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¿Está Estados Unidos investigando a la FIFA para forrarse a su costa?

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Poco después de que la policía suiza hiciera una redada en el lujoso hotel Baur-au-Lac en el centro de Zúrich el pasado 27 de mayo de 2015 y arrestara a un buen puñado de ejecutivos de la FIFA, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DoJ) destapó una investigación criminal de varios años. Muchas personas, incluido el entonces presidente Joseph ‘Sepp’ Blatter, se quedaron a cuadros.

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Muchos se preguntaron: ¿cómo pudo EEUU arrestar a tantos criminales extranjeros, todos ellos pertenecientes a la elitista categoría de los pulcramente trajeados, fuera de su territorio? Y lo que es más importante… ¿por qué Estados Unidos interviene para juzgar a la pandilla de la FIFA?

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Tras revisar los archivos públicos del caso y presentar varias peticiones de la Freedom of Information Act (FOIA) —una ley que da acceso a cualquier ciudadano estadounidense a la información del gobierno federal—, empecé a hacerme una pregunta muy distinta: ¿dónde? Para ser más concreto: ¿adónde irá a parar el dinero custodiado por el gobierno de EEUU cuando acaben los juicios?

La respuesta no debería sorprenderte.

Sepp Blatter se hizo el loco tras las primeras revelaciones, pero la FIFA cayó como un castillo de naipes. Foto de Ruben Sprich, Reuters

La Fiscal General de los Estados Unidos, Loretta Lynch, presumió en las principales televisiones estadounidenses de ser la “asesina de la FIFA”. ¿Es eso cierto? A día de hoy, 25 cargos de la FIFA y cinco directivos de marketing han sido inculpados por crímenes que van desde el lavado de dinero hasta la pertenencia a una banda de crimen organizado.

Doce acusados ya se han declarado culpables y han sido multados con 193 millones de dólares: a todo este dineral debemos sumarle los fondos de la cuenta de Luis Bedoya en Suiza y la de Sergio Jadue en EEUU, amén de todas las ganancias de José Hawilla por vender los derechos televisivos de la Copa Centenario a la empresa Traffic Sports.

Hablamos de mucho dinero, y eso que la cifra no incluye las fianzas extraordinarias que ya han pagado varios acusados para poder esperar el juicio desde casa. Hace una semana, la gente arqueó las cejas (y soltó una carcajada) cuando la misma FIFA pidió una parte de ese dinero. Sí, la petición de la FIFA fue prematura —no hay un orden de restitución por parte de ningún juez… de momento— pero es técnicamente posible, ya que el DoJ decidió pintar a la FIFA como víctima de sus propios ejecutivos.

La FIFA está llena de personajes turbios, pero… ¿y si quienes la investigan también lo fueran? Foto de Pawel Kopczynski, Reuters

La teoría del gobierno es que la parte del pastel que se llevaron los directivos de la FIFA por sus contratos se puede traducir en ganancias perdidas por parte de la organización. Muy bien, pero entonces… ¿cómo está Estados Unidos logrando sacar tanto dinero de los acusados?

El DoJ —técnicamente la Oficina del Fiscal de EEUU— en realidad argumenta que todos los bienes incautados son fruto de los crímenes de los directivos, que usaron dinero sucio para comprar inmuebles, coches de lujo y relojes caros. Esto se conoce como ‘confiscación de bienes civiles’, y en resumidas cuentas significa que Estados Unidos se puede llevar un buen fajo de billetes si engancha en falso a la FIFA. ¿Una ronda de aplausos para los buenos de la película, no?

Espera, no tan deprisa.

Según un informe del Institute for Justice, desde el año 2001 los ingresos federales por incautaciones han pasado de 500 millones de dólares hasta los 5.000 millones. La ACLU (American Civil Liberties Union) ha observado graves irregularidades con el estallido de la confiscación de bienes civiles en Estados Unidos.

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, también se enfrenta a un buen marrón: quienes desvalijaron la institución no van a devolverle ni un duro. Foto de Ruben Sprich, Reuters

Teóricamente, para condenar a un acusado y meterle en la cárcel el gobierno tiene que probar su culpabilidad más allá de toda duda razonable. Sin embargo, para aprovechar y en última instancia quedarse con los objetos del delito —vehículos, dinero en efectivo, joyas, etcétera— la carga de la prueba solo puede ser una prueba irrebatible —algo que solo pasa la mitad de las veces.

