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literatura

Trago, literatura y la guerra de Corea: una entrevista con Andrés Felipe Solano

Reconocido en círculos literarios como una promesa de la escritura colombiana, Solano pasa sus días en Seúl. Hablamos con él a propósito de su nueva novela, 'Cementerios de Neón'.

"Ayer en la noche, antes de dormirme, me pareció que tenía la novela en las manos. Hoy se me antoja todo un desastre, una empresa cansina, un para qué", escribió Andrés Felipe Solano en sus diarios de Corea en el verano de 2014. Hablaba sobre  Cementerios de neón, su novela más reciente. Una novela sobre la guerra de Corea. Sobre la participación del Batallón Colombia en esa guerra. Sobre las vidas que quedaron después de esa guerra. Sobre los fantasmas que quedaron con la guerra.

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Hace más de 15 años, Solano entrevistó a dos veteranos colombianos (uno de los cuales sirvió de modelo para un personaje del libro). Desde ahí la idea de escribir sobre Corea empezó a cocinarse. Pasaron años en los que recogió información y leyó artículos relacionados con el tema. Pero sólo fue hasta que se asentó en Seúl, con su esposa Cecilia, que la novela cogió forma. "Creo que habría sido una novela fallida si hubiera tratado de recrear a Seúl desde Bogotá o cualquier otro lugar. Haber vivido en Corea selló el destino de este libro" dijo hace poco para un diario colombiano. Tiene razón. Porque la novela es también la investigación de un veterano de guerra colombiano y su sobrino por las calles de Seúl. Por sus bares, sus restaurantes y sus calles. Pesquisas por el bajo mundo.

Cuando escribió en su muro de Facebook que la novela estaba por salir, Solano recordó lo que decía Flannery O'Connor sobre escribir novelas. Una terrible experiencia en la que por lo general se pierde pelo y se descuidan los dientes. "Todavía conservo casi todo el pelo, añadió Solano, muy pronto iré a Colombia y sabré cuantas caries me gané con este libro".

Hablamos con él sobre su nueva novela, sobre el trago y la escritura.

VICE: En Corea: apuntes desde la cuerda floja hay unas entradas en las que avisa el comienzo de la novela, dice que la idea la tienes lista y que es solo cuestión de llenar un termo con café, prender un cigarrillo y arrancar, ¿una vez tiene la idea, la novela sale sola? ¿cómo es su proceso de escritura? 
Andrés Felipe Solano: No, para nada. Es un proceso lento, lentísimo, pero lo cierto es que un temblor benigno me invade cuando empiezo, cuando sé que es inevitable que arranque. Esas primeras cinco o diez páginas salen de un envión y por lo general las descarto, pero me recuerdan por qué escribo. Logro desaparecer por un momento, fundirme con algo que me sobrepasa. En ese sentido tiene algo de experiencia mística o lisérgica. Si alguna vez llego a perder esa sensación creo que no tendrá mucho sentido para mí escribir.

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¿De dónde saco la información, los datos históricos de la segunda parte, por ejemplo, la de la guerra?
Uno de los dos veteranos que entrevisté hace unos quince años me regaló un librito que publicó por su cuenta. Es un testimonio. Eso fue lo primero que leí sobre la guerra de Corea. Después, con el tiempo, fui comprando libros, la mayoría escritos por oficiales colombianos, entre ellos uno que hizo de corresponsal de guerra para varios periódicos colombianos. Ya en Corea, cuando decidí que era hora de ponerme al frente de esta novela, busqué cualquier referencia al Batallón Colombia. También leí muchos blogs de veteranos gringos en busca de alguna referencia y Mambrú, la novela de RH Moreno Durán. Y bueno, mucho antes había leído algunos artículos de García Márquez. Tenía una cantidad muy vasta de información y cribarla para armar la segunda parte requirió un gran esfuerzo.

¿Cómo estructuró usted la novela? Se lo pregunto porque me da la impresión de que, por ejemplo, el personaje de Vladimir sirve como McGuffin para llevar la historia hacia adelante y poder contar lo que verdaderamente interesa que es la relación entre Moon y El Capitán.
Los tres personajes estuvieron desde un principio. Si bien Vladimir parece no importar mucho, es quien finalmente desenreda la historia ante el temor de Salgado a que el secreto que guarda su tío le explote en las manos. De hecho Salgado fue el último en entrar en la ecuación. Me di cuenta de que si bien iba a escribir una ficción en tercera persona —es la primera vez que lo hago— necesitaba de un personaje ancla que se asemejara en parte a mí, que por lo menos compartiera mis circunstancias.

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Dice que no le gustó para nada la novela Mambrú de R.H. Moreno que también habla sobre la Guerra de Corea. ¿En qué peligros podía caer usted al hablar del Batallón Colombia?
Me aterraba la idea de presentar un batallón lleno de personajes caricaturescos como los que aparecen en Mambrú, pero sobre todo caer en la tentación didáctica de explicarle al lector por qué Colombia se vio envuelta en esa guerra.

