Conocemos a la creadora de la primera tienda de campaña totalmente biodegradable

Todo el mundo ha ido a festivales de música, pero pocos se han quedado lo suficiente como para ver la el mastodóntico operativo de limpieza que se despliega la madrugada del lunes, cuando todo se ha acabado. Como quien se larga de una fiesta particular antes de que el dueño se despierte y vea la magnitud del desastre, es mejor para tu karma que te alejes todo lo posible y cuanto antes del rastro de suciedad que queda después de un festival, aunque para ello tengas que dejar atrás algunas pertenencias. ¿Verdad? Verdad. De hecho, en parte esa es la razón por la que luego el personal de limpieza tiene tanto trabajo. Quizá te sorprenda saber que, cada año, miles de asistentes al festival de Benicàssim se marchan dejando atrás sus tiendas y, si bien hay colas de personas que se llevan o reciclan lo que les interesa, siguen siendo muchos los objetos que quedan abandonados en el campo.

Aunque se están realizando investigaciones para hallar la forma de hacer que los festivales sean más respetuosos con el medio ambiente, nadie ha encontrado una solución concreta para el problema de las tiendas. Los modelos de tiendas baratas y que se montan en dos segundos han sido una revelación para los que solo las usamos una vez al año, pero debido a su reducido precio y a nuestra mentalidad de desecharlo todo, no son demasiado ecológicas. Amanda Campbell ha trabajado con los equipos de reciclaje en innumerables festivales y ha visto con sus propios ojos todas las varillas de tiendas y el plástico que se desechan. “La gente se piensa que las tiendas se las llevará Oxfam para fines benéficos. Pero un año me quedé hasta muy tarde en un festival y vi que estaban todas apiladas para llevarlas al vertedero. Había miles y miles. Pensé que era una locura y que tenía que haber alguna alternativa”.

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Pero no la había… hasta que ella inventó una. Mientras estudiaba Arquitectura en UCL, Amanda empezó a investigar formas de crear tiendas reciclables al cien por cien. Tras un par de intentos fallidos con cartón —”demasiado pesado”—, Amanda comenzó a hacer pruebas con bioplásticos hasta dar con un diseño ligero, impermeable y totalmente biodegradable.

Poco después, la UCL otorgó a Amanda el prestigioso premio a la idea más brillante, con cuya dotación pudo patentar su idea y crear su propia marca, Comp-A-Tent.

“Todo está yendo tan rápido que no me da tiempo a seguir el ritmo”, explica. “El año pasado me gradué y ahora tengo un socio que ha dejado su trabajo en Japón para dedicarse al proyecto. Ha sido como una montaña rusa de emociones”.

Todos los materiales con los que se fabrican las tiendas son biodegradables —incluso el pegamento con el que se mantiene unido el mástil central (de papel) está elaborado a partir de un derivado de la leche— y Amanda calcula que se descomponen por completo en unos 120 días.

“La idea es fabricar tiendas que emitan el mínimo de carbono posible. Aspectos como el transporte no ayudan a conseguirlo, y los únicos sitios que fabrican bioplásticos con energías renovables son carísimos. Pero dentro de unos años será más viable”.

Amanda desplegará las primeras tiendas en los festivales de este verano, acompañando a los equipos de limpieza para comprobar cómo funcionan y para conocer la opinión de los clientes. “Me encanta ir de acampada”, asegura. “Sé lo que hace falta para que una acampada sea una buena experiencia. No pretendo ser competencia para los fabricantes de tiendas de gama alta, porque las mías no están pensadas para volverlas a usar”.

Dicen que no hay que mezclar el trabajo con el placer, pero cuando quieres crear una empresa desde cero, es muy importante que te apasione realmente lo que haces. “Si no te fascina lo que haces, lo mejor es que te busques un trabajo con tu sueldo, porque al meterte en un negocio así, vas a tener que sacrificar muchas cosas, como ver a tus amigos, y tampoco es fácil mantener una relación. Si no hay pasión por lo que haces, acabas dejándolo”. El hecho de que su negocio esté relacionado con una de las cosas que más le gustan —los festivales de música— ha sido de gran ayuda en los momentos difíciles.

“Me sorprende a mí misma ver lo lejos que he llegado, pero esta experiencia también me ha servido para saber qué no puedo hacer. A pesar de los altibajos, me lo estoy pasando muy bien con todo esto”. Tan bien que ya está pensando en cómo ampliar su negocio en el futuro.

“No quiero que esto termine con las tiendas de campaña para los festivales”, afirma. “Quiero crear refugios para ayuda humanitaria y quizá incluso tiendas militares, así como estudiar otros productos considerados desechables y ver cómo se podrían fabricar de forma más eficiente”.

Amanda espera que su Comp-A-Tent anime a otros a ser más responsables con el planeta. “Quiero demostrar que cualquiera que se lo proponga puede contribuir al cambio, que todo el mundo, y no solo los gobiernos, puede aportar su grano de arena para solucionar los problemas medioambientales”.

Pese a que el peor enemigo de Amanda son las tiendas de montaje fácil y precio reducido, hay algo de ellas que quiere copiar: su éxito. “Espero que mi tienda sea el bombazo que fueron en su momento las tiendas de montaje rápido, sobre todo en el ámbito de los festivales. Ese es mi sueño”.