Football Leaks y la caja de Pandora

Volksparkstadion. Hamburgo. Primavera de 2016. Dos hombres, un periodista de Der Spiegel y ‘John’. 1.9 terabytes de información en ocho discos duros. La versión futbolística de la primera oleada Wikileaks en 2010: la mayor filtración en la historia del deporte. Información jugosa, a verificar, contenían los discos: los tejemanejes de los agentes de Paul Pogba para convertirlo en el futbolista más caro de la historia; el flujo de las ganancias de José Mourinho, vía Nueva Zelanda, para esquivar el pago de impuestos en España; las tramas de Cristiano, Özil, Di María, Pastore; raudales de dinero, como en tsunami, que viajan de un polo a otro, hasta anidar en una cuenta bancaria en las Islas Vírgenes Británicas. Un tsunami de tinta, clamores, dictámenes, expedientes, investigaciones y ceños fruncidos. ¿Es este el fútbol de verdad?

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La catarata de documentos filtrados provenían de ‘Football Leaks’, una plataforma operada por ciudadanos portugueses, encaminada a disipar la densa y oscura neblina que separa a los espectadores del fútbol “real”, el de la corrupción y el codicia: “Mientras más documentos obtenemos y analizamos, estamos más convencidos de que la industria del fútbol, no transparente, necesita ayuda”, proclamó en entrevista a Der Spiegel ‘John’, autodenominado portavoz de la causa. No hay más datos duros sobre quiénes conforman ‘Football Leaks’ más allá de declamaciones y ansias justicieras.

La motivación, como toda gran revolución, proviene de una sospecha. El mercado de fichajes del verano de 2015 fue extrañamente turbulento para los estándares del fútbol portugués. ¿Qué razón habría orillado a Jorge Jesús, entonces técnico del Benfica, a mudarse de barrio lisboeta: de Da Luz al José Alvalade? Traición, sinrazón. La suspicacia estimuló la recopilación de los documentos que ‘John’ puso en manos de Der Spiegel, que a su vez los compartió con el consorcio periodístico European Investigative Collaborations (ELC), conformado por 11 medios de 11 diferentes países, entre los que destacan el mismo Der Spiegel (Alemania), L’Espresso (Italia), The Sunday Times (Inglaterra), Mediapart (Francia) y El Mundo (España). Cada uno cortejó, confirmó y curó la información pertinente a sus audiencias. ‘John’ otorgó la llave y la ELC destapó la cloaca, en la pantalla frente a nuestras narices, en el papel sobre nuestra mesa.

‘John’ ha defendido a ultranza la obtención de la información, baza en la que se sostienen los alegatos del ‘establishment’ y rincón opaco del modus-operandi de Football Leaks: “No hemos ‘hackeado a nadie. Tenemos una gran variedad de fuentes que nos surten de los contratos y los acuerdo”. En ello radica la defensa de agentes y clubes: la obtención ilegal de los documentos, la cual, arguyen, lesiona el derecho a la intimidad y a la secrecía, en tanto transacciones entre entes privados. Francisco Empis, director de Doyen Group, agencia de transferencias de futbolistas, simboliza el racional de la “industria inmensamente corrupta” a la que apunta Football Leaks: “Son ‘hackers’. De hecho, hemos tenido varios ataques informáticos a nuestros servidores”, reveló a la Cadena Ser. En España, el juez Arturo Zamarriego prohibió a El Mundo la divulgación de los textos resultantes de la filtración. El despacho Senn Ferrero había interpuesto la media para hacer frente a las revelaciones, aún investigadas, sobre el esquema diseñado por el entorno de Jorge Mendes para ocultar del ‘fisco’ español los ingresos por derechos de imagen de Cristiano Ronaldo. El motivo: la divulgación de datos confidenciales, cuya obtención podría haber sido ilegal. El Mundo apeló al derecho a la libertad de expresión, consagrado en la Constitución Española y en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos: imposible de invocar el derecho a la intimidad si, de por medio, hay una práctica que intenta burlar el escrutinio legal de las autoridades. Y los textos a doble plana siguen ensuciando los dedos. ¿Es este el fútbol de verdad?

¿Y todo para qué? Mientras los brotan múltiples debates sobre las implicaciones de la filtración (¿confidencialidad? ¿interés público?), ‘John’ justifica la apertura de la caja de Pandora: “Un negocio sin transparencia como lo es del fútbol es un paraíso para la corrupción, el lavado de dinero y la defraudación fiscal”. El fútbol, como ha demostrado el FIFAgate, escapa a las leyes morales y jurídicas. Sí, este es el fútbol de verdad.