Fotos de personas celebrando que no ganaron las elecciones

Los raquiticos resultados (para todos) de la noche electoral convirtieron las sedes de los partidos en Madrid en una especie de videoclip de Muscle Museum, con los ciudadanos intentando no ahogarse en su propio llanto interno en medio de un escenario de falsa celebración, esperando a que el líder del partido al que habían votado asomara a saludar y les explicara qué coño había pasado. Todos insatisfechos con el resultado de los suyos y sin saber quién va a gobernar o si volvemos a las urnas en unos meses. Los comicios del 20D prometían cambio, pero tras el recuento de papeletas la cosa se quedó en un pequeño ‘sindios’ y -como mucho- en el principio del fin del bipartidismo.

Alberto Garzón fue el único que compareció con dignidad. Ataviado con un foulard extraño aceptó que, aun siendo el líder más valorado de la izquierda, sus potenciales votantes se habían ido a Podemos y que la injusta ley electoral le abofeteó a mano abierta (para lograr un escaño, IU-UP necesitaba medio millón de votos). No se puede decir lo mismo de Albert Rivera, antaño uno de los vencedores en las encuestas y ahora condenado a forzar una triste mueca de mañaneo (“España empieza nueva etapa de esperanza e ilusión”) para disimular el batacazo, mientras Inés Arrimadas le dice a Simancas (pobre): “vosotros también habéis perdido”. Los pocos fans del equipo naranja que se acercaron a probar los combinados a 12 euros del Eurobuilding intentaron animarle al grito de “yo soy español, español, español”.

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Exactamente el mismo cántico que se escuchó en Génova (también oímos “fuera de España, Podemos fuera de España” y “Coleta hueles mal”), donde unos falsos hipsters rellenaron una concentración tan famélica como los dos saltitos torpes que dio Rajoy en el balcón del PP. Los lagrimones de Cospedal no eran de emoción sino de puro terror, viendo que el pactómetro de La Sexta se averiaba y el presidente del Gobierno se le aparecía al cerrar los ojos sobre una cinta andadora recitando “es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. Un buen marrón y su peor resultado desde 1989. Al menos no fue su peor resultado de toda la democracia, que para eso ya están el PSOE y un Pedro Sánchez comatoso entornando los ojos para ver luz al final del túnel. “España quiere izquierda”, sentenció, pero en realidad pensaba: “España no me quiere”.

Los morados, los de la sonrisa, esos que le tomaron la palabra a Esperanza Aguirre cuando retó a los indignados del 15M a que formaran un partido y se presentaran a las elecciones, son quizá los únicos que tenían motivos para romper la piñata y lanzar un par de campanas al vuelo. No hubo remontada, pero sí que hubo una hostia a la casta, un buen puesto en el podio y 69 (sexy) diputados con bastantes ganas de caminar poco a poco hacia la victoria, como dejó claro Pablo Iglesias en su clásico discurso rapero, en el que no faltaron Rosalía de Castro y Durruti, antes de romper a cantar todos juntos con el puño en alto, unas cuantas de esas bonitas canciones con las que nos acunaban de pequeños nuestros padres rojos (“a galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar”).