"A los 40 años tengo claro que el alcohol es la única droga que de verdad me interesa" —Andrés Felipe Solano.

La crítica japonesa ha definido su literatura como 'existential noir', ¿usted está de acuerdo con esa definición? ¿Por qué?
Me sorprendió cuando lo leí, e incluso pensé en que la etiqueta me incomodaba un poco pero empecé a pensar en lo que he escrito. En los tres cuentos y las tres novelas que llevo. Todas tienen de alguna manera un elemento de tensión, casi que policiaco, pero a medida que avanza la narración las preguntas sobre el sentido de nuestros actos y en general el sentido de estar vivos se entremezclan con la pesquisa detectivesca. Y bueno, también están mis referentes literarios y cinematográficos, como Rubem Fonseca y Aki Kaurismaki. Ese existential noir les debe mucho a ellos.

Una de las cosas que más me llama la atención en sus textos es su forma de adjetivar. Descripciones como 'sol vampírico', 'arboles esqueléticos', 'voz cavernosa' o 'erección marfileña' ¿Cómo nacen estas imágenes tan visuales? ¿De dónde salen?
Yo intuyo que provienen directamente de Juan Carlos Onetti.

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Ha reconocido a  Kurt Vonnegut como uno de sus escritores de cabecera, ¿por qué?
En los últimos años me he distanciado de Vonnegut quizás por el temor a no poder llegar a escribir algo como Matadero 5, pero en sueños me hace señas, me pide que recupere el humor, que no está muy presente en esta última novela, no tanto como en las dos anteriores.

El trago es un recurrente en sus textos, ¿le interesa narrar el mundo del alcohol, de los borrachos?
A los 40 años tengo claro que el alcohol es la única droga que de verdad me interesa. Por fortuna tengo buenos tragos, de hecho cuando tomo creo que soy mejor persona, más abierto, más elocuente. Y ya que he bebido desde que tengo unos 15 años pues esa relación por fuerza se cuela en mis textos, desde mi tesis universitaria sobre Raymond Carver hasta esta última novela. El mundo atenuado y otras veces eufórico que se me presenta bajo el alcohol es algo que disfruto mucho, pero no me interesa la mitología dipsómana y por otro lado tampoco creo que podría tomar a diario. Dos veces a la semana está bien para mí.

¿Qué faceta como escritor prefiere, la del observador atento a la fenomenología cotidiana (como en el caso de Apuntes) o la del arquitecto de universos y vidas autónomas (como en el caso de sus novelas)?
Las dos. Esa es precisamente la apuesta de esta última novela, conciliar estas dos formas de habitar el mundo. Espero que haya funcionado.

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En los diarios de Corea usted dice que cuando terminó de escribir White Flamingo, su primer cuento, se sintió como si acabara de meterse un pase de coca. ¿Cómo es esa relación entre la escritura y la euforia?
Aún me sorprendo cuando logro distanciarme de mí mismo por un momento y descubro que he creado un mundo paralelo a punta de palabras. Los pocos segundos que dura esta sensación me causa una euforia que quizás tenga que ver con haber desafiado a la muerte. Por lo general soy un hombre muy calmado y esa descarga de adrenalina es impagable.

Hace unos meses publicó en Facebook una canción de Ray Barreto y decía que eso fue lo primero que escuchó cuando llegó a Nueva York al salir del Lincoln Tunnel, ¿qué importancia tiene la música en su escritura? ¿Qué artistas? ¿Qué géneros?
Soy un bajista frustrado y escribir tiene que ver mucho con no haber podido ser músico, por eso me importa tanto el ritmo a la hora de escribir. Soy un omnívoro musical pero siempre están The Clash, Glenn Gould, Ismael Rivera y la trinidad conformada por Leonard Cohen, Tom Waits y Nick Cave.

Hace casi siete años la revista Granta lo escogió como una de les escritores promesas en español. ¿Ese reconocimiento le metió presión a la manera en que escribe?
No, por fortuna cuando entré en esa lista ya había comenzado mi segunda novela y la tenía más o menos clara. Digamos que ya había empezado a rodar por mi cuenta.

¿En qué proyectos anda ahora? ¿Sigue escribiendo un diario? ¿En qué está trabajando?
No llevo un diario. Solo lo llevé durante ese año en que me fui a vivir a Seúl. He pensado en arrancar uno ahora que voy a cumplir 40 años, pero también he pensado que debería aprender coreano en forma, que debería practicar kendo, que debería convencer a mi esposa de tener un duo musical…

Entre el alcohol y la escritura, Santiago se queda con ambos dos. Aparece por acá.