FIFA: La película española de fútbol que jamás fue

Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen, narra las aventuras amorosas de dos veinteañeras estadounidenses descubriendo España; o más bien, descubriendo España de la mano de Penélope Cruz y Javier Bardem. La película le dio a Cruz el Óscar por mejor actriz de reparto, aprovechándose del interés despertado por el cine español de nuevo milenio en salas y entre cinéfilos. Es a través de los ojos de los personajes de Rebecca Hall y Scarlett Johansson que España es vista como un país melancólico cuyos habitantes se invitan sexualmente los unos con los otros mientras escriben poesía, pintan cuadros expresionistas, beben vino y tocan la guitarra. Cursi y surrealista, esta imagen de España ameritó fanfarria y promoción en el extranjero desde la perspectiva de los ejecutivos y accionistas de Mediapro, la compañía de medios con sede en Barcelona productora de Vicky Cristina.

Otra imagen de España promocionada globalmente, un éxito rotundo entre fanáticos al deporte, es aquella mostrada en innumerables pantallas cuando viejos y nuevos medios de comunicación cubren su liga de fútbol profesional: o más bien, la liga del Real Madrid y el FC Barcelona. Niños de todas partes enloquecen por Cristiano Ronaldo y Lionel Messi; adolescentes que juegan este deporte lo hacen ahora al estilo de las superestrellas: caminan sobre el césped, esperan la pelota, la reciben, intentan algunos trucos de fantasía, regates o tiros, y después de vuelta al caminar y esperar. Ellas suspiran por Íker Casillas y Gerrard Piqué, los Javier Bardem del fútbol, podría decirse, mientras que ellos lo hacen por las parejas sentimentales de esos dos: Sara Carbonero y Shakira. Desde las calles de cualquier ciudad en los Estados Unidos pasando por México y Centroamérica hasta Sudamérica, los encuentros semestrales entre Real y Barça son seguidos por audiencias masivas que hacen de esta otra imagen de España una redituable como ninguna otra.

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La narración contada por el anuncio público de las primeras acusaciones criminales contra dirigentes del fútbol en mayo pasado pareció sacada más de un guión de un filme de Oliver Stone (Caracortada o Wall Street parte uno, quizás) que de alguno de Allen. Aunque la locación que el FBI allanó en coordinación con autoridades suizas fue el más lujoso hotel de Zúrich, la mayoría de los arrestados eran de Latinoamérica, el Caribe y los Estados Unidos. Ejecutivos de emporios brasileños y argentinos de comercialización deportiva también fueron imputados con asociación delictuosa, lavado de dinero, obstrucción de la justicia y viaje interestatal e internacional a fin de asociarse para delinquir. La pandemia de corrupción en el fútbol, al menos como se desprendía de las primeras revelaciones del gobierno estadounidense, era un asunto estrictamente hemisférico: derechos televisivos de exclusividad para torneos en el continente americano fueron obtenidos por tratantes de cuello blanco en Sao Paulo, Buenos Aires, Nueva York y Miami a través de dádivas y sobornos para los señores de la FIFA. De norte a sur y de sur a norte. Era como si las 161 páginas del primer documento inculpatorio estuviesen meramente describiendo la escena final en que la mansión en South Beach de Tony Montana es asaltada por un escuadrón de la muerte de narcos sudamericanos, o retratando el lluvioso Central Park donde Bud Fox grabó las cínicas confesiones de Gordon Gekko sin que éste lo supiera como parte de su arreglo con los investigadores del sector financiero.

Foto: World Soccer

Pero el así bautizado escándalo del FIFAGate rompió la estereotipada trama de mafiosos cuando el más reciente auto de procesamiento fue abierto tras otra redada en el mismo hotel de Zúrich. Ya no se trata de sólo un asunto del hemisferio occidental. Media World, brazo de Mediapro situado en Miami, participó en la corrupción de dirigentes de Centroamérica y del Caribe por medio de sumas que iban de unos cuantos miles de dólares hasta un intento de entregar millón y medio en pos de conseguir derechos comerciales que abarcan los mundiales de 2018 y 2022 a organizarse en Rusia y Qatar. En lugar de leer sus nombres escritos en letras mayúsculas en el nuevo documento como el resto de los acusados, Roger Huguet, el director general español de Media World hasta su suspensión, y Fabio Tordin, un consejero brasileño, alcanzaron un acuerdo de cooperación con el Departamento de Justicia para que los suyos sólo apareciesen en minúsculas. El primero, desconociendo acaso el quién es quién del negocio del fútbol en América, hubo contratado los servicios del segundo por su experiencia trabajando para Traffic, la compañía de comercialización deportiva que llevó las peores prácticas que intermedian entre el fútbol y sus patrocinadores a profundidades desconocidas.

