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Cultură

Trabajé de noche durante cinco años y fue un infierno

Comprobé en mis propias carnes que no hay nada que compense los problemas físicos y psicológicos de trabajar por la noche.

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Era 2008 y la burbuja inmobiliaria se desinflaba de manera silenciosa, como un rumor lejano de crisis. Mi antigua empresa, el call center de una famosa web de apuestas online donde atendíamos llamadas de simpáticos ludópatas y vividores, había cerrado de un día para otro, una de las primeras víctimas del desastre que se avecinaba.

Lejos de echarme las manos a la cabeza y rezar por mi vida, un despido improcedente con su respectiva indemnización era, para un chaval recién llegado a Barcelona como yo, el equivalente a unas vacaciones pagadas que pensaba fundirme noche tras noche en Apolo, Razzmatazz o aquellos primeros Nasty Mondays en Fellini. No obstante, en un atisbo de la madurez que sigue sin llegar, decidí echar dos currículums contados en cualquier curro que pagase más de 1200 euros (de hecho, el salario fue lo único que miré a la hora de aplicar en las ofertas).

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Recordemos que es 2008. Para quienes no estaban insertados en el mundo laboral entonces, aunque había habido un incremento del paro, seguíamos lejos del 25% actual y el gran pelotazo no tuvo lugar hasta justo el año siguiente. Eso se traducía en que el ritual de búsqueda de trabajo se limitaba a pasar la mañana poniendo currículums en webs de empleo para ser llamado aquella misma tarde.

Así que una mañana de resaca post Apolo, recibí una llamada de uno de esos dos empleos a los que aspiraba: una multinacional compañía de seguros necesitaba gente para el departamento de Asistencia en la Carretera. Todo eso me importaba más bien poco: lo bueno era que pagaban 1200 euros. Una vez contratado, lo segundo que hice tras presentarme fue preguntar por el horario nocturno.

Ya en mi anterior trabajo descubrí la existencia de ese maravilloso turno donde hay menos carga de trabajo y se cobra más, pero el prematuro cierre de la empresa me impidió probar aquellas mieles nocturnas. Así que me fijé como objetivo a largo plazo acabar entre los privilegiados que formaban parte de dicha guardia nocturna. Dos años después, mi guardia comenzó.

Trabajar de noche básicamente te mata poco a poco.

Lo primero que hice, como buen hipocondríaco, fue mirar los posibles efectos adversos a la salud. El primer dato: ningún médico recomienda dicho trabajo. En resumen, es tan jodido para el cuerpo que no hay manera de hacerlo sano. Ni durmiendo en una cámara aislada de ruido y luz, ni siguiendo una dieta milagrosa, ni cambiando tus horarios de manera estricta… Tu cuerpo no es gilipollas y sabe que le estás vacilando con eso de dormir de día. No es sólo que nuestro hígado sólo se regenere de noche, que aumente la mortalidad y morbilidad de manera disparatada o que tus ritmos circadianos sean vapuleados de manera brutal, es simple y llanamente que tu cuerpo se pudre más rápido con cada hora nocturna trabajada. A eso hay que añadirle las secuelas psicológicas: depresión, ansiedad, cambios de humor… Son tantos los efectos adversos para la salud que los profesionales de la salud se refieren a este turno como un mal necesario. Ni los jugosos sueldos que se ofrecen ni la jubilación anticipada que puedes obtener sacrificando tus horas de sueño compensan, según dicen los propios médicos.

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Vale, todo esto suena muy mal, pero al fin y al cabo soy asmático y fumador, y ya hasta el bacon es cancerígeno, así que me olvidé todo esto rápidamente cuando me dijeron mi nuevo sueldo y mis horario. Básicamente trabajaría semanas alternas, lo que hace aproximadamente 15 días de trabajo y 15 días libres mas vacaciones. Y claro, como todos estos trabajos, iba a ser "temporal". Pero el año o dos planeados pasaron rápidamente a cinco y pude experimentar todos esos efectos en mis carnes.

Créeme, da igual lo que te obsesiones (que te obsesionarás) con tu sueño, las curas de sueño que intentes, los trasnocheos que hagas para cansar a tu cuerpo, las pastillas que tomes, que insonorices tu habitación… Si tu cuerpo decide dormir tres horas en tres días como venganza, no hay nada que hacer.

Pasé de no haber cogido jamás la baja laboral a casi encadenarlas, de ser la persona más estable mentalmente del mundo a acabar llorando porque el día estaba demasiado soleado y bonito o enfermar tres veces en menos de un mes en pleno verano.

Probablemente el reflejo de mi futuro estaba en uno de los compañeros que en ese momento negociaba su despido tras nueve años de trabajo nocturno. Una persona en los huesos, con una acusada paranoia y brotes de locura que rozaban la psicosis. Por aquel entonces militaba en el sindicato de la compañía y me tocó acompañarlo a dicha negociación, esa fue la primera vez que coincidí con el capullo de recursos humanos: "Este tipo está muy jodido". Asentí.

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A parte de todas estas horribles secuelas a largo plazo, el turno nocturno tiene un hándicap inmediato que se convierte en tu enemigo constante: tu ritmo circadiano. Básicamente intentas engañar a tu cuerpo cada semana: una de ellas le dices que por la noche se duerme, y cuando el muy capullo se lo cree, le dices "Oye, ¡Que era broma, que se duerme por el día!". Y tu cuerpo se enfada bastante con eso. Estos cambios, que cada año cuestan más, hacen que tu "semana libre" se convierta en un tiempo en el que intentas llevar una vida normal mientras tu cuerpo decide que despertarte a la una de la madrugada tras tres horas de sueño es genial, ya que el pobre está tan confundido que no sabe qué cojones hace contigo. Esto te imposibilita tener cualquier tipo de rutina normal, y hace que estés tan cansado de dormir tan mal y poco, que te pasas el día prácticamente como un zombie. O un vampiro (de los de verdad, no de esos que brillan por el día).

