Un paseo con el taxista psicoanalista de Madrid

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Un paseo con el taxista psicoanalista de Madrid

Antonio Cabali se hace llamar a sí mismo "el antropólogo del asfalto". Nos tropezamos con un taxista que, además de llevarte a sitios, te regala estudios de la personalidad y técnicas de coaching.

"Hola, bienvenidos al servicio de taxis de Madrid. Soy Antonio, que soy el piloto, que es el nombre coloquial del conductor del autotaxi de Madrid. Tendremos un trayecto moderado, porque mi estilo de conducir es tranquilo, para que en ningún momento sientan miedo, zozobra o incertidumbre… ¿Quieren dialogar?". Mi compañero de trabajo y yo nos hemos subido a su taxi para ir a una reunión, que es (además de las urgencias) el único motivo que justifica subirse a un taxi en Madrid. Ojalá todos los taxistas ofreciesen el diálogo como una elección porque, efectivamente, no me apetece pero seríamos un par de maleducados si rechazáramos la invitación a conversar de alguien que se ha currado semejante presentación. Digo que sí y empiezo a buscar la cámara oculta.

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Por ir en el asiento del copiloto, me convierto automáticamente en su presa. Me dice que me va a hacer "un regalo" y que, solo con mirarme a los ojos, sabe que soy "una persona creativa, entusiasta y que se debate entre el bien y el mal, el querubín y el diablillo", y me aconseja hacer caso al diablillo porque me lo pasaré mejor. Me pregunta mi nombre. "¿Iago? Yuxtapuesto, auténtico, generoso, observador". Ha debido entender Yago, con "y". En la parte de atrás, a Fernando se le escapa una carcajada, lo que hace que se lance a por él. Fiable, enérgico, retorcido…" y no sé qué cualidades más, hasta completar las ocho letras de su nombre. Le aconseja perder el miedo a lo que piense la gente de él y trata de adivinar su edad. "Tienes el doble de la mitad de tus años". "No. En serio". "Vale, entre 30 y 40". No arriesga mucho el tipo.

Antonio Cabali es coach especializado en formación de directivos, cuentacuentos profesional y tiene un grupo de animación a la lectura en inglés.

"Una vez le quise dar consejos a un empresario para arreglar la situación de su compañía pero no me hizo caso", explica nuestro taxista de Coslada.

No sé si recordáis a aquel taxista excéntrico de pelo oxigenado que interpretaba Guillermo Montesinos en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Bueno, pues Antonio Cabali ("me confunden con el diseñador italiano") no solo lo recuerda, sino que se identifica mucho con él. En su opinión, es importante ofrecer algo más que ir de un sitio a otro. Unos caramelos, algo. Él ofrece "pasar un buen rato", lo que se traduce en acertijos raros, estudios de la personalidad y lecciones de vida. "Una vez le quise dar consejos a un empresario para arreglar la situación de su compañía pero no me hizo caso". El lenguaje que emplea es impecable y ágil, balanceándose entre el que usaría un lunático y el de un genio visionario. "Mucha gente me graba en vídeo con el móvil mientras les llevo".

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¿Llevarnos a dónde? ¿De qué va esto?¿Hace este numerito con todos sus pasajeros? "Sí, el 99% reaccionan con sorpresa o riéndose. Solo uno se enfadó, pero al final pidió disculpas y dejó propina". ¿Estamos ante un prestidigitador? Nos explica que empezó varias carreras, trabajó en una editorial, es coach especializado en formación de directivos, cuentacuentos profesional y tiene un grupo de animación a la lectura en inglés pero que, mientras no sale nada de lo suyo, conduce el taxi para autorrealizarse. Se queja de un gremio que no ofrece un servicio profesional, conduce agresivamente y trata a las personas de forma hostil. Es cierto que el coche huele bien y Antonio es educado. Y no es menos cierto que ambas cosas son poco habituales. "¿Quieres que te haga un test, Iago?". No quiero, pero respondo que sí.

Me somete a un cuestionario en el que tengo que elegir rápidamente entre "rezar o comer", y cosas así. Después saca una hoja y me pide que ordene varias palabras. En un semáforo, recoge toda la información y va escribiendo el resultado del test.

