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Imagínate a los europeos lidiando duramente con hordas de migrantes, mientras son azotados por la brutalidad del cambio climático.
Es una imagen que describe a la Europa de hoy. Claro que también explica la realidad del continente hace decenas de miles de años.
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Después de analizar la mayor muestra recabada jamás de material genético perteneciente a humanos prehistóricos, hace nada menos que 45.000 años — el momento en que los humanos modernos desembarcaron en Europa — un equipo internacional formado por arqueólogos, biólogos y científicos de otras disciplinas han trazado el árbol genealógico de los europeos hasta averiguar quiénes eran sus ancestros.
El grupo ha descubierto una asombrosa serie de resultados que muestran desde cómo se desplazaban los primeros humanos durante la Edad de Hielo, a cómo se mezclaban y se relacionaban los recién llegados que desembarcaron en la vieja Europa durante aquel remoto milenio. Los especialistas aseguran que los hallazgos publicados recientemente en la revista Nature, contienen valiosas lecciones, unas lecciones que podrían resultar especialmente útiles para los europeos de hoy.
“Estamos descubriendo cómo se las apañaron nuestros ancestros para adaptarse”, explica Hélène Rougier, una antropóloga de la universidad de Northridge, en California, que es también una de las autoras del estudio. “La verdad es que los datos descubiertos tienen una resonancia muy actual”-
‘Todos somos un enorme cruce de razas’.
Rougier y otros expertos advirtieron enseguida que sus hallazgos son una auténtica bofetada a la triste y pacata actitud que han mostrado los europeos para con los desesperados migrantes norteafricanos y de Oriente Medio a día de hoy. Tal y como sucedió hace ya miles de años, los migrantes de hoy se han embarcado en épicos y peligrosísimos periplos para huir de la guerra, de la miseria y hasta del cambio climático, para alcanzar Alemania, Gracia e Italia y otros muchos más países de la vieja Europa.
“Nuestra historia está hecha de migraciones. Las migraciones nos explican ancestralmente”, asegura Rougier, quien considera que “lo que está pasando a día de hoy es lo que pasó en el pasado. Y no nos fue tan mal”.
Algunos de los más tempranos pobladores de Europa habrían residido en la actual Bélgica, tal y como señala un fósil de 35.000 años descubierto por los investigadores. Se trataría, no casualmente, de la misma superficie en la que ahora se concentra la capital de la Unión Europea. Claro que los científicos también han descubierto que los primeros europeos eran hombres y mujeres de piel oscura y de ojos marones. Serían los campesinos del Próximo Oriente, quienes traerían los ojos azules y la piel blanca al continente.
“Lo que hemos descubierto tiene una especial relevancia a nivel social”, explica Ian Tattersall, comisario emérito de la división antropológica del Museo de Historia de Estados Unidos. Tattersall no ha participado en el estudio, pero tiene muy claro cuáles son sus conclusiones: “Básicamente todos nosotros somos un cruce monumental de razas”.
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Los habitantes del Próximo Oriente llegaron a Europa hace 14.000 años, cuando las temperaturas ascendieron un poco. Al igual que ahora, los habitantes de entonces tuvieron que enfrentarse al aumento de los niveles del mar, a las sequías y a tormentas absolutamente catastróficas, señala Rougier.
“Estamos hablando de un periodo histórico en el que el cambio climático tuvo una influencia brutal”, señala. “El clima llegó a ser extremadamente duro. Algunas poblaciones disminuyeron en tamaño, se exiliaron a lugares donde las temperaturas eran más suaves, para luego expandirse de nuevo años más tarde”.
Durante los años que han antecedido a su desastrosa e interminable guerra civil, Siria padeció una de las peores sequías de su historia, una de las causas indiscutibles de la catástrofe humanitaria que asola el país a día de hoy. Las sequías han ejercido proverbialmente un efecto catalítico en las cosechas, en las migraciones masivas rumbo a nuevas sociedades y en los disturbios sociales que precipitan todo conflicto. Y eso es exactamente todo lo que sucedió en Siria antes del derrumbamiento de 2011.
