El 20 de marzo de 2021, el pueblo holandés de Biddinghuizen recibió a decenas de fiesteros por primera vez desde agosto de 2019. Esta región suele albergar uno de los festivales más grandes y queridos de los Países Bajos, Lowlands, cuya ausencia fue terrible para los 55.000 participantes que asisten cada año. Esta vez, sin embargo, solo pudieron asistir 1.500 personas para participar en el experimento “Back to Live” de Fieldlab, una iniciativa conjunta entre la industria de la vida nocturna y el gobierno holandés, que hace pruebas para ver si es posible realizar eventos en vivo seguros en la era del coronavirus.
Todos los asistentes se hicieron la prueba de COVID 48 horas antes de ingresar al recinto, y en la entrada del festival se realizaron otras 150 pruebas rápidas al azar. A los 26 desafortunados que dieron positivo en la prueba se les negó la entrada. Una vez dentro, todos tuvieron que usar un sensor de movimiento y descargar una aplicación especial para monitorear sus movimientos y el contacto con otras personas. El uso de mascarillas también era obligatorio pero, oh, sorpresa, todos se las quitaron minutos después de que comenzara el evento y nadie los detuvo.
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La gran pregunta que los investigadores están tratando de responder es: ¿cuáles son las probabilidades de que un hipotético “paciente cero” convierta una reunión inocente en un evento mortal, con un enorme efecto de propagación? Además, hay toda una serie de cuestiones secundarias sobre cómo se mueve e interactúa la multitud, así como si la gente se deja puesta la mascarilla o no y, en última instancia, si pueden o no contraer el virus. Para responder a esta última pregunta, todos los participantes volverán a ser evaluados entre el 25 y el 26 de marzo.
Una vez dentro, todo parecía y se sentía como estar en un festival normal. La única diferencia fue el área de prensa, que resultó ser el único lugar donde las personas usaron la protección facial adecuada. Entre reporteros y científicos con carpeta y termómetro en mano, parecía que lo único que faltaba era un espejo unidireccional para observar a los asistentes (o sujetos de prueba) mientras se volvían locos.
Yo también tenía preguntas que responder. Para muchos de los participantes, fue la primera gran fiesta a la que asistían en más de un año, o al menos la primera legal. ¿Serían incapaces de disfrutar el evento y despreocuparse del COVID? ¿O serían capaces de dejarse llevar y pasar un buen rato?
Dos de los sujetos del experimento, Jessica, de 26 años, y Jase, de 30, se saltaron la barda entre la pista de baile y el área de prensa para preguntarme si podía tomarles una foto. Jessica dijo que el aburrimiento del confinamiento la tenía frustrada: “No hay forma de desahogarse y es frustrante”, dijo.
Jessica es terapeuta del lenguaje y trabaja en hogares de ancianos, por lo tanto, ha tenido la oportunidad de presenciar de primera mano cuánto sufrimiento ha habido en estos lugares. “He visto a mucha gente sentada en su habitación llorando porque no les permiten recibir visitas”, dijo. “Extrañan a su familia, lo cual es terrible. Pero también entiendo el otro lado: las personas que quieren divertirse”.
El gobierno holandés cerró todos los negocios no esenciales el 15 de diciembre e impuso un toque de queda a las 21:00 a nivel nacional a finales de enero. Los bares y restaurantes están cerrados desde mediados de octubre. Las restricciones se han encontrado con protestas violentas en muchas ciudades, y varias personas han irrumpido en tiendas e incendiado automóviles. También han destruido varios centros de pruebas. Las escuelas han reanudado las actividades parcialmente y algunas medidas se han relajado, pero el sector de la vida nocturna probablemente sea el último en reabrir.
Según mis propias observaciones, a la gente no le costó trabajo dejarse llevar. “¡Esto está increíble!”, dijo Jessica, mientras se formaba un mosh pit detrás de ella. El rapero holandés Gotu Jim le dio una botella de champán a los fanáticos en la primera fila. Se pasaron la botella uno a uno, saboreando el néctar burbujeante y la saliva libre de COVID de los demás, con la cara distorsionada por la euforia. Después de cantar una oda a la ketamina, Gotu agradeció a AstraZeneca.
Finalmente, me permitieron salir del área de prensa para participar en el experimento, pero al parecer mi cuerpo aún no estaba listo. Durante el transcurso de la pandemia, he envejecido 50 años, paso los domingos en un sillón reclinable, leyendo libros, escuchando música barroca y viendo qué arreglos le hacen falta a mi casa. Así que no me sorprende que me tomara un tiempo, y un par de shots, para que Benjamin Button regresara a la pista de baile.
El cantante holandés Maan, vestido con un atuendo hippie-chic, interpretó una versión de “Soul Sacrifice” de Santana, tocada en Woodstock en 1969. “¡Tenemos que hacerlo juntos!”, dijo, refiriéndose al eslogan de pandemia del Primer Ministro, Mark Rutte.
Afortunadamente, el rapero holandés Def Rhymz me ayudó a deshacerme de ese desagradable recordatorio del mundo exterior. Un chico a mi lado encendió tres cigarrillos en su boca antes de pasárselos a sus amigos. Todo estaba pegajoso, gracias a los shots de licor Flügel que vendían las camareras vestidas de rosa que se abrían paso entre la multitud. “¡Siéntanse libres!” gritó el MC del DJ holandés Rockefellababe. No fue necesario que me lo dijeran dos veces.
El actor y rapero holandés Bilal Wahib pidió a la gente que se abrazara tan pronto como subió al escenario. Minutos después, se aventó hacia la multitud sin camisa. Algunas parejas dejaron la pista de baile para irse a besar en privado, mientras que otras se metían la lengua hasta la garganta enfrente de todos. Todos estaban vueltos locos, hasta que alguien empezó a tocar “Empire State of Mind” de Alicia Keys y todos comenzaron a cantar al unísono.
Si bien nuestros científicos trabajan arduamente para burlar al virus con vacunas e hisopos nasales, es bueno saber que el alcohol y la música son suficientes para borrar temporalmente un año de aburrimiento y trauma. En lo que a mí respecta, la humanidad tiene la situación bajo control. Nos recuperaremos: tanto médica como mentalmente.