Artículo publicado por VICE Argentina
Es domingo a la tarde en las cercanías de San Telmo y la clásica postal de calles con feriantes, bares y negocios de antigüedades está revolucionada. En la esquina de Defensa y Alsina, 70 personas sostienen carteles, reparten folletos y leen discursos a través de un megáfono. Son activistas por los derechos de los animales manifestándose en contra de la muestra Carne, inaugurada el 15 de agosto en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires.
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Enterados de la protesta, los organizadores cierran las puertas del espacio y bajan las persianas. En la calle, los manifestantes relatan el calvario que sufren los animales hasta transformarse en un producto y escriben con aerosol “asesinos” y “muerte” sobre una de las paredes del museo, intervenida con un stencil en homenaje a la serie El Matadero del fotógrafo egipcio Sameer Makarius.
Tres horas después llega otro grupo de manifestantes y demuestra su descontento —de manera un poco más explícita— embadurnando con mierda la entrada. Como en todos los movimientos, en el veganismo activista también hay matices: los lanzadores de proyectiles se pierden entre la gente luego del escrache; los que estaban desde temprano se solidarizan con los trabajadores de la institución y colaboran en la limpieza de la sustancia. Finalmente todo termina en paz y al otro día la muestra vuelve a abrir sus puertas.
La carne es parte de la vida del argentino hasta en el discurso: curtimos, sacamos el cuero, nos hacemos milanesas. Incluso el lenguaje está atravesado por ella: los labios de una chica son carnosos y un rompe huelga es un carnero. Esa carne que se le adjudica al animal es la protagonista de la muestra en el Museo de la Ciudad y el disparador de la protesta de los defensores de los derechos de los animales.
¿Para qué un museo sobre la carne? ¿Qué tiene de artístico? ¿Qué nos dice sobre nuestra cultura?, son algunas de las preguntas para pensar este espacio.
“La propuesta de Carne es exponer la evolución del ganado vacuno en Argentina. Se trata de un centro de referencia, sobre la historia de la carne y su influencia en nuestra cultura, más que de un museo”, explica Mariano Oropeza, curador de la muestra, mientras guía a la cronista de VICE por el espacio. También relata que junto a Raúl Manrupe investigaron la temática durante dos años y recopilaron información y piezas alusivas a la explotación del ganado vacuno y a su representación social y cultural. El contacto con —por ejemplo— la Asociación de Propietarios de Carnicerías, el Sindicato de la Carne y el Museo de la Publicidad o del Dibujo y la Ilustración facilitó el armado de la muestra a partir de los prestamos o la sesión de los diversos objetos.
Al fondo de la sala, la réplica de una carnicería porteña de los años 50 invita al público a pasar del otro lado del mostrador para jugar a despachar y vender alguno de los 41, 2 kilos de carne que un argentino consume durante un año.
Junto con ese dato, en una de las paredes del museo, aparecen estos: son 17 millones de vacas las faenadas en un año por la industria frigorífica nacional. Son 1, 1 millones al mes, 35.580 por día, 1482 por hora.
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Unos pasos antes de la carnicería, se exponen piezas históricas relacionadas a la temática: el humor gráfico de Paturuzú y Flax; dos afiches de 1968 con Isabel Sarli como la emblemática protagonista de la película Carne de Armando Bo; los libros El Matadero de Echeverría y Martín Fierro de Hernández. También afiches y objetos que dan cuenta de las transformaciones históricas: el frío y los cambios en las dietas y menúes; el asado y su llegada a la ciudad y a las clases populares; los diferentes cortes, métodos de consumo y platos; los saladeros, corrales y mataderos; los centros de venta y exhibición; y la primera exposición rural; hasta llegar a la etapa de industrialización de la vaca con los frigoríficos y sus distintos distritos industriales.
Algo pasa desapercibido a los ojos de esta cronista hasta que hace foco y lo mira en detalle: una maqueta reproduce en miniatura el proceso de faenado de las vacas.
Las pequeñas vaquitas de plástico ejemplifican cómo sus colegas reales ingresan vivas por un lado y salen cadáveres por otro. Honestidad brutal que le dicen.
