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Sexo

Soy una mujer adulta y todavía no sé masturbarme

He preguntado a varias expertas para que nos aclaren a mí y a otras mujeres qué es lo que hacemos mal.
Foto del usuario de Flickr Miran Rijavec 

En 1996, el mismo año en que debutó la obra teatral Los monólogos de la vagina fuera del circuito de Broadway, me resbalé al intentar salir de la bañera y me hice un moratón en la vagina. Tenía cuatro años. Me pasé la siguiente semana tocándome el moratón mientras caminaba por casa y preguntándome por qué me sentía tan a gusto y a la vez tan incómoda.

Mis habilidades para masturbarme no han mejorado mucho desde entonces. No sé masturbarme, a pesar de llevar haciéndolo desde los once años. Me solía poner la almohada entre las piernas y me movía por toda la cama, como los niños cuando fingen ser un gusano dentro de un saco de dormir. Pero no me gustaba mucho.

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A medida que me iba haciendo mayor, me pasé a la botella de vidrio de Sprite, luego al mango del peine, después a mis propios dedos y, en 2015, mi novio de entonces me compró mi primer (y de momento único) vibrador.


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Tengo una amiga que solía tener vaginismo, un trastorno que hace que los músculos de la vagina se contraigan para que nada pueda atravesarla, como cuando alguien amenaza con meterte un dedo en el ojo y lo cierras de manera instintiva. Tuvo que acudir a un profesional de la salud, que, durante varias semanas, le fue toqueteando por ahí abajo poco a poco hasta que la “curó”. Ahora ella se masturba felizmente, mientras yo sigo buscando una manera de que me salga gratis el servicio de omgyes.com.

Por cierto, omgyes.com es un sitio web en el que se puede encontrar doce técnicas demostradas para enrollarse con alguien. Contiene vídeos, se pueden seguir instrucciones paso a paso y tiene un único pago de 39 euros, pero soy tan agarrada que antes prefiero gastármelos en unas cervezas que en un sitio web que me puede proporcionar, según un par de amigas mías, información muy valiosa sobre cómo darme placer.

En cualquier caso, después de toda una noche intentando hacer gritar a mi vagina sin mucho éxito y con un tazón de cereales delante, me di cuenta de que necesitaba la ayuda de una experta.

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Waratah Karleu, que tiene un máster en Ciencias Médicas de la Salud Sexual por la Universidad de Sídney, asegura que encara la sexualidad como un “ejercicio de concienciación” y ve la masturbación como una manera de explorar el propio placer. También propone que deberíamos ponernos atractivos para nosotros mismos, dándonos un baño a la luz de las velas, por ejemplo.

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Además, recomienda que la gente “sea energía sexual en movimiento para tener una experiencia corporal completa y respire conscientemente energía sexual para que entre en el cuerpo”. Por otro lado, reconoce que no todas las parejas accederían a toquetear ahí abajo en un primer momento.

Ni siquiera había pensado en ello antes, pero ahora me parece muy evidente. Si mi pareja se pone a rebuscar en mi vagina de primeras sin ningún tipo de preparación previa, parecería que hubiera perdido las llaves y las estuviera buscando, así que ¿por qué tendría que hacer yo lo mismo?

Si no consigo que deje de parecerme aburrido, ¿cómo voy a conseguir mi dosis de vitamina Onanista?

El problema es que me aburre masturbarme a solas. No me malinterpretéis, me pongo cachonda por todo. Hay veces que le tengo que decir a mi novio que aparque el coche donde pille porque necesito hacerlo en ese mismo momento, ya sea en la mesa del pícnic o detrás de los arbustos. Me da lo mismo, siempre que él también esté cómodo con el lugar. Me preocupo por esas cosas.

