequeña mezcla de frutas.

Según el reconocido entrenador y nutricionista puertorriqueño José Fernández, "es imposible aguantar jornadas tan largas de actividad física sin comer nada". Fernández recomienda comer porciones moderadas cada tres horas, con la finalidad de mantener el metabolismo en constante función. "Un pequeño sánduche o frutas como las fresas, arándanos, manzana o banano aportan fibra y una importante fuente de energía al cuerpo", asegura el "profe". Si a casi medio día de chispún le sumamos un entorno hacinado de humo, calor, licor y alguna que otra ayudita sintética, es mucho el desgaste que se obtiene en una simple noche. Promotores y dueños de clubes: dejen la vergüenza. Pedir una barra de granola o un paquete de rosquitas en la barra no le quitarán el "aire europeo" ni el estatus del gremio al club. Ofrecerle la posibilidad a la señora de ubicar su puesto informal de hamburguesas y pinchos en las afueras del mismo tampoco lo harán parecer Corabastos.

Parafraseando al gran Martin Luther King, hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Sueño con el día en que los clubes, a lo ancho y largo de Colombia, sean salas llenas de Funktion One, chorizo y chicharrón.