Felix Zwayer: berrinchudo e incomprendido

“Un partido será controlado por un árbitro, quien tendrá la autoridad total para hacer cumplir las Reglas de Juego en dicho encuentro”, así habla el documento oficial vigente de la FIFA sobre las facultades del juez central. Félix Zwayer, quien sacudió las redes sociales al abandonar el terreno de juego de la Bay Arena en respuesta a la tardanza del técnico local, Roger Schmidt, para irse a la tribuna, arguyó que (en ejercicio de su poder legal y legítimo) expulsó al estratega del Chicharito Hernández por “repetidas acciones antideportivas”.

Lo fascinante del incidente fueron los minutos de interrupción e incertidumbre en que todas las especulaciones salieron a flote. Para el aficionado latino, las suspensiones parciales o definitivas suelen darse cuando las condiciones de seguridad no están garantizadas: cuando una bengala, una lata con gas, una moneda, un hielo, una botella de vidrio, una piedra o algún tipo de líquido vuela desde la tribuna e impacta la humanidad de alguno de los protagonistas; cuando uno o varios aficionados superan las vallas para ir y agredir; cuando hay gresca entre jugadores y cuerpos técnicos. Serbia, Brasil, Argentina, Albania, Italia; racismo, homofobia, ultranacionalismo, violencia. Y, sin embargo, nada de eso ocurría en Leverkusen: simplemente Schmidt quería que Zwayer fuera a explicarle el porqué lo echaba del campo.

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¿De verdad estaba Zwayer facultado para proceder como procedió? En cuanto a “Poderes y Deberes”, según lo estipulado por la FIFA, el árbitro:

  • interrumpirá, suspenderá o abandonará el partido cuando lo juzgue oportuno, en caso de que se contravengan las Reglas de Juego.
  • interrumpirá, suspenderá o abandonará el partido por cualquier tipo de interferencia externa

Foto: Screen Youtube

Si el primer punto nos habla de la autoridad de la cual sí disponía Zwayer para llegar hasta donde llegó como modo de proceder ante simples infracciones de juego, el segundo nos habla con muchísima ambigüedad del abandono en respuesta a “interferencias externas”; eso que conocemos como cuando las condiciones de seguridad no están garantizadas. Estamos tan acostumbrados, en otras palabras, a ver suspensiones o interrupciones ocasionadas por desmanes y violencia física y verbal en tanto interferencias externas, que lo de Zwayer nos ha parecido a todos el simple dislate de un niño berrinchudo.

Pero la ambigüedad con que la FIFA habla de “cualquier tipo de interferencia externa” ciertamente ha tergiversado hasta poner en los hombros del árbitro cargas que no le corresponden. Los silbantes en última instancia sólo sancionan lo deportivo, mas no recae en ellos la responsabilidad de juzgar cuándo sí y cuándo no se garantizan las condiciones de seguridad. La palabra “seguridad”, incluso, sólo aparece mencionada tres veces en las 139 páginas de las Reglas de Juego y esto es en lo relativo a las porterías, al uso prohibido de cualquier tipo de joyas y al protocolo para la atención de futbolistas lesionados. Por lo tanto, los responsables de garantizar la seguridad (entendida como integridad física y moral) en todo aquello que no es parte del Juego mismo son los cuerpos de la autoridad civil.

Lo de Zwayer viene a recordarnos, por redundante que parezca, que el árbitro de un partido de fútbol sólo tiene autoridad sobre el partido de fútbol. Las más de las veces eso que la FIFA llama “cualquier tipo de interferencia externa” son actos violatorios del orden público y/o de derechos de terceros que no corresponden ni a Zwayer ni a sus colegas alrededor del orbe. Los muchos casos reabiertos por familiares de víctimas inocentes en estadios ingleses sin medidas de protección civil ni protocolos de emergencia durante el siglo pasado en efecto hablan de graves negligencias de parte de la policía británica en tragedias que se han solido archivar en la carpeta del “hooliganismo”.

Del mismo modo, lo de Zwayer también nos recuerda que el árbitro debe sancionar de acuerdo a las Reglas de Juego en un entorno donde los de negro cada vez más suelen alargar los medios tiempos o mandar a la pausa de rehidratación sin motivo verosímil atendiendo a los tiempos de la televisión y no a sus “Poderes y Deberes”. Los actos de Zwayer, el alemán berrinchudo, nos obligan a comprender bien cuál es el poder del árbitro, cuál el de la autoridad civil, y cuáles son sus límites y qué debemos exigirles.

@CesarKickoff