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Noisey

El escapismo ambient de Lil Yachty

Cuando volví a navegar por el mundo tras haber dejado los antidepresivos, 'Lil Boat' me transportó a un santuario de calma y tranquilidad, muy lejos de la realidad.
Ryan Bassil
London, GB

Portada de 'Lil Boat'

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Cuando sufrimos depresión –o al menos cuando yo sufro depresión– encontramos una sensación de confort en lo familiar: la calidez por debajo de la manta y el resplandor de la pantalla durante una maratón de Netflix. O, en mi caso, escuchar una reconfortante lista de reproducción donde siempre hay lugar para el Ruins de Grouper (la música ambiental que se ha convertido en mi santuario). Escuchar algo que se pueda clasificar remotamente como 'música nueva' entraba junto con el sexo y la comida en la lista de actividades o aficiones que alguna vez me resultaron placenteras y luego dejé de disfrutar.

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Pasé todo el verano escuchando hablar de Lil Yachty, desde el momento en que apareció al frente del desfile de Yeezy Season 3 de Kanye West en Madison Square Garden, prácticamente sin moverse ni un centímetro, como si fuera el modelo de pasarela más aclamado del momento. Es el rapero de Atlanta que nació para hacerse viral; el adolescente responsable de uno de los mayores éxitos del año, "1 Night"; la superestrella lista para triunfar con esa cabeza llena de rastas rojas. Era una propuesta interesante, pero no acababa despertar en mí el deseo de escucharle. Mi nueva dieta de antidepresivos hacía que me costara interesarme por algo que no conociera ya de antes.

Pero cuando dejé los antidepresivos unos meses después, fue como si de repente se hubiera dispersado la niebla. Es un proceso que puede ser arduo tanto desde el punto de vista mental como físico, pero en mi caso, por lo general, estaba encantado de poder volver a sentir algo. Lloré, me sentí feliz y a pesar de fluctuar entre esas sensaciones como uno de esos botes de goma en forma de banana, empecé a volver a sentir un importante sentido de identidad. En lugar de estar protegido por un resplandor estéril e insípido, el mundo empezó a presentarse ante mí con toda su belleza y tristeza, y todas esas otras cosas que forman parte de la experiencia de sentirse vivo.

En esos momentos de claridad y frescura, empecé a escuchar con atención a Lil Yachty. Por primera vez en siglos, pude procesar, interpretar y asimilar música nueva; y lo que es más importante, la pude sentir. En temas como "One Night" o "We Did It", Yachty y su colega y productor The Goodperry crearon retratos de relajación y excursiones de verano a lagos vírgenes. Escuchar esa música era como sumergirme en un artículo de doble página de National Geographic. El mundo alternativo que me presentaban se convirtió en la tranquila presencia que necesitaba cuando empecé a moverme por el mundo desconcertante que me encontré al dejar los antidepresivos.

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En los meses después de su aparición en el desfile de moda de Kanye West, Yachty pasó del terreno de los vídeos virales que tienen los días contados a convertirse en la superestrella que estaba destinado a ser. Por una parte, la gente le adora; por la otra, también ha generado controversia. Es la dualidad perfecta. Es un artista nuevo y fresco, pero también ha cabreado a los hip hoperos de la vieja escuela. Pero olvidémonos del pasado y vivamos el presente.

Los mayores delitos que se le atribuyen entran en alguna de estas tres categorías: cree que The Notorious B.I.G está sobrevalorado (un sacrilegio para cualquiera que haya nacido antes de 1985), sus pintas y forma de comportarse no coinciden con la mayoría de raperos que conoces (habla entre dientes en las entrevistas y le falta chulería), podríamos describirle como un rapero que gorjea (sus canciones se parecen más a unas rimas de guardería que a los mejores versos de la historia del rap).

Al final, todo esto que le recriminan a Yachty sus detractores se reduce a una sola cuestión: le falta substancia para que le tomen en serio como artista. Está claro que sus letras no son progresistas ni creemos que tendría muchas posibilidades de ganar una batalla de freestyle, pero la música es algo subjetivo, y si la consideramos como un vehículo capaz de transportar al oyente hacia fuera de la realidad, entonces tenemos que decir que Lil Yachty es un joven maestro. La sustancia está ahí, solo que enterrada en la sensación que es capaz de conjurar, en lugar de encontrarse en las letras que escribe.