Créeme, da igual lo que te obsesiones (que te obsesionarás) con tu sueño, las curas de sueño que intentes, los trasnocheos que hagas para cansar a tu cuerpo, las pastillas que tomes, que insonorices tu habitación… si tu cuerpo decide dormir tres horas en tres días como venganza, no hay nada que hacer. Y mejor evitar los sedantes con receta: es demasiado costoso conseguirlos y una adicción no es lo que más necesitas para tu ya maltratado cuerpo.

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Trabajando durante la noche de Fin de Año. Fotografía cortesía del autor

Supongo que no os habréis fijado en que Nochevieja cae cada año en el siguiente día de la semana. O sea, si este año cae Lunes, el siguiente será Martes. ¿No? Claro, sólo los capullos que trabajamos ese día nos fijamos en eso. O sea, que estoy condenado a trabajar siete años desde las doce de la noche a las ocho de la mañana. De empezar el año con gente por la que no derramaría ni una lágrima en el día de su muerte y salir de la oficina y encontrarme rodeado de gente que se lo ha pasado de puta madre, está drogada y probablemente folle esa misma mañana, mientras tú te vas a la cama entre lágrimas de desconsuelo (porque claro, trabajar de noche aumenta el riesgo de tener depresión).

Súmale a eso que tienes un 50% de probabilidades de trabajar en cualquier fiesta, concierto, festival o evento que se celebre, y que una relación sentimental con gente normal es prácticamente imposible cuando estás demasiado cansado para salir de casa o simplemente eres un bastardo insoportable. Y encima las tías de Tinder se acaban cansando de ti cuando tienes que agendar tus citas a una semana mínimo, o lo problemático que es despertarte con el móvil lleno de notificaciones y mensajes importantes que se te olvidan al mirarlos recién levantado, por no decir las llamadas telefónicas que atiendes a las doce de la mañana en un estado somnoliento en la que hasta balbucear cuesta, llamadas las cuales también acabas olvidando o confundiendo con un sueño. Idílico.

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La hora del lobo, como no podía ser de otra manera, no es la mejor franja para un trabajo. Es de noche cuando todo lo malo del ser humano sale a las calles. Puedo sentirme en parte afortunado por trabajar con una línea telefónica de barrera, porque de noche somos unos completos energúmenos. Siendo Asistencia en la Carretera, podéis haceros una idea de que los accidentes son el pan de cada noche (ja, ja).

Nosotros somos los que vamos a operarte a las tres de la madrugada tras un accidente, los que vamos a tu casa a las seis de la madrugada a apagar un fuego, somos el policía que para al energúmeno de tu marido a medianoche, somos el latero que te vende birras en medio de la noche.

La gente está más nerviosa, irascible y violenta. Además, cualquier persona de bien está durmiendo a las cuatro de la madrugada; sólo los gilipollas y la chusma están despiertos. Camioneros que apenas saben hablar su propio idioma, gente borracha y drogada, sospechosos conductores de Mercedes de nombre eslavo en carreteras secundarias que insisten en que deben estar en su destino en una hora sí o sí… He llegado a recibir amenazas de muerte, algunos gruístas se han negado a cargar un vehículo porque el conductor resulta ser un narcotraficante presumiblemente prófugo y más de una vez nos ha tocado hablar con un cliente que unas horas más tarde descubres que ha muerto. Y no hablemos de la luna llena. Las llamadas se disparan y los niveles de agresividad también. Niveles de agresividad de los cuales no estamos exentos nosotros, por supuesto (sí, cuando no escuchas nada no es que te hayamos colgado, es que hemos puesto el Mute y nos estamos acordando de toda tu familia).

Pero es que encima para toda la sociedad eres un vago que vive de lujo.Lo de vago sí que es cierto, pero no por trabajar de noche: probablemente sea el mayor esfuerzo que jamás hice. Y el sueldo no está mal, cierto es, pero la gente no suele ser consciente de que no se puede extrapolar el trabajo diurno al nocturno. Tu rendimiento jamás es el mismo, y sólo el estar despierto ya sería un trabajo digno de remunerar. No hace mucho, a raíz de la iracunda publicación de un usuario de un Hospital en México al ver cómo el personal de un hospital dormía en su jornada nocturna, twitter se inundó del hashtag #YoTambiénMeDormi, donde muchos otros enfermeros y médicos se solidarizaban mostrando fotos de ellos mismos durmiendo en su jornada laboral. Para el perfil de ciudadano que disfruta exigiendo sus derechos a costa de los ajenos, esto puede sonar a locura, pero todo trabajo nocturno es un trabajo de urgencia. Es una persona que sacrifica su salud y horas de sueño para prestar un servicio, algo que no tiene compensación económica. Negarles una cabezada cuando no tenemos faena es inhumano. A fin de cuentas, nos debéis más que una cabezada.

Nosotros somos los que vamos a operarte a las tres de la madrugada tras un accidente, los que vamos a tu casa a las seis de la madrugada a apagar un fuego, somos el policía que para al energúmeno de tu marido a medianoche, somos el latero que te vende birras en medio de la noche. O, como en mi caso, somos los que le ponemos las pinzas a tu coche a las cinco porque te has follado a aquella desconocida con las luces puestas, gilipollas. Somos vuestros héroes. Somos la puta Guardia de la Noche.