Por lo tanto, he decidido aprender por mí misma cómo puedo evitar el aburrimiento al masturbarme cuando estoy a solas y pueda correrme. Estoy segura de que, por lo menos, me va a servir para cuando no pueda dormir por las noches, cuando esté estresada, cuando me ponga cachonda, cuando busque algún tipo de inspiración creativa, cuando esté distraída, cuando me aburra en el trabajo, cuando compre en el supermercado, cuando me quede encerrada en el ascensor, cuando monte en bici, cuando esté esperando en la cola del banco…

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Pero si no consigo que deje de parecerme aburrido, ¿cómo voy a conseguir mi dosis de vitamina Onanista? Después de pensar en las palabras de Waratah Karleu, recurrí a otra experta en busca de más información.

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Bonnie Bliss es sexóloga somática, terapeuta tántrica y profesora, pero es sobre todo experta en el ioni (vagina). Enseña a mujeres a descubrir su vagina a través de un recorrido guiado de tres horas que denomina “el mapa del ioni”. Se opone a la forma de pensar instaurada, según la cual la gente se centra en llegar al orgasmo, y cree que debería disfrutar más de otras cuestiones.

“Es un estado de ánimo que surge de la relajación y de una actitud receptiva, una tarea muy complicada de realizar cuando estás tensando todo tu cuerpo”, afirma. “Al conseguir ese estado, llegan los estornudos clitorianos que tan extenuantes resultan después”. Denomina “estornudo clitoriano” al momento en que “te sientes genial durante cuatro segundos y medio y después estás agotada, el polvo ha terminado y no quieres que nadie te toque”.

Me encantan los orgasmos. Mi favorito es cuando siento cómo burbujea mi cuerpo y no puedo dejar de reírme, aunque solo me corro con mis parejas. Creo que no me he corrido a solas más de quince veces en toda mi vida. Como mucho. Mi vez favorita fue cuando mi novio y yo practicamos sexo telefónico, así que no sé si eso cuenta.

“Masturbarse no es frotarse violentamente estando seca mientras ves cómo le dan por detrás a una morenaza con las tetas operadas”

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Bliss también habla de liberar tensiones en la zona pélvica. “Si queremos tener sensaciones placenteras, necesitamos primero relajar esa zona mediante el baile, la actividad y el yoga, no debemos estar sentadas todo el día y podemos masajearnos esa zona nosotras mismas. Insiste en que tenemos que aprender a amar nuestra vagina y prestarle atención, mirárnosla en el espejo, y pensar cosas positivas sobre ella. “A las vaginas no les gusta la presión ni las malas vibraciones”, añade.

Parece que se asume que las mujeres, desde que son adolescentes, están destinadas a recurrir a expertos para poder correrse, y la idea de hacerlo desde un punto de vista masculino resulta absurda. Como una amiga mía me dijo, “masturbarse no es frotarse violentamente estando seca mientras ves cómo le dan por detrás a una morenaza con las tetas operadas”, y una quemadura en la vagina provocada por la fricción no parece que sea lo más cómodo del mundo, por no decir otra cosa.

Karleu y Bliss creen que no existe una “fórmula mágica” para llegar a tener orgasmos de una hora de duración que te cortan la respiración. Solo tienes que tomarte el tiempo necesario para conocer y explorar tanto tu cuerpo como a ti misma y aplicar ese aprendizaje a tu sexualidad.

Anoche volví a leer y escuchar mis conversaciones con Karleu y Bliss, apagué el ordenador y me di un homenaje. ¡Y no me aburrí! Además, tampoco me entró un ataque de risa de esos de diez minutos y, no solo no me aburrí, sino que me lo pasé muy bien.

Todavía me molesta un poco que a mi novio se le dé mejor que a mí hacer que me corra, pero toda esta nueva información ha cambiado mi perspectiva con respecto a la masturbación. Ahora veo mis dedos, mis manos, los espejos y mi vagina de manera diferente. El orgasmo no es el objetivo, sino una parte más de todo el proceso, como explicó Waratah.

El futuro se ve de otra manera estando húmeda.

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Este artículo apareció originalmente en VICE AU.