Todas las fotos por Carlos Molina
Llegó la primavera al cono sur de América y con ella uno de nuestros festivales favoritos: Fauna Primavera. El festival volvió a apostar por esas bandas que nadie más se atreve a traer hasta este lejano Chile, y nos entregó una jornada llena de altos y bajos, pero que tuvo como ganador lo más importante: la música.
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Hasta el año pasado, el evento se hacía en un sector alejado de la capital, del que siempre nos quejamos por lo difícil que era llegar. Este año, la producción decidió apostar por un baldío terreno y el resultado fue piedras, basura, y mucho, pero mucho polvo, para adornar a las buenas bandas que estábamos ansiosos por ver. Es verdad que no fue de lo más cómodo, pero nada que una ducha no supere, así que después del impacto inicial todo se enfocó en la larga lista de artistas que musicalizaron el día y noche del pasado sábado.
Un gran letrero decoró la entrada al lugar ubicado en el sector oriente de Santiago. Fuerte y claro se leía “Muévelo, Muévelo”, así que partimos a la carpa de Redbull para comenzar la fiesta con los nacionales de Los Bárbara Blade, un trío de chilenos que saben cómo hacer que el reguetón, Nintendo, y África tengan sentido, coherencia y mucho power para bailar hasta abajo. Lugares poco explorados, como los que presentó Lia Nadja, una imperdible y promesa del cartel que expuso con todo sentimiento su mundo personal, que por estos días lleva a otro ser dentro. Imposible no emocionarse viendo cómo hasta los ritmos más bailables encuentran sentido cuando se hacen sobre un pilar fuerte.
Lía Nadja
Com Truise
MitúCuando llegó la tarde y el estómago empezaba a pedir comida, Com Truise nos hizo olvidar cualquier alimento y nos dio una cachetada de sus éxitos presentados como un exquisito plato-set: desde sus discos en solitario —y su lado más experimental— hasta los remixes que han alzado su carrera retumbaron en la entrada del lugar, que empezaba a dispersar a la gente que se movió rápido para los otros escenarios. Ya era hora de los cabezas de cartel.
Luego de los pasitos inaugurales, nos sentamos sobre las piedras, le dimos al estómago lo que pedía, y disfrutamos de Kurt Vile. Chascón, tranquilo, y con una banda que se lleva al hombro todo desperfecto técnico que pueda suceder en una presentación en vivo. Aún cuando el show tuvo un ritmo lento para los más ajenos a su música, los más fanáticos no dudaron en corear las canciones que estábamos esperando, y que hasta el mismo Vile anticipó unas dos o tres veces antes de que por fin sonaran. ¿Lo mejor de la tarde? Por supuesto que no, menos cuando en el escenario hermano se preparaba una de las piezas claves de este Fauna Primavera.
Courtney Barnett
Cuatro de la tarde y el sol se ocultaba tras unas tímidas nubes, pero no lo extrañamos ni en lo más mínimo cuando lo más brillante de Australia pisó el stage de Heineken. ¡Courtney Barnett ya estaba entre nosotros! Y no tuvimos más que quedar cautivados por el poder que esta mujer tiene cuando toma su guitarra y la hace ver como una extensión hermosa de su presencia. Sonrisas por parte de ella y por parte nuestro. Ver a Barnett fue una delicia porque es contingente, es divertida, es cautivadora e hipnotizante. Si hubiese sido por nosotros, nos quedábamos cien horas más disfrutando de sus canciones en las versiones que se le ocurrieran, más aún después de ver la desgracia que significó Edward Sharpe y compañía.
Más borracho que la audiencia, más perdido que los provincianos que llegaron a este lejano lugar. El show de la banda no tuvo ningún alto más allá de su clásico ‘Home’. De pronto presenciamos a un one-hit-wonder que de alguna manera ha sobrevivido todos estos años en tantos festivales. Diez personas sobre el escenario no hacen favor cuando el frontman no sabe dónde está parado o cómo guiar a los suyos. Pero no importó: lo mejor llegó.
Los cerros y los edificios de gente acomodada se transformaron en portada de Primal Scream. Santiago no tuvo nada que envidiarle al tripeado sol que se ve en Screamadelica, y el set que presentó Bobby Gillespie nos dejó con los pelos de punta y los pies cansados. House, blues y electrónica disfrazando el polvo mientras la noche caía. ¿Cómo resumir tanta belleza? ‘Swastika Eyes’, ‘Loaded’, Country Girl’, ‘Rocks’ y ‘Come Together’ cerraron su presentación. Un lujo. Ojalá Edward Sharpe haya estado viendo.
Siempre vamos a agradecer un poco de aire, más cuando es fresco. El broche perfecto de este festival que nos tuvo empolvados e incómodos fue Air, melancolía bailable, amor juvenil y poderoso, downbeat, psicodelia, romance, y esa prestancia tan francesa. Las dos décadas de carrera de los músicos se nota y lo agradecemos, aún cuando sabemos que no están en el punto más alto de su aventura musical. Siempre será un agrado ver a artistas que saben lo que están haciendo y que se preocupan por entregar un bonito resultado. Pasó con Godin y Dunckel, pasó con Primal Scream, pasó con Barnett, y con un par de nombres más que nos hicieron olvidar todo lo demás. Lo importante era moverlo, y lo hicimos.