Loretta Lynch, jefe del Departamento de Justicia, se ha labrado una reputación de persecutora agresiva de los decomisos civiles… y como era de esperar, ha sido criticada por ello —mayoritariamente por los republicanos, claro.

Es difícil sentir compasión por criminales de cuello blanco como Chuck ‘mis-gatos-tienen-un-apartamento-en-Manhattan’ Blazer, que ha lavado más dinero del que veremos nosotros en toda nuestra vida. Sin embargo, cuando la misma táctica agresiva se gira en contra de las comunidades más pobres, todo el mundo pone el grito en el cielo. ¿No deberían todos los individuos disfrutar de su derecho constitucional a la propiedad?

Las barras y las estrellas podrían empezar a ondear en la sede de la FIFA: total, terminan usando su dinero también. Foto de Ruben Sprich, Reuters

El gran problema de la ACLU con las confiscaciones es que estas generan incentivos perversos para las autoridades, que pueden sentir la tentación de estirar la ley para ganar dinero fácil. En términos legales este hecho se conoce como ‘patrullaje por beneficio’, es decir, que la policía y los fiscales dejan de ver criminales y empiezan a ver dólares con patas.

Teniendo esto en cuenta, volvemos a nuestra pregunta original: ¿cómo han caído estos directivos foráneos bajo la jurisdicción estadounidense? The Economist detalló de forma brillante cómo el DoJ presentó cargos amparándose en la Travel Act, una ley que prohíbe viajar al extranjero, usar el correo —también el electrónico— y en general usar instrumentos de viaje a los investigados para evitar que estos hagan algo ilegal como, por ejemplo, sobornos.

Más allá de esto, los ejecutivos de la FIFA presuntamente —y uso el término para los que no se han declarado culpables— usaron bancos estadounidenses para lavar dinero. Además, lo hicieron de una forma bastante torpe, pero eso ya es otra cuestión.

¿Investigó el DoJ a la FIFA solo para quedarse con el apartamento que Chuck Blazer tenía para sus gatos? Foto de Steffen Schmidt, EPA

Parece, o al menos tengo un presentimiento, de que Estados Unidos está buscándole la quinta pata al gato. Exactamente, ¿cómo afectaron los crímenes de la FIFA a los ciudadanos estadounidenses? Hay que recordar que el patrullaje por beneficio puede cambiar las prioridades de la justicia, y la FIFA era un pastel muy grande para que el DoJ no intentara atacarlo.

Una vez aceptada la posibilidad de que la redada se llevara a cabo para sacar tajada y no para impartir justicia, los archivos judiciales se convierten de repente en un episodio de Empeños a lo Bestia. Para pagar los diez millones de su fianza, Jeffrey Webb tuvo que entregar trece relojes de diseño, un brazalete de diamantes, un par de pendientes de perlas y un collar de piedras preciosas a las autoridades.

La madre de Daryan Warner —el hijo del alto directivo Jack Warner que se habría forrado revendiendo entradas para el Mundial— firmó la fianza de 1,2 millones de dólares de su hijo y más tarde pidió intercambiar propiedades inmobiliarias por dinero en efectivo.

La confiscación de bienes para los acusados que se declararon culpables, además, ha tenido su parte cómica en el caso FIFA: normalmente, cuando te compras una casa no tienes que pagarla por adelantado… así que tanto Warner como José Hawilla han tenido que pagar su fianza a plazos.

El dinero recaudado en la Final de la Copa del Mundo de Brasil’14 podría servir para pagar a los funcionarios estadounidenses… y eso tampoco sería óptimo que dijéramos. Foto de Fabrizio Bensch, Reuters

Solo hay dos antiguos directivos de la FIFA entre rejas a día de hoy: el resto ya han pagado la fianza para ser liberados bajo arresto domiciliario. Las sospechas apuntan que quienes no han salido todavía de la cárcel es porque no tienen fondos suficientes, no porque sean más culpables que el resto. Como en muchos otros casos de grandes fortunas y corrupción, el juicio ha seguido el patrón habitual: no condenar a nadie.

El 6 de noviembre de 2015, por ejemplo, se aplazó la sentencia de Chuck Blazer por un año, ya que se preveía su intervención en otros casos. ¿Podrían realmente cumplir condena? Quizás sí, pero en la declaración de culpabilidad de Daryan Warner, el fiscal manifestó lo siguiente: “La Oficina del Fiscal no recomienda una sentencia específica a la corte”.

