Foto por Pabak Sarkar vía Flickr
Mírate, viviendo en casa de tus padres, comiéndote su comida y viendo lo peor del catálogo de Netflix; con tu trabajo precario. Siempre contando la calderilla que te queda en el bolsillo, llevándote el Tupper al trabajo y bebiendo las cervezas más baratas.
Un buen día (por fin), ahorras lo suficiente para irte de viaje a algún país en desarrollo, donde harás y subirás 64 fotos diarias de paisajes bañados por el sol, cócteles de frutas y de ti en alguna fiesta de esas en las que todos se ponen perdidos de polvos de colores.
Sí, te vas "de viaje". ¿Qué diferencia hay entre viajar y unas vacaciones muy largas? Ninguna. "Viajar" es uno de esos eufemismos con los que se pretende hacer que una actividad suene más intelectual de lo que es.
Lo cierto es que no hay forma humana de irte de viaje sin parecer un capullo integral, pero sí existen truquillos para viajar sin ser un capullo integral
Es como llamar a un libro de fotos "novela gráfica" o a alguien que trabaja en Costa "artista del café". "Viajar" denota aventura, como si se tratara de una especie de antropología relajada, cuando a grandes rasgos consiste en dormir con australianos, comprarse un par de pantalones de lino horrorosos y a veces acabar con una intoxicación alimentaria.
Lo cierto es que no hay forma humana de irte de viaje sin parecer un capullo integral, pero sí existen truquillos para viajar sin ser un capullo integral. El código de conducta varía según el destino, obviamente: lo que puede considerarse aceptable durante una estancia de tres meses en Tailandia puede no serlo en un Interrail por el centro de Europa.
Lo que te presentamos a continuación es una guía general.
No seas tacaña
Foto por Bruno Bayley
A no ser que planees viajar por la costa oeste de EE. UU. con un descapotable de alquiler mientras escuchas la banda sonora de The OC a todo volumen, lo más probable es que los países que visites sean más pobres que el tuyo.
¿Significa eso que puedes pasarte la happy hour detrás de tus dos caipiriñas por el precio de una, observando con cara rancia y condescendiente a los autóctonos mientras comentas con tu compañero "lo felices que parecen a pesar de sus condiciones de vida"? No.
¿Significa eso que de vuelta en tu país tengas que montar la campaña del "Mes sin carbohidratos" para recaudar fondos con los que volver y construir una escuela en una aldea precaria? Tampoco.
Lo que sí quiere decir es que deberías tener cabeza suficiente como para no quejarte cuando te cobran de más por algo. Pagar cuatro euros en lugar de dos por una carrera en taxi de 30 minutos no es tan malo cuando en tu ciudad te cobran 30 para ir al aeropuerto.
No importa lo "arruinado" que creas estar, seguramente lo estará más toda esa gente a la que le compras la verdura, los billetes de autobús o la farla. Así que, si le exiges al taxista que te devuelva el cambio, háztelo mirar.
No obligues a la gente a estar de acuerdo contigo
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Circula por ahí un mito que dice que cualquier persona que te encuentras cuando viajas es un hippy liberal vegano que quiere abrirse su propia granja sostenible en Chile. Pues que sepas que es falso. Durante un viaje te vas a encontrar a mucha gente cuyos ideales no son tan "progresistas" como esperabas.
Te encontrarás a occidentales privilegiados que parece que viajen solo porque disfrutan burlándose de la gente, como si su cultura de Hollister y collares de dientes de tiburón fuera la más elevada en la historia de las civilizaciones.
Lo que realmente descolocará tu mente liberal es encontrarte a personas de países desarrollados a las que la justicia social y la tolerancia no les parece tan buena idea. Así que ya puedes irte preparando.
Entonces, ¿qué puedes hacer cuando te toca compartir habitación con unos tipos que creen que Black Lives Matter es un grupo terrorista? ¿O cuando te das cuenta de que te has pasado la noche bebiendo con un activista en defensa de los derechos de los hombres?
Tienes dos opciones: discutir o ignorar. Escoge siempre ignorar. Te aseguro que no vas a conseguir que nadie cambie de parecer sobre el conflicto palestino-israelí entre litros de cerveza en una playa de Bali, así que no te molestes en intentarlo.
Aquí tienes una frase mágica que puedes pronunciar cada vez que algún anormal suelte una opinión que estremezca todo tu ser: "¡Joder, menudo tatuaje! ¿Cuándo te lo hiciste?".
