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Viajes

Gente nos cuenta lo peor que ha hecho en Ámsterdam

‘¡Tengo que follar! ¡Necesito follar! ¡Tengo que follar!’.
MA
traducido por Mario Abad
Foto: VICE

Esta semana, la ciudad de Ámsterdam ha anunciado que va a empezar a multar a los turistas que se comporten como capullos. Así, orinar en un canal te costará 140 euros, mientras que por ir borracho por la vía pública te pueden soplar nada menos que 95 euros. Estas multas se han introducido con la intención de frenar los comportamientos incívicos que la ciudad de Ámsterdam parece generar en algunas personas.

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La campaña Enjoy and Respect (Disfruta y respeta) va sobre todo dirigida a hombres británicos y holandeses –eso no quiere decir que no haya españoles que la líen también, aunque parece que menos– de entre 18 y 34 años, al parecer los turistas que peor se portan de todos, y contiene anuncios físicos y digitales. Asimismo, los turistas reciben mensajes por teléfono cuando entran en el Barrio Rojo, la estación central de tren y las zonas de marcha más populares, en los que les advierten de que comportarse como un cretino puede acarrear consecuencias.

Para hacernos una idea del tipo de cosas que Ámsterdam quiere evitar, preguntamos a varias personas que nos contaran cuáles han sido las cosas más mezquinas que han hecho en la capital holandesa.

NICK

Estaba de Interrail con unos amigos cuando acabamos el instituto y la última parada era Ámsterdam. Todos nos comimos unas setas y nos fumamos un porro de la maría más fuerte que pudimos encontrar, porque somos así de idiotas. El caso es que acabamos dando tumbos por el centro, liándola a saco: nos poníamos delante de los tranvías, vomitábamos en los canales, nos cruzábamos en el camino de los ciclistas… Éramos el ejemplo perfecto del clásico perfil de turista que va a Ámsterdam a ponerse hasta el culo de todo, con gorras de New Era y pantalones de chándal Nike incluidos.

ABDI

Fui al Barrio Rojo con un pedal de campeonato y gritando: “¡TENGO QUE FOLLAR! ¡NECESITO FOLLAR! ¡TENGO QUE FOLLAR!”.

JOHN

Unos amigos y yo fuimos a la fiesta del Día del Rey de este año. Empezamos a beber a mediodía, a eso de las 14:00 empezamos a darle a la coca y a las 16:00 estábamos todos bailando y saltando en el barco de algún pobre hombre. Curiosamente, el tipo se lo tomó bastante bien. No nos pidió que nos fuéramos ni nada, sino que tuviéramos cuidado. Cuando pienso en ello ahora, me imagino que el pobre hombre tenía miedo de cómo podrían reaccionar seis tíos increíblemente borrachos.

Foto: Stuwdamdorp / Alamy Stock

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CHLOE

Llevaba un cuelgue muy bestia y fui al súper con mis amigos a buscar algo para picar y beber antes de volver al hotel. Mientras buscábamos zumo en las neveras, mi amiga empezó a cantar “Super Trooper”, de Abba, pero cambiando trooper por juicer. Me empecé a reír tanto que literalmente me hice pis encima. Por suerte, llevaba un vestido y no se notó nada, pero tuve que ir todo el trayecto en tranvía de vuelta al hotel con las bragas mojadas.

PASQUALE

Estábamos el fin de semana de despedida de soltero. Yo iba bastante puesto de éxtasis y me sentía muy amigo de todo el mundo, así que me dio por frotar la calva de un tipo al que no conocía de nada. Resultó que él y sus amigos eran hooligans del Ajax y se cabrearon un montón. Uno de ellos se levantó la camiseta y vi que debajo tenía una pistola. Aunque la situación era supertensa, yo estaba muy optimista. Incluso nos quedamos en el bar media hora más mientras ellos reunían a más amigos. Al final, mis amigos me convencieron de que era hora de irnos a otro sitio.

KARA

Estando de vacaciones en Ámsterdam, me atropellaron tres veces en el mismo día. La peor fue la vez que me metí de lleno en el carril de las motos mirando hacia el lado equivocado. Teniendo en cuenta que hay tres carriles de tráfico y mogollón de turistas borrachos, seguramente esto pase muy a menudo.

ALEX

A los 16 años, quince amigos fuimos a Ámsterdam y tuvimos el peor mal viaje de nuestras vidas. Mi amigo Eddie se comió un porro en una tienda de cannabis y lo abandonamos porque estaba asustando a todo el mundo. Luego intentó subirse en el barco de alguien, gritando en lo que él pensaba que era holandés, cuando en realidad no era más que un puto idioma inventado gracias a las setas mágicas. El caso es que fue una pesadilla de día y desde entonces no he vuelto a escuchar The Dark Side of the Moon porque me vienen flashbacks de aquel día. Que le den a Ámsterdam.

Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.