Fotos de pisos de solteros de Madrid

No nos engañemos: a nadie le gusta perder dos horas aspirando y limpiando la taza del váter. Convertirse en adulto significa dejar de fregar los platos cada dos semanas y no esperar a que las sábanas caminen solas para meterlas en la lavadora. Vencer el síndrome de Diógenes, vaya. La mayoría de jóvenes lo consiguen, motivados por la necesidad de una higiene mínima para mantener relaciones sexuales en su hogar sin ser denunciados. Pero unos pocos se resisten a dar el paso.

Diego, 25. Ingeniero de sonido y músico.

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¿Cuánta gente vive aquí?

Pues vivimos cuatro: Luis, Pablo, Mimi y yo y somos como una gran familia. Luis es el cantante de los Nastys y es como un hermano, Mimi nos cuida mucho y es historiadora de arte y pinta muy bien y Pablo es un chico murciano criado por lobos al que hemos acogido y que le encanta el cine, la foto y graba vídeos voyeur

¿Cada cuánto limpias?

Jajaja el piso en general está bien siempre porque Luis, Mimi y Pablo son muy limpios. Hacemos limpieza general una vez a la semana

¿En qué consiste esa limpieza general? ¿Has participado alguna vez en ella?

Pues en dejar todo ahí bien. Sí que participo en la limpieza pero esa limpieza no incluye mi habitación. Suelo hacer más cuando me dejan solo un finde. Para que no vuelvan y se asusten.

Pero mi habitación va por libre. A lo mejor un día la limpio y al día siguiente ya está echa polvo como por arte de magia.

Veo que las papeleras no las vacías hasta que rebosan.

Técnica inmemorial.

¿Cuál ha sido la mayor guarrada aparecida en tu casa?

Uf, difícil. Un día me levanté y estaba el suelo todo mojado y nunca supimos por qué. Fue entre misterioso y asqueroso. Todo esto tras una noche muy loca.

Jesús, 23 años. Estudiante de Periodismo.

¿Cuántos sois en casa?

Somos cuatro. Yo soy el más veterano, que llevo tres años, una chica, que ya lleva dos, y los otros dos, un chico y una chica, han llegado nuevos este año al piso.

Sois algo parecido a la ONU, ¿no?

Pues sí, yo soy murciano. Otra de las chicas es gallega, la otra de Nueva York y el otro chico de Arizona. Sí, somos un poco como las Naciones Unidas.

La limpieza en vuestra casa parece un tema complicado.

En principio, tenemos turnos semanales para lo que son las zonas comunes de la casa: el salón, la cocina y el baño. Intentamos hacerlo regularmente, pero al final la mierda se acaba acumulando. Es inevitable. Empezamos con una especie de organigrama para organizarnos, por el que vamos rotando por turnos…

¿Y qué pasa cuando llegáis a ese momento de ‘mierda acumulada en exceso’?

Pues soy yo el que cuando lo veo me pongo histérico por el WhatsApp y ellos suelen responder echando balones fuera y diciendo que ellos no han sido. Luego, si nos vemos en casa, la verdad es que hay bastante buen rollo entre nosotros. Es solo ese momento de ver la mierda.

¿Habéis pensado en contratar a alguien para ayudaros con la limpieza?

Lo primero es que no tengo pasta. Y, además, no creo que haga falta.

¿Y cuando hacéis fiestas?

El que hace la fiesta la recoge, eso es así. Pero ahora no hacemos fiestas, tenemos una multa del año pasado por ruido. Fue una cosa extraña, con una medición un poco chunga.

¿Cuánto os pusieron de multa?

300 euros.

Álvaro, 33 años. Actor.

¿Cuánta gente vive en tu casa?

Ahora mismo somos cinco. Tres fijos, que son amigos míos de toda la vida y con los que ya había vivido antes, y dos que están de paso. La casa es muy grande, tiene tres plantas, una entrada con una verja, rollo pueblecito, y un patio interior con muchas plantas. Está reformada y la planta de abajo antes era como un garaje.

¿Cómo os organizáis con la limpieza?

Tenemos una señora que viene a limpiar. Probamos seis meses a que dejara de venir y eso creó muy mal rollo entre nosotros. A pesar de que somos amigos de toda la vida. Fue un desastre total y al ser la casa mía a mí me jode más.

Muy ordenados no sois…

No mucho (risas). Y lo que pasa es que si tú lo eres pero el otro no, no sirve de nada el orden. Cada uno en su habitación puede hacer lo que quiera, pero las zonas comunes… Si sabes que tu compañero va a cocinar después de ti, qué menos que meter los platos en el lavavajillas. Además en esta casa todos los muebles son de diseño y los aparatos eléctricos son la polla, así que la suciedad y el desorden joden un poco más.

¿Discutís mucho por este tema?

Cada cierto tiempo yo estallo (risas). No sentamos y se lo he dicho de todas las maneras: por las buenas, por las malas, cantando… Hemos vuelto a contratar a una señora que nos ayuda. Tarda cuatro horas en limpiar la casa.

Pablo, 25. Músico.

¿Cada cuánto tiempo cambias la sábanas?

De vez en cuando o nunca. No sigo un calendario para cambiarlas. Suelo aguantar hasta que aparece algún imprevisto en forma de mancha incómoda u olor inesperado

¿Cuál es tu excusa para el desorden?

A veces se hace divertido esperar a ordenar la casa hasta que está al borde del colapso y convertir el día de limpieza en una maratón loca en la que encuentras objetos perdidos que habías olvidado que existían.

¿Qué opinas de los maniáticos de la limpieza?

Pues cada vez los entiendo más. Debe ser que me estoy haciendo mayor. Pero cuando voy a casa de mis padres encuentro todo un regalo que el suelo esté tan limpio que pueda echar los macarrones al suelo y comérmelos allí mismo. Aunque no me suelen dejar igualmente.

¿Qué tarea doméstica odias más?

Lidiar con algún desastre repentino, como la caldera colapsada y echando agua por todo el baño, o garbanzos rodando por el suelo…

Tu piso es muy peculiar. ¿Qué opinan las visitas?

Hay de todo. Desde los que disfrutan del estilo barco pirata del piso y se cuelgan de las vigas del techo, hasta los que se convierten en mi segunda madre, o tercera (ya he perdido la cuenta) y empiezan a sugerir ideas de decoración más rollo Ikea, y hasta me friegan los platos.

¿Y ese tío con disfraz de tigre y chistera?

Jesús es un personaje muy especial con el que he tenido la suerte de toparme de manera bastante casual. Es un trotamundos que vive con sus ukeleles y su casa a las espaldas, buscando siempre nuevas aventuras a las que unirse y sin dejar de sonreír a todo el que se le cruza por el camino. Sobre todo si es alguien de otro país y tiene la oportunidad de practicar la multitud de idiomas que tiene almacenados en su cabeza.