Nombrada como “Compañía de Comercialización Deportiva C” en el documento previo, depositado en la Corte de Distrito del Este de Nueva York, el modus operandi de Media World puede examinarse explícitamente en vista de las acusaciones por conspiraciones relativas a la asociación delictuosa contra funcionarios de El Salvador, Guatemala, Honduras y Panamá. Por mencionar un solo caso, Tordin contactó al “co-conspirador #6”, un empresario no nombrado quien hacía encomiendas para Traffic y poseía hasta tres compañías de consultoría deportiva, con tal de sobornar al jefe del fútbol salvadoreño, Reynaldo Vásquez, y hacer que “La Selecta” jugase encuentros amistosos en la Red Bull Arena de Harrison, Nueva Jersey, contra Colombia y Ecuador durante octubre del 2014. Una vez jugados esos amistosos, el “co-conspirador #6” transfirió diez mil dólares de la cuenta bancaria en Florida de una de sus consultoras hacia una negocio de venta de muebles al menudeo en San Salvador controlado por Vásquez, quien a su vez emitió una factura apócrifa. Una y otra vez, un jefe detrás del otro, el dúo Huguet-Tordín pasó sus días corporativos intercambiando dinero debajo de la mesa para ganar derechos televisivos mientras sus contrapartes utilizaban diversas fachadas para enmascarar sus sobornos: una agencia de viajes guatemalteca, una compañía de construcción en Seattle manejada por el juez Héctor Trujillo de la Corte Constitucional de Guatemala, unas hectáreas en Honduras propiedad de la esposa de uno de los arrestados en Suiza, y así sucesivamente.

Foto: El Gráfico

A diferencia de las federaciones centroamericanas cuya inclinación es negociar individualmente sus derechos, las islas del Caribe juntan los suyos en grupo; de este modo los ingresos son repartidos por igual y se blindan de la suerte (recibir a Estados Unidos o a México para las eliminatorias mundialistas significa derrama económica, pero son partidos que pueden tardar años en ocurrir). Frente a este telón de fondo, Media World unió fuerzas con Traffic para desembolsar un soborno de tres millones de dólares pedido por Jeffrey Webb, el líder caimanés de la Unión Caribeña de Fútbol, para que él firmase un contrato valuado en 23 millones. Traffic arregló su rebanada del soborno a través de una compañía de Hong Kong y de un pago directo a un constructor de piscinas que en esos momentos trabajaba en una de las propiedades de Webb en Georgia, Estados Unidos. Huguet, no obstante, debió consultarlo primero con el “co-conspirador #5” hasta España.

En varios momentos relevantes a la imputación, el Co-conspirador #5 fue propietario parcial de la Compañía de Medios A y también alto ejecutivo y propietario parcial de la Compañía de Medios B. Media World, como se discutió antes en la Sección A, era una subsidiaria de la Compañía de Medios A, que se involucró en una variedad de actividades de medios de comunicación primordialmente en Estados Unidos y Latinoamérica, incluyendo la producción televisiva. La Compañía de Medios A, que estaba asentada también en Miami, Florida, estaba afiliada con la Compañía de Medios B, un conglomerado multinacional de medios en Europa.

Colocado arriba de Huguet en la jerarquía corporativa, fue el #5 quien -según lo confesado por el propio Huguet- se enteró primero del soborno a Webb, quien consintió dividir la suma en partes iguales y quien instruyó a su subordinado sobre cómo desembolsarla y disfrazarla. Sus planes eran utilizar una compañía productora española hermanada con Media World la cual falsamente contrataría a una de las consultoras del “co-conspirador #6” y pagaría “por trabajos relacionados a la Copa Oro 2013”: el torneo regional para selecciones de la Concacaf que en la realidad acabó ganando Estados Unidos. Durante 2014, Media World desvió hasta 250 mil dólares utilizando a un intermediario británico prestado por Traffic, Costas Takkas, pero a comienzos de 2015 el jefe de Huguet se habría enterado de las investigaciones federales contra sus socios en la corrupción y mandó cesar las transferencias monetarias para Webb.

Foto: Telegraph

Todos los miles y millones pagados por cualquier subsidiaria de Mediapro a directivos de la Concacaf son centavos en comparación con lo que oferta en su país de origen por los derechos del más demandado de los productos mediáticos hoy día: la liga del Real Madrid y el FC Barcelona. Al poner casi 2 mil millones de euros a través de una subasta, Mediapro (aliada con el grupo catarí beIN Sports) se ha asegurado tres temporadas de fútbol español que también incluye su posición como único tenedor legal para vender esos derechos alrededor del mundo. De las calles de cualquier ciudad estadounidense hasta las favelas de Sao Paulo pasando por México y Centroamérica, cada imagen en vivo o grabada de Messi y Ronaldo es propiedad intelectual de las compañías del co-conspirador #5.

¿Qué tipo de filmes hubieran hecho estas compañías para las siguientes Copas Oro si el FIFAgate jamás hubiera capturado la atención de las autoridades? Tal vez una historia bonita en que personajes bien parecidos se sientan al sol del verano español mientras luchan por el amor verdadero; o tal vez, más ad hoc, una épica deportiva en que una selección de la Concacaf desafía todos los pronósticos, vence a Brasil o a Argentina, alcanza la gloria y algunos de sus mejores futbolistas acaban en Madrid o en Barcelona: sueños hechos realidad. No lo sabremos. Una cinta más realista, empero, casi un documental, sería una cuyo guión fuera una adaptación de Mario Puzo, estelarizada por la impactante Penélope Cruz aunque fuera sólo por darle cierto aire melancólico y hacerla atractiva para aquéllos que alguna vez fueron a ver Vicky Cristina.

@CesarKickoff