Nuestro taxi driver de Coslada me somete a un cuestionario en el que tengo que elegir rápidamente entre "rezar o comer", y cosas así. Después saca una hoja y me pide que ordene varias palabras. En un semáforo, recoge toda la información y va escribiendo el resultado del test mientras comenta en voz alta "¡eres cigarra total!". Me lo entrega y leo una serie de características personales acompañadas de la fecha y la dedicatoria "un pequeño detalle para un periodista singular". Este "antropólogo del asfalto", como a él mismo le gusta denominarse, ha acertado al menos la mitad de sus conclusiones pero en otras se ha tirado un poco a la piscina, como en la de que soy buen cocinero. Tiene un último as guardado en la manga. Su gran fórmula secreta: "los siete pasos de la seducción". Pregunta si queremos escucharlo y, como Jim Carrey en aquella película, le volvemos a decir que sí.

Antonio ha creado su propio sistema de seducción, con siete pasos infalibles.

"En un primer contacto con una persona, la primera regla es mirarle a los ojos. La segunda es viajar a la infancia, diciendo qué bien me has hecho viajar al patio de tu colegio cuando con tu mejor amiga ya empezabais a sentir las primeras sensaciones cálidas porque ya os enamorabais del profesor de educación física. Esto nos da paso a la tercera fase que es viajar a la adolescencia, donde destacaremos el desarrollo del cuerpo, el acné juvenil y preguntando si su primer beso fue de camaleón [el de un hombre acelerado primario que hace tal presión sobre sus labios que le hace daño en los dientes y luego intenta con la lengua meterla hasta la campanilla] para luego describir el beso que realmente debe recibir una mujer en primer orden [una leve presión moderada y, como máximo, recorrer con su lengua cada uno de los 75 pliegues labiales siempre y cuando no se quite el carmín]. La cuarta fase será ir al estado adulto, destacando la intuición. La quinta fase será hablar de la profesión, destacando que nosotros somos ebanistas y por tanto hemos desarrollado una sensibilidad especial en nuestras manos pero que, como no nos da para llegar a fin de mes, seremos topógrafos profesionales".

Las últimas dos fases son las más delirantes: "Esto provocará una generosa risa en la persona en cuestión y nos dará la posibilidad de decir que la sensibilidad de ambas profesiones nos permitirá más adelante descubrir los 98 puntos erógenos del cuerpo femenino. En la sexta fase puede ser que hubiera atracción por lo tanto si veis algún gesto por parte de la mujer indicaremos de forma suave oye, por cierto María, ¿lo que acabas de hacer significa quizá que soy atractivo para ti? En caso de respuesta afirmativa, daremos el beso moderado y veremos qué tal le sienta. Si escuchamos algún tipo de gemido pasaremos a acariciar un pecho de forma delicada. La séptima fase es la del derecho a rechazar y para ello argumentaremos por cierto, ¡buf! Qué hora mas tardía, me tengo que ir casa porque vivo con una tía que tiene problemas mentales y si no voy y le doy la medicación mañana me pasare seis horas en el hospital. Todo este proceso garantiza que antes de que lleguemos a casa después de haber rechazado a esta persona tendremos un whatsapp para una segunda cita donde ya nosotros no tendríamos que hacer nada, porque habremos conseguido hablar con la persona de sus diferentes etapas y que la inteligencia emocional se ponga al poder de la seducción. Lógicamente esto es una técnica que se desarrolla por la persona que la creó, que soy yo, y en cada persona puede funcionar siempre que tenga la seguridad y el soporte mental para poderla llevar a cabo".

No sabemos si esta técnica funciona o espanta pero Antonio Cabali es un seductor, no cabe duda, y aunque confiesa que prefiere trabajar por el Barrio de Salamanca que por el centro, sus anécdotas incluyen adolescentes borrachos y personajes de todo tipo. Nos cuenta que la semana pasada acabó de copas (él bebiendo tónica, claro) con unos ingenieros informáticos en un restaurante en el que había prostitutas camufladas ("las han echado de la calle y tienen que buscarse la vida") y, antes de llegar a nuestro destino nos anima a abusar de la ironía y cita 'la técnica del no' ("la vida es una negociación continua") que consiste -paradójicamente- en callarse y dejar hablar al otro ("el que habla pierde"). Le decimos que vamos a contar esta experiencia loca en un artículo y a compartir su móvil de trabajo (608604217). "Entonces, ¿os cobro o no os cobro? Bueno, os cobro la mitad".