Los hierros para marcar el ganado, los sellos de tipificación para las diferentes razas y las listas de precios de las carnicerías de los 50 son otros ejemplos de lo que la muestra comparte sobre la cultura cárnica. Todos ellos apuntan a ayudarnos a comprender cómo se pasó de las primeras siete vacas traídas al país en 1556 (y un toro, claro) a las 41millones de la actualidad.
“Este es un espacio para seguir sosteniendo la falsa idea de que los animales están para servirnos. Hacen un museo generando cultura sobre la muerte de los demás animales y perpetuando su opresión y esclavitud. Es un síntoma más de nuestra enfermedad cultural y social. Otra parte de la naturalización y normalización de la barbarie, la tortura y el asesinato que usa este modelo de explotación para seguir engañándonos”, afirma Malena Blanco, fundadora de la organización Voicot y una de las activistas por los derechos de los animales presentes en la manifestación pacífica en contra del museo.
Consultado por VICE sobre su opinión acerca de la postura y protesta de los activistas veganos, el curador de la muestra explica: “No quisimos hacer una glorificación o apología sobre el consumo de carne —fijate que no hay fotos que expongan o reflejen el sufrimiento del animal— sino que desde lo histórico y lo artístico se recuperaron las memorias y las experiencias a su alrededor”. Además, cuenta Operoza, decidieron no borrar las pintadas que hicieron los activistas. Son —afirma— un retrato de la época actual, donde se pone en cuestión el consumo de carne.
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Nicolás Fassi también es activista vegano —participa de la organización Anonymous for the voiceless en CABA— y estuvo presente el día de la protesta junto a Voicot, Buenos Aires Animal Save y Animal Libre. Para él la muestra contribuye a arraigar en la cultura argentina que está bien la violencia y el sufrimiento de los animales. “Creo que este museo es lo mismo que sucede con la tauromaquia en España, el Festival en Yulin, China, donde se comen a los perros, y otros eventos culturales, en distintas partes del mundo, que también repudiamos”.
Un detalle: entre los hitos que destaca la línea de tiempo sobre el crecimiento y la transformación de la producción y el consumo de carne en Argentina —desarrollada en una de las paredes del museo— incluyeron al Día Mundial Sin Carne, instaurado por Farm (Farm Animal Reform Movement) en marzo de 1985. En frente a esa pared cuelgan las obras de Micaela Gauna, quien fue convocada —además de Axel Caponi con su escultura Cabeza de Toro— para exponer (y ampliar) su serie Carne.
La artista la incorporó a su obra hace tres años; primero como un detalle, una sugerencia, y después eligiendo diversos cortes y pintándolos. Fueron meses de trabajo donde solamente estuvieron presentes el pincel, ella y la pieza de carne seleccionada. “Concibo a la carne como portadora de cualidades de lo bello y de lo siniestro, porque es algo familiar, parte de nuestra vida cotidiana pero también cuerpo muerto, rasgado, lacerado. Intento ser consciente de esto cuando pinto. El cuerpo como objeto de origen violento; la carne como depositaria de contradicciones, conflictos éticos y morales”, dice Gauna.
Entonces si, desde su perspectiva, la carne es a la vez bella y siniestra, al momento de retratarla ¿es posible abstraerse y separar al objeto de la corporalidad animal? la experiencia durante el proceso de trabajo le dijo que no: “Esa imposibilidad es lo que me interesa de la carne, aunque no tengo ningún vínculo con ser vegetariana, ni estoy interesada en serlo. Creo que mi obra aportó otra mirada a la muestra porque mis “carnes” no son alimento. Lo mío no es una apología, tiene ver con un criterio estético, con el estudio pictórico de un elemento que, en este caso, es la carne”.
La polémica alrededor del bife y sus derivados no se resolverá en el corto plazo. Mientras tanto, el sábado 29 de septiembre Carne llegará a su fin con una actividad de cierre: “La verdad de la milanesa” será una clase abierta de cortes vacunos dictada por carniceros de la ciudad. En el mismo momento, a unos kilómetros y como todos los fines de semana, los defensores de los derechos de los animales se manifestarán en contra de la explotación en la puerta de un matadero.