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Tradicionalmente, el rap se ha ocupado de evocar imágenes de lugares muy reales: Nas ilustra a los drogadictos del puente de Queens, en Nueva York, por ejemplo, o N.W.A documenta la realidad de las calles de Los Ángeles. Pero el incomparable talento de Yachty está en presentar un mundo que existe fuera del retrato de una ciudad o incluso una realidad. Llevándonos a un lugar celestial más allá de lo que podríamos considerar una base atípica para el rap, su obra dibuja un mundo relajado y tranquilo que viene de los sueños, de la hermosa aura de la colección de Studio Ghibli, una especie de paraíso etéreo y virtual.

De algún modo, el entorno de calma que rodea al trabajo de Yachty comparte alguna similitud con la música ambient. Del mismo modo que un disco como Green de Hiroshi Yoshimura me puede recordar a la quietud de un jardín de agua japonés que todavía no he visitado, un tema como "Never Switch Up" de Lil Yachty transporta mi mente a un lugar donde me encuentro permanentemente en paz. La sensación de suavidad y ligereza que transmite su música puede que nos eche para atrás al principio, pero si la escuchamos en el momento adecuado, resulta profundamente relajante. Mientras mi mente estaba a punto de explotar a causa de la ansiedad provocada por el abandono de la medicación, Yachty me ayudó a moverme hacia un lugar más seguro y confortable.

Desde el punto de vista narrativo, los dos discos de Lil Yachty tratan sobre tres personajes: el tío Darnell Boat –el alter-ego de mediana edad de Yachty– y sus dos sobrinos, Lil Yachty y Lil Boat. El tema marítimo también resulta visual y tangible, su panda se hace llamar el "Sailing Team" (equipo de navegación), lleva casi exclusivamente ropa vintage de la marca Nautica y en la portada de Lil Boat vemos a Yachty en medio del mar sobre un bote de madera. Es un mundo que da pie a un retrato apacible e idealista, que no se aleja demasiado de la relajante extensión del océano abierto. De algún modo, lo que sea que Yachty nos esté diciendo desde estos lugares subconscientes parece casi irrelevante; es la combinación estética de su tono de voz, la producción y arte lo que forma estos paisajes, no los mundos. Su obra se define por esta sensación general, la suma de todas las partes, más que por un único componente.

Todo gran artista está dotado de una cualidad única y específica que le hace sobresalir del resto. Un punto que utilizan para venderse y que hace que les adoremos y aborrezcamos en igual medida. Kanye quiere mejorar el sentido de aprecio de la gente que le escucha; o tal y como él dice: "hacerte creer que puedes superar la situación con la que luchas en cada momento". Kendrick es el artista de referencia para esta generación si lo que busca es un disco basado en una narrativa fuerte. Si escuchamos un disco de Drake sentiremos la frescura más que nunca. Pero Yachty todavía no es ese tipo de artista y, de hecho, puede que nunca llegue a serlo. Aunque lo que sí tiene es esa característica única que lo separa del resto. Puede que no sea el mejor rapero de 2016, pero ha logrado crear un mundo único que se separa de la realidad. Como dijo en una entrevista con i-D a principios de año, también es un artista que se basa en los principios de "positividad", "genialidad" y "amistad".

Durante esos momentos de frescura, en el periodo en que dejé de tomar antidepresivos y empecé a ser otra vez un ser humano capaz de sentir emociones, volví a la música de Lil Yachty una y otra vez. Y una y otra vez. No porque quisiera escucharlo rapear, sino porque quería sentirme inundado por el ambiente que crea su música. Esa sensación es importante y, ahora mismo, puede que sea una sensación que solo Lil Yachty es capaz de transmitir. Escucharle improvisar sobre temas instrumentales de k-pop es lo más cerca que consiga estar algún día de una nube: libre, flotando, sin preocupaciones. Son cualidades que, creo que todos estaremos de acuerdo, todo el mundo quiere experimentar de vez en cuando.

Traducido por Rosa Gregori.