Propinas, calor y turistas cabreados: ser guía de ‘free tour’ es una pesadilla

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Grand Place, centro neurálgico del turismo Bruselas, Bélgica. Finales de julio. Tres de la tarde, despejado. 34 ºC al sol.

Llego a la plaza, abro mi paraguas verde y le ato una banderita de España. Llevo un vestido rojo, que creo que atrae a más gente, una identificación de guía que tampoco sirve de nada porque es para Brujas y no para Bruselas, pero que me hace sentir más legítima, y una mochila a la espalda cargada de agua. Hace mucho calor, y en la plaza parece haber más guías que turistas. Aquí, cada color es una empresa; azul, Ruta86; rojo, Sandemans; negro, Buendia Tours; colorines, Alegría Tours; blanco, BravoTours; rosa, Hispano Tours; verde, GoBelgium.

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En el verano de 2016 apenas había una o dos empresas en esta plaza. En el de 2017 aparecieron varias. 2018 fue un despropósito y 2019 se augura como una encarnizada lucha por cada turista que ose poner un pie en este lugar. En los últimos años ha habido un espectacular boom de los free tours, que se perfila ahora como el gran producto turístico utilizado por millones de turistas all around the world a la hora de visitar una ciudad. La idea es sencilla: haces una visita guiada y al final pagas lo que quieres (si quieres).

No lo voy a negar, el formato es simpático, puesto que te permite conocer en mayor profundidad aquello que visitas de forma rápida y atropellada: llegas el viernes, te vas el domingo. Ida y vuelta a 45 euros y en esos 2 días y medio los jóvenes y carismáticos guías de free tour te haremos creer que has conocido e incluso entendido Bruselas, Brujas, y Gante. Cierto es que el free tour democratiza un servicio antes al alcance de pocos, como lo era el coger un taxi o el que te trajeran la comida a casa.

“‘¿Esto es el tour gratis?’. No, señora. Es el tour a precio libre, aunque en los paraguas de las grandes empresas hayan escrito ‘Tour gratis’ como perversa traducción de ‘Free tour’”

¿Os suena? Exacto, el free tour se presenta como una pieza más de este modelo que nos hace sentir pertenecientes a una clase social que nos queda cada vez más lejos, pero con la que nos sentimos más y más identificados porque gozamos de servicios (que no de bienes) antes no accesibles al populacho, acentuando a su vez la catástrofe de la que somos entusiastas partícipes. Pagas a una app para que alguien te pasee al perro, coges un taxi sin licencia, y un repartidor no reconocido como tal te trae la pizza a casa en medio de una cruel tormenta; con esto del capitalismo de plataforma todo es susceptible de transformarse en un trabajo (de mierda).

Hace calor. Empiezan a venir turistas. “¿Esto es el tour gratis?”. No, señora. Es el tour a precio libre, aunque en los paraguas de las grandes empresas hayan escrito “Tour gratis” como perversa traducción de “free tour”. Que quede grabado a fuego, free de libre, no de gratis. El truco de poder ofrecer una visita a precio libre es fácil: yo, como guía, no tengo salario. Mi salario serán las propinas que me quieran dar al final de la visita. Y yo tendré que pagar a mi empresa de 2 a 3 euros de “comisión” por cada persona que venga al tour.

Es decir, si vienes con tu pareja y me dais cinco euros entre los dos, yo me voy a quedar con uno y el resto es para el jefe. ¿Sabes esa foto tan simpática que te hacen de recuerdo en medio del free tour? Con esa foto el jefe cuenta a la gente y después te cobra. Si vienen 40 personas, la guía paga 80 euros. En algunas empresas pagará 100 (2,5 €) o 120 (3 €). Recuerde, de nuevo, el lector; en el colorido paraguas se lee “tour gratis” y el turista está por tanto en su derecho de no pagar. Aunque la guía pagará, pase lo que pase, por esa persona.

