La pesadilla inmobiliaria

La pesadilla inmobiliaria: Vive en un palomar por 1100 euros al mes

Si es que te llega el sueldo.
Palomar Pesadilla Inmobiliaria VICE
Fotos vía Idealista

 

Idealista

'La pesadilla inmobiliaria del mes' es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.

¿Qué es?: Es una terraza con una vivienda construida en medio, algo que en algún otro momento podría haber sido un palomar. Donde antes había palomas cagando y comiendo y follando ahora habrá un humano, quien sabe si comiendo, cagando y follando. Probablemente follando no. Es difícil que alguien responda afirmativamente a la pregunta “¿quieres venir a follar a mi palomar?”. Follar en un palomar no es algo que atraiga a mucha gente. Os lo garantizo.
¿Dónde está?: Se encuentra en el cada-vez-más-gentrificado barrio de Sants, cuya cuña militante de asociaciones de vecinos no ha podido frenar la enfermedad inmobiliaria. Concretamente, el palomar, se encuentra en la parte más alta del barrio, en un punto limítrofe y colindante con el barrio de les Corts, el que según muchos ciudadanos anónimos es el barrio más triste y gris de la ciudad.
¿Qué se puede hacer por ahí?: Por ahí cerca hay una iglesia, en Avenida Madrid con Rambla del Brasil. Lo mejor que se puede hacer es ir ahí y rezarle a algún dios o a algún tipo de divinidad imaginada que te proteja del frío de las noches de invierno, del calor de agosto y de las lluvias que te asolaran en ese pequeño palomar. Tener un techo no significa tener una casa.
¿Cuánto cuesta?: Nada, son 1 100 euros al mes, algo que pueden pagar todas las personas excepto los mileuristas. Para un estudio de 26 m 2 útiles de un solo espacio en una zona que tampoco es la hostia quizás sea pedir demasiado. Quizás.

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En la finca donde vivía un colega hay una leyenda. La leyenda del hombre pájaro. Dicen que hace años una persona estuvo viviendo en el tejado de ese edificio, en una especie de palomar. Se ve que al propietario le gustaban mucho las palomas y que por eso construyó una estructura en el tejado comunitario para que pudieran descansar y protegerse de la lluvia y el frío.

A los pocos meses los vecinos empezaron a quejarse de los ruidos y la peste a heces y por eso el palomar se clausuró y fue readaptado como trastero en el que se guardaban herramientas y otras mierdas. Así estuvo varios años hasta que las ganas de exprimirle más dinero a la finca obligaron a reconvertir el desván en una pequeña vivienda de alquiler, en un estudio de 26m2. Algo nefasto. Primero fueron palomas, luego herramientas y, finalmente, personas. Personas como el hombre pájaro.

Y bueno, no le llamaban hombre pájaro porque viviera en un expalomar. No.

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Dicen que el hombre pájaro vivió en ese cuartucho de un solo espacio durante un par de años, acurrucado en esas cuatro paredes en las que se habían alzado unas placas de madera para generar una falsa idea de “dos espacios”. A un lado tenía un pequeño comedor y en el otro un dormitorio. Nada más. La vida del huésped en ese expalomar requería de una austeridad y ascetismo sin igual, pero al hombre pájaro ya le iba bien esto, tampoco era de esas personas que acumulaban vienes, no porque no quisiera, sino porque el sueldo que tenía solo le permitía comprarse algo de comida y el periódico de los domingos, aparte de para poder pagar el precio de ese palomar, claro.

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Por cierto, no le llamaban hombre pájaro porque viviera con muy poco y por eso se sintiera libre. No.

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El propietario había instalado una tele plana para que el huésped se entretuviera. Ahí arriba, en ese tejado, tampoco es que hubiera muchas cosas que hacer. Cocinar, tender la ropa y quedarse mirando el perfil de la ciudad. Por muy bonitas que fueran las vistas al final uno se cansaba de ver ese cielo contaminado y esas casas de ricos cerca de la montaña, vaya hijos de puta. Al final ni el cielo ni el mar ni las montañas ni los rascacielos pueden competir con la oferta audiovisual que te proporciona una buena tele con TDT y conexión a internet. Hay tantos canales que uno se pierde como en un laberinto. El puto canal número 213. ¿Cómo se llega a ese canal? El hombre pájaro se hacía unas buenas maratones en esa tele, se podía llegar a pasar un fin de semana entero viendo programas, películas y documentales.

Ah, que sepáis que no le llamaban hombre pájaro porque se pasara tanto tiempo encerrado en esa especie de jaula, no.

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Dicen que en una de esas sesiones de tele el hombre pájaro se quedó ensimismado con un documental sobre palomas. El documental decía que, si las comparamos con otras aves, las palomas están dotadas de una gran inteligencia, y no solo esto, también tienen una relación afectiva muy intensa con sus progenitores o descendientes. Las tipas se cuidan entre ellas. La gente odia las palomas porque se cagan por todas partes, molestan durante su incesante búsqueda de migas comestibles y su (a veces) deteriorado aspecto molesta la frágil sensibilidad estética de ciertas personas.

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Quizás estas personas ignoran que las palomas se reconocen cuando se miran al espejo y que son conscientes de ellas mismas o que son capaces de distinguir entre distintos grafos y comprender la diferencia entre ellos. A veces es mucho mejor la compañía de una paloma que la de un ser humano, pensaba el hombre pájaro. Los humanos le habían dado un sueldo de mierda, un piso de mierda y una soledad de mierda. Sin duda en ese expalomar se sentía más cerca de las palomas, con sus cuerpos tullidos y sus estómagos vacíos, que de los seres humanos.

Y bueno, no le llamaban hombre pájaro porque prefiriera las palomas a los humanos, no.

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Algo se le quedó al hombre pájaro de esas malditas palomas que estuvieron viviendo años antes en ese tejado, en ese palomar. Dicen que por las noches escuchaba los ecos de esos días, el ruido de alas fantasmales batiendo entre esas cuatro paredes, palomas arrullando o golpeando el suelo con sus patitas. Un ruido que atenuaba esos pensamientos terribles que le asolaban hasta justo el momento antes de quedarse dormido, todo eso del despido y de llevar un par de meses sin poder pagar el alquiler. No sé, dicen que algo pasó dentro de su cabeza porque cuando encontraron su cuerpo tirado en la calle tenía los bolsillos llenos de plumas de paloma.

Por cierto, no le llamaban hombre pájaro por eso de las plumas en el bolsillo, le llamaban hombre pájaro porque una noche se levantó, se vistió, su subió al bordillo de la terraza y saltó al vacío, como deseando poder largarse volando hacia yo qué sé dónde. No sé, eso es lo que dice la leyenda, a mí no me preguntéis.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.

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