El gueto de Pobeda
De vuelta en Pobeda, el jefe de la policía, Stamat Hristov, nos asegura que sabe perfectamente qué mujeres han vendido a sus hijos y quiénes son los traficantes, y añade que el origen del problema está en Grecia. "El problema está en que se permite. Estamos hablando de la legislación de dos países vecinos. Todas las transacciones se efectúan en el extranjero. Las vendedoras están aquí; son mujeres de los estratos más bajos de la sociedad, que viven en condiciones muy precarias y a las que les consume el arrepentimiento, por lo que a menudo acaban testificando contra los traficantes", nos cuenta Hristov.En la clínica de maternidad del Hospital Estatal de Burgas, el obstetra Antonio Dushepeev nos cuenta que ha llegado a recibir a pacientes embarazadas con solo doce años
La vida en Pobeda es dura. Sus gentes se ganan la vida pescando, vendiendo chatarra o regentando pequeños colmados. El único ingreso que reciben del Estado son 35 levs (17 euros) por niño al mes. Por si su situación no fuese suficientemente complicada, recientemente el Gobierno búlgaro ha amenazado con demoler las chabolas de Paboda, lo que dejaría a miles de personas sin un techo. Esa misma noche, acompañamos a una patrulla policial de ruta por el gueto. El ambiente es tenso. Las cámaras no son bienvenidas, sobre todo por parte de los líderes criminales, que rehúsan reunirse con nosotros. Un grupo de niños, subidos a los maleteros de varios coches, no paran de reírse y burlarse de nuestras caras de estupefacción. Uno de ellos nos lanzó una botella de agua, otros nos tiraban piedras, dejándonos muy claro que no nos querían allí."Me habría sacado 8.000-10.000 levs (4.000-5.000 euros) si hubiera vendido el niño en Grecia"
La pobreza, un mal endémico en Bulgaria
"Tengo cuatro hijos, uno de ellos en prisión. No tengo trabajo ni forma de ganarme la vida. Mi marido recoge chatarra en el vertedero. Tampoco tiene trabajo. Aquí, en Bulgaria, nos morimos de hambre", nos cuenta. "En 2010 descubrí que estaba embarazada. Vivía en una chabola cuando vendí al bebé. No quería que tuviera el mismo destino que yo. Quería que tuviera una vida mejor. Yo no tenía casa. Aquella gente vino y vio que estaba embarazada. Me preguntaron si quería ir a Grecia y accedí. Fui allí, di a luz y vendí al bebé. ¿Qué otra cosa podía hacer?". Siguió con su crudo relato. "Me dieron 2.000 euros. Construí esta casa, pero no me quedó suficiente dinero para pagar las deudas. Al año siguiente, di a luz a otro bebé. Tenía que reemplazar al niño que entregué. ¿Qué podía hacer, si no?", se lamentó. En ese momento, un niño entró en la casa y corrió a los brazos de la mujer. "Ya no soy capaz de entregar a un hijo a nadie. Es pecado".En 2010 descubrí que estaba embarazada. Vivía en una chabola cuando vendí al bebé. No quería que tuviera el mismo destino que yo. Quería que tuviera una vida mejor
No estoy a la venta
El problema del tráfico de menores en Kameno es tan acuciante que los niños de las guarderías públicas llevan una pulsera con el mensaje "No estoy a la venta". Entramos sin hacer ruido en una aula en mitad de una lección. Los jóvenes alumnos nos reciben con entusiasmo y los brazos en alto. Luego nos enseñaron sus dotes artísticas cantando y dibujando. La encargada del centro Maria Ivanova es también la impulsora de un programa con el que se pretende sensibilizar a niños y padres sobre la situación. "Estamos abrumados por la situación en la región. Intentamos inculcar a niños y padres valores como la familia, el amor y la unidad", nos explica Ivanova, a quien informan personalmente de muchos casos de tráfico de menores en Grecia. Los propios niños del centro a veces le explican que "su tío lo hace"."Me engañaron para que entregara al bebé, diciéndome que con lo que ganara podría construir una casa para mis otros hijos. Me prometieron 3.500 levs (1.700 euros), pero mintieron. Se llevaron al niño, lo vendieron y no me dieron ni un céntimo"
Basura humana
En un panorama de desesperación absoluta, los voluntarios de la ONG Partnership, en Varna, intentan aportar cambios positivos a la comunidad romaní de la zona. "Hay muchos chavales por aquí que sueñan con convertirse en traficantes. A menudo es un negocio familiar que pasa de generación en generación", nos cuenta Ilian Rizov, responsable de la institución. "Las madres son víctimas circunstanciales y no llegan a tomar ese tipo de decisiones solas, sino que se ven abocadas a ello debido a su entorno. Cuando una madre se plantea vender a su bebé, realmente está pensando en el bien del resto de sus hijos. Por tanto, por un lado está la influencia del entorno, y por el otro, la desoladora perspectiva de criar otro niño en la absoluta pobreza", señala Rizov. El mensaje que estos voluntarios quieren transmitir es, "No vendas a tu hijo. 500 euros te provocarán más dolor del que te puedas imaginar"."Hay muchos chavales por aquí que sueñan con convertirse en traficantes. A menudo es un negocio familiar que pasa de generación en generación"
La demanda en Grecia
"Los tribunales de Atenas instruyen casos de adopciones privadas los lunes, en el edificio número 6. Resulta curioso que ese día destaca la presencia de gran número de mujeres de una nacionalidad concreta, todas ellas representadas por el mismo abogado. Sí, un solo abogado puede llegar a representar diecinueve de los veinticinco casos diarios que se instruyen. Es extraño", señala Gegle. Y añade: "También hay casos en los que se presentan al tribunal pruebas de mujeres que han llegado a dar nueve hijos en adopción".Resulta todavía más sencillo cuando en esta red greco-búlgara participan también médicos y personal sanitario que registran los nuevos nacimientos en el hospital directamente bajo el nombre de la madre adoptiva, en lugar del de la biológica. De esta forma evitan que el proceso de adopción pase siquiera por los tribunales, ya que lo único que debe hacer el padre adoptivo para formalizarlo es declarar en el Registro Civil. De los casos investigados en los últimos años, se sabe que médicos, abogados y otros intermediarios formaban parte de estas redes de traficantes.Las adopciones ilegales se legalizan en los propios tribunales