Ser guía es un trabajo bastante divertido, pero es duro: tienes que gritar continuamente, manejar grandes grupos (yo he llegado a salir con setenta personas), trabajar muchísimos días seguidos, huir de los codazos e insultos de los guías oficiales y, en el caso de los guías españoles, lidiar con las eventuales impertinencias del españolito medio. Pero no os voy a engañar, si trabajas para una empresa grande, se gana dinero. Sobre todo en verano.

“Han creado un sistema de explotación perfecto sin pagar ninguna cotización social por su plantilla, y a la mínima ocasión que se lo recuerdes pulsarán un botón y perderás tu trabajo”

El problema es a cambio de qué. Las condiciones en empresas grandes de free tours suelen ser algo deplorables: no tienes contrato. Aunque en ciertas empresas te hagan firmar un papel un poco random, en ningún caso representa un contrato de verdad, porque tú no eres un trabajador asalariado. Eres, tachán-tachán… Sí, autónomo. Obviamente, falso autónomo. No tienes ninguna capacidad de negociación sobre las condiciones económicas, solo puedes trabajar para una empresa, llevas un uniforme obligatorio, no puedes rechazar días de trabajo sin ser penalizado, estás obligado a hacer una ruta concreta y tienes una jerarquía increíblemente clara sobre ti.

¿Que te obligan a hacer free tours en Brujas? Pues te coges un tren y te pagas tú el billete. ¿Que no hay reservas? Estás obligado a ir igual. Aunque no salga el tour y aunque te pagues tú el billete. Han creado un sistema de explotación perfecto sin pagar ninguna cotización social por su plantilla, y a la mínima ocasión que se lo recuerdes, pulsarán un botón, te desaparecerán todos los eventos de tu Google Calendar y voilà. Ya no tendrás trabajo. Habrás sido desconectado. O, como les gusta decir, “dejarás de colaborar con esta empresa”.

En estas que un día llegué a casa bastante enfadada por lo poco que me habían pagado, y abrí una página de Facebook e Instagram bajo el nombre de Poor Free Tour. Una página que nació como un simple contenedor de memes sobre los tours.

Pero enseguida empezaron a aparecer likes y shares, y lo que es más interesante, mensajes. Guías de toda Europa (en algunos casos también de Latinoamérica) empiezan a contactar con la página. Roma, Ámsterdam, Venecia, Lisboa, Berlín, Madrid…

Elena*, guía de una ciudad de Italia, me escribió contando lo que le había pasado con un grupo de seis estudiantes en su tour. Elena asegura que durante las dos horas el grupo está atento, lo pasan bien, participan mucho. Acaba el tour y le dan 10 €, Elena les dice que tendrá que pagar por ellos y los jóvenes se enfadan. Mucho. Elena me enlaza la página de TripAdvisor de su empresa: hay hasta tres comentarios contra ella de ese mismo día. Una estrella: “chistes sin gracia, la guía Elena y su tour absurdo. Como guinda al pastel al darle el dinero que hemos creído en relación a lo que hemos escuchado se ha puesto impertinente y ha insinuado que no fuésemos a más free tour si no podíamos permitírnoslo”.

“A veces me da la sensación de que los guías no hablamos lo suficiente de los clientes que pagan poco o de los comentarios negativos que recibimos en internet porque detrás un cierto sentimiento de vergüenza o culpa”

Otro comentario, una estrella: “No solo el tour no ha sido nada destacable, sino que hemos recibido algunos comentarios inadecuados por parte de la guía, quien al no estar conforme con el número de personas que veníamos y el dinero que hemos elegido dejarle, nos ha dicho cosas como que si no podíamos ‘permitírnoslo’ (cito textualmente, eso habiendo dejado ya la propina) mejor que no viniéramos a más tours”. Otro:Tour nefasto”. Todos los comentarios con la misma fecha y pocos minutos de separación.

A veces me da la sensación de que los guías no hablamos lo suficiente de los clientes que pagan poco o de los comentarios negativos que recibimos en internet porque detrás hay un cierto sentimiento de vergüenza o culpa. La o el guía no podrá evitar preguntarse, ¿tan mal lo he hecho que solo merezco dos euros? O, ¿realmente he sido una “impresentable” y me merezco dos estrellas?