El estudio relata las historias de distintos grupos a los que se ha bautizado con el nombre de los asentamientos arqueológicos donde han sido descubiertos.
Los Auriñacienses, los responsables de las ancestrales pinturas rupestres en las cuevas de Francia, llegaron a dominar Europa, antes de desparecer hace unos 30.000 años, algo que también les sucedería a los Gravetienses que migraron a Europa. Vivían de cazar a los peludos y lanosos mamuts. Después de un periodo en que los científicos no han podido determinar qué sucedió con los Auriñacienses, sus genes reaparecieron en la península ibérica hace 19.000 años. Y lo hicieron, reaparecieron, en los genes de los Magdalenienses, a quienes también se conoce por sus esculturas de renos cornudos. Los Magdalenienses migraron rumbo al norte conforme los glaciares de la Edad de Hielo empezaron a derretirse. Y poco después de que estos migraran, llegaron los habitantes del Próximo Oriente, rubios y de ojos azules.
El estudio también ha concluido que los genes de los Neardentales en los primeros humanos europeos habrían disminuido entre un 3 y un 6 por ciento hace unos 45.000 años, cuando los Neardentales todavía seguían activos en Europa, hasta alcanzar el 2 por ciento que todavía queda hoy. Todo apunta a que la mayoría de los humanos se habrían emparejado con los más primitivos Neardentales antes de llegar a Europa. Su emparejamiento habría sucedido durante el largo periplo desde África, la cuna de la humanidad, rumbo a Europa, en el que sería el primer gran éxodo migratorio del que ese tiene noticia. El ADN de los Neardentales era ligeramente “tóxico” para los humanos, aseguran los investigadores, y es muy posible que ello provocara que aquellos que se habían cruzado con Neardentales se extinguieran más rápidamente. Digamos que la selección natural eligió reducir el impacto de la huella de los Neardentales, cuyo rastro ya casi apenas se encuentra en nuestros genes.
Pese a todo, los humanos modernos y los Neardentales estamos relacionados — aunque de manera diferente — con otras especies, el cruce entre ambos no generó la descendencia que podría esperarse entre sendos humanos modernos. La investigación ha descubierto que los sistemas inmunológicos de las madres modernas podrían haber rechazado los fetos neardentales debido a algún tipo de desequilibrio genético en los ADN de ambas especies.
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El estudio se ha concentrado en el análisis de los restos de 51 personas, lo cual significa un muestrario diez veces mayor del que se acostumbra a manejar para averiguar el comportamiento del ADN en la prehistoria, explican los investigadores.
Robert DeSalle, comisario de sistemas moleculares en el museo de Historia de Estados Unidos, quien no ha trabajado en el estudio, asegura que 51 podría parecer una cifra irrisoria, y que la presencia de más muestras, obviamente, hubiese sido bienvenida. Sin embargo, 51 es una cifra suficiente como para respaldar las conclusiones de la investigación. Los investigadores ha logrado extraer genes prehistóricos de los huesos que todavía no se habían fosilizado, y li han hecho discerniendo entre lo que serían bacteria y ADN humano.
“La tecnología que han empleado es asombrosa. Si alguien me llega a decir hace 10 o 15 que esto se podría hacer hoy le hubiese tomado por loco”, asegura DeSalle.
Según DeSalle la misma urgencia que ha llevado a los científicos a desentrañar el comportamiento de la gente de la prehistoria, también habría estimulado a los humanos de entonces, que, con toda seguridad, también habrían estudiado su entorno.
“Somos una especie a la que le gusta moverse por todas partes cuanto más mejor. Y a la que le gusta explorar. Y somos una especie muy consciente de cuales son sus ancestros. No solo sabemos hacia adonde vamos, sino de donde venimos”.
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