Folla con todo el mundo
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Si, al igual que yo, te has pasado toda la juventud acostándote con tíos blancos como el papel y barrigas cerveceras, vas a descubrir un nuevo mundo.
¿Sabes esos tíos bronceados que se cuidan y que solo ves en los anuncios? ¡Pues existen! Están ahí fuera, dispuestos a engañar a sus novias.
En efecto, en estos viajes hay que aprovechar, incluso aunque eso signifique salirte un poco de tus principios. ¿Que no lleva zapatos? ¡Qué más da! ¿Que la tía ha pasado dos años de adiestramiento en las FDI y es capaz de montar un AK47 con los ojos vendados? ¡Morbazo! ¿Qué vuestros países se la tienen jurada el uno al otro? Pues a echar el polvo del odio definitivo.
El único inconveniente de esta fiesta de la promiscuidad es el tema de gestionar la vergüenza una vez de vuelta a la normalidad y rodeada de amigos que no llevan anillos en los dedos de los pies.
Lo que pareció tan genial idea en aquella pool party de Argentina puede ponerte el estómago del revés al rememorarlo en tu cabeza. Pero oye, ten en cuenta de que al cerebro humano se le da muy bien eso de compartimentar. Sé que no es un consejo de psiquiatra profesional, pero intenta olvidar esos recuerdos con todas tus fuerzas.
Y sobre todo: siempre repito: siempre debes rechazar la solicitud de amistad del día después.
No te hagas un puñetero tatuaje
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Un cuerpo es algo suficientemente hermoso como para intentar mejorarlo con un tatuaje de un atrapasueños o de tu nombre mal escrito en cantonés.
No lleves pantalones harén
Sí, este es el look correcto. Vía
No es fácil tener buen aspecto mientras se está de viaje. Toda tu ropa está hecha un higo en la mochila, cubierta de manchas de sudor y de protector solar. Lo de las duchas calientes es un lujo infrecuente. Hueles mal. Sin embargo, hay una delgada línea que separa el hecho de ir un poco desaliñado y el de ser el tío del albergue que se ha puesto los mismos horrendos pantalones harén de color rojo, verde y amarillo todos los días durante tres meses.
Es triste, pero hay que admitir que a veces un viaje puede cambiarte, por muy cínica y borde que intentes parecer. Durante mi segundo mes de viaje por Centroamérica, dejé que una chica de Tel Aviv me hiciera una trenza con una pluma entrelazada. A veces me despierto con sudores fríos al soñar con ese momento.
Pero todo tiene un límite. Que estás en Sudamérica, no en un festival de música. Eso implica: prohibidos los bindis, las cintas con plumas en la cabeza, los zapatos sin calcetines o los shorts tan shorts que se te ve el culo entero.
Come de los puestos callejeros
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Este no es el consejo típico. Ya sé que la mayoría de gente te dirá que si quieres evitar cagar muy fuerte cada quince minutos, lo mejor es no comer nada hasta que llegues a un supermercado o a un restaurante decente.
Pero en serio: la comida de la calle es baratísima y casi siempre está elaborada por alguna adorable anciana que sabe bien lo que hace y ha alimentado a toda su familia con esa misma receta. Al fin y al cabo, vas a pillar una diarrea hagas lo que hagas. Al menos, que sea tomando comida barata y autóctona.
Échate una siesta
Si te alojas en un hostal, seguramente compartirás una habitación pequeña con otras nueve personas que se tiran pedos mientras duermen y se pajean sobre sus almohadas. Además, el 30 por ciento de las veces habrá gente que intente follar en la ducha en suite.
Por eso lo más razonable es pasar el menor tiempo posible en la habitación. Si estás muy cansada, échate una siesta a media tarde: casi todo el mundo seguirá fuera y las de la limpieza habrán ventilado la habitación.
Cuando se te acaba el dinero
A ver: no han sido tus padres los que se han llenado una mochila entera prácticamente solo de condones de sabores para ir a hacerse las Américas, ¿verdad? Ni tampoco son ellos los que se han gastado todo el dinero que tenían ahorrado en deportes acuáticos y cocaína. Has sido tú. Solo tú. Así que, incluso si tienes la fortuna de poder llamar al banco Padres Cash para pedirles 500 euros más, no deberías hacerlo.
No te imaginas lo fácil que puede ser conseguir un trabajo en el extranjero. Muchos dueños de bares verán tu desesperación y estarán encantados de que les eches un cable por un dinero.
Si empiezas a tener apuros de verdad, entonces quizá sea hora de volver a casa.
Traducción por Mario Abad.