No sé si quien lea esto puede imaginarse el daño que puede hacer un comentario negativo en TripAdvisor. Daño a nivel profesional (es fácil que sancionen o despidan a causa de un comentario negativo), a nivel personal, y a nivel de proyección (tu futuro jefe mirará tus anteriores comentarios, que siempre quedarán ahi).

No es un caso único, guías de todo el mundo escriben a la página para contar sus problemas con sus jefes, sus experiencias como pequeñas empresas que combaten a la gran industria, o enseñan los comentarios de mierda que les dejan en TripAdvisor. Los erasmus que no pagan, la señora facha que es desagradable y te da dos euros, o el que te pone una estrella porque “estaba lloviendo”. Es el lugar común para hablar de algo de lo que estamos hablamos poco: la falta de solidaridad, el nulo sentimiento de clase y la cero empatía que puede llegar a manifestarse en la clientela de un free tour y de tantos otros trabajos de cara el público de nuestros días.

“Las grandes empresas y sus plataformas de reservas online actúan como una apisonadora que arrasa con cualquier posibilidad de competencia real”

Ser asalariada tampoco es la mejor opción. Contacté con una muchacha que publicó su experiencia con una empresa de free tours en Madrid en la magnífica cuenta de @trabajosruineros y lo que contaba me dejó espeluznada: cuando acaban el tour, le dan todo el dinero al jefe. Y el jefe, que les contrata a jornada parcial, les paga unos 600 euros al mes (cinco o seis free tours grandes ya generan 600 euros). Hablé con un guía asalariado de Barcelona y trabajaba bajo el mismo modelo.

La precariedad y los jefes explotadores son una constante en ambos modelos, por eso creé Poor Free Tours. Soy consciente de que los memes no serán el motor de la historia, pero creo que es una buena plataforma para la visibilización de la precariedad de los free tours en particular y de la contemporaneidad en general y un pequeño empujoncito para luchar contra esa situación.

Porque podemos hacer las cosas de forma distinta. Como decía antes, mi paraguas es verde. Hace unos meses, unas pocas personas salidas de las grandes empresas de tours creamos una pequeña empresita que resiste ahora y siempre al invasor.

En absoluto quiero reproducir el típico discurso entrepreneur-neoliberal, pero la verdad es que al ser un proyecto nuestro, puedo aseguraros que es mucho más divertido. No pagamos comisiones y no hay uniforme ni jerarquía. Pero de nuevo, no os voy a engañar, tampoco vienen demasiados turistas.

Las grandes empresas y sus plataformas de reservas online actúan como una apisonadora que arrasa la Grand Place sin piedad alguna con sus hordas de cientos de reservas por tours, y eliminan cualquier posibilidad de competencia real.

Nosotras nos dedicamos a coger a los pocos turistas que llegan despistados y sin reserva a la plaza. Para que nos entendamos, si ellos son McDonald’s, nosotras somos el bar de Pepa. Que es más digno y siempre es necesario en términos de contrapoder, pero que la mayoría del tiempo no se come una rosca en su intento de coherencia ideológica.

Ya son las cuatro de la tarde. Han venido dos parejas, una familia de cuatro, y tres jóvenes de Interrail. Les hago un rápido chequeo antes de cerrar el paraguas y comenzar el tour. Precio estimado: 10 + 20 + 20 + 10= 60 €. Me hace feliz que no tengo que restarle los 27,5 € que le tendría que restar trabajando para una empresa grande.

Pero la familia de 4 ha reservado por www.freetour.com, así que me han costado 6 € (4 x 1,5 €). Miro a ambos lados, a las empresas grandes y a sus paraguas rojos y rosas con grupos de 40 personas por cabeza, y suspiro, intentando recordarme que, pese a todo, estamos haciendo las cosas bien. O al menos intentándolo, que es lo que cuenta.

Sigue a Cristina en @ccristinarnal y en Poor Free Tour.

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