Es una manera sutil de decir que no van a pedir el encarcelamiento.

En EEUU, no hay un período mínimo de encarcelamiento estipulado para estos crímenes de tipo económico. Los jueces Kuntz y Dearie explicaron a Hawilla y Warner que, reconociendo su culpabilidad, se enfrentaban a sentencias que podrían resultar en su deportación.

En el caso de Warner, el abogado del Estado lanzó una zanahoria al acusado retrasando su sentencia por los mismos motivos que a Blazer, y posteriormente acordó recomendar al DoJ la expedición de un visado S —un documento conocido como ‘el visado del soplón’— para el malhechor.

Según el DoJ, la FIFA es víctima de sus propios ejecutivos; lo que no sabemos es si la organización va a recuperar todo el dinero que perdió en sus manos. Foto de Steffen Schmidt, EPA

La mayoría de acusados que se declaren culpables no van a terminar entre rejas, y los que canten incluso se podrán quedar en Estados Unidos. ¿Pero que va a ocurrir con todo su montón de dinero? La Oficina del Fiscal General para el distrito Este de Nueva York no quiso responder a mis preguntas sobre la restitución a las víctimas y la confiscación de bienes.

A pesar de ello, al final de la declaración de culpabilidad de José Hawilla, el abogado del Estado aseguró que “al tratarse de un caso bajo secreto de sumario y no un juicio público, no se ha requerido ninguna notificación a las víctimas”. Vaya, que los fiscales no parecen interesados en devolver el dinero a la FIFA. También pregunté al Departamento de Estado si existía algún acuerdo para repartir los bienes de la FIFA con otros países, pero —¡sorpresa!— se olvidaron de responderme.

La pregunta, entonces, es inevitable: si las víctimas no recuperan parte del dinero y otro gobiernos no se quedan con una pizca del pastel, ¿quién queda para reclamar el botín? Pues sí, aciertas: el Tío Sam, por supuesto.

Amigos para siempre: Blatter y Platini están suspendidos por la propia FIFA. Foto de Arnd Wiegmann, Reuters

Como (malicioso) observador externo, entiendo que el DoJ ha sufrido recortes en la financiación por parte del gobierno estadounidense y que los fondos de la FIFA pueden rellenar ese hueco. Evidentemente, las condenas lograrán espantar un poco a los malos y, tras el foco mediático, a la FIFA le costará mucho más llegar a acuerdos de patrocinio.

Para Estados Unidos, en cambio, lo que está en juego es más que unos patrocinadores: el país norteamericano podría perder la escasa autoridad moral que le queda si persigue a la FIFA para ganar dinero. Hay doce tipos que a día de hoy son más pobres que antaño, pero el gobierno ha utilizado las mismas reglas que la institución que persigue: ingresar ceros en la cuenta bancaria. Detrás de un manto de ley y orden, los funcionarios están quedándose con los relojes de lujo que la FIFA regalaba sin miramientos.

Si lo miramos con buenos ojos, el gobierno de Estados Unidos tuvo el coraje de llenar un vacío sonado en la justicia internacional: ningún otro país tuvo las agallas ni los recursos para atacar el enchufismo flagrante de la FIFA. En cambio, si pensamos en el peor de los escenarios, la mano dura aplicada a la organización es un tipo de vigilancia enfocada a obtener beneficios de manera exagerada.

De momento, Franz Beckenbauer no está pringado del todo, pero verle al lado de Sepp Blatter y Chuck Blazer no es precisamente halagador para él. Imagen vía Reuters

Ahora mismo sabemos esto: primero, que la administración ha ampliado su jurisdicción para procesar a criminales extranjeros y demandarles millones de dólares; segundo, que pocos infractores van a pasar un tiempo considerable en prisión; tercero, que la supuesta víctima —la FIFA— va a recibir una compensación minúscula e incluso inexistente; y cuarto, que la FIFA seguirá siendo una deplorable fosa séptica del exceso en el mundo del fútbol.

Sí, las cosas pueden cambiar y la sentencia todavía está pendiente. De momento solo estamos ganando si usaos el marcador como contador de dólares y centavos. La FIFA no ha sido aniquilada, pero no nos queda duda que Estados Unidos está cobrando, y generosamente, por sus servicios.

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