Sequía Petorca
Medio Ambiente

El pueblo que quedó sin agua por la industria aguacatera

Las plantaciones de aguacate de exportación dejaron sin agua a la población de Petorca, en Chile. Después de años de trabajo colectivo, la comunidad logró que esta brotara otra vez. Ahora espera que la nueva constitución garantice el derecho al agua.

Cuando escuchó que el motor de la máquina retroexcavadora se detuvo, Katy Espinoza (54) tuvo una corazonada. Soltó las ollas en las que estaba cocinando el almuerzo comunitario y sin pensarlo corrió hacia la excavación. Allí, a cuatro metros de profundidad, se asomaba el agua. Embrujada por el brillo, saltó al pozo con ropa y zapatillas puestas. 

“¡Encontró agua! ¡Encontró agua! ¡Siempre estuvo aquí, a unos metros de nosotros!” gritó entre lágrimas, tomando una y otra vez el agua en sus manos y lanzándola hacia el cielo, mientras vecinos y vecinas se acercaban para ver el espectáculo y celebrar con ella desde la orilla el hallazgo que les cambiaría la vida. 

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La presidenta del comité de Agua Potable Rural (APR) de la localidad de Quebrada de Castro llevaba más de diez años soñando con este momento. Esperó una década para que las instituciones estatales solucionaran el problema de la falta de agua en su localidad rural en la cuenca del río Petorca, en la región de Valparaíso, zona central de Chile. Pero la ayuda nunca llegó, porque el Estado no considera rentable invertir en infraestructura y soluciones de agua en sectores donde hay menos de 50 viviendas, como es el caso de Quebrada de Castro. Frente al abandono, ella y su vecindario decidieron hacerse cargo del problema con sus propias manos bajo el concepto de la minga, un término popular que se refiere a convocar reuniones de acción solidaria para realizar un trabajo de manera colectiva.

La minga partió en 2018, cuando comenzaron a sumar fuerzas desde distintas partes. Personas de otras localidades les donaron un estanque para recaudar agua, ganaron un concurso para costear las tuberías, hicieron un convenio con la Universidad de Playa Ancha, que envió estudiantes que ayudaron como asesores profesionales. Una vez que el plan y los materiales estuvieron listos, personas de otros sectores de Petorca viajaron a Quebrada de Castro para trabajar en surcar el suelo, mover la tierra e instalar cañerías. Había días en que se reunían hasta 50 voluntarias y voluntarios. Katy Espinoza y sus vecinas cocinaban grandes almuerzos con la comida que los negocios locales donaban para la comitiva. Cuando terminaba de cocinar, partía con el delantal puesto a agarrar una carretilla para mover la tierra de las obras.

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Gracias a la gestión solidaria, las ocho familias que viven en Quebrada de Castro ahora tienen una red de agua potable con estanque, caseta de cloración y tuberías que llevan el agua a las casas. Pero el agua que el Estado brindaba a su estanque seguía siendo insuficiente, por eso el último gran avance fue a fines del año pasado, luego de que la Municipalidad de Petorca les donara derechos de agua. En noviembre, la comunidad contrató varilladores que lograron detectar agua subterránea en un pedazo de tierra que no es propiedad de las agrícolas que están en el  lugar y la máquina que consiguieron prestada por fin hizo que, cual milagro, brotara el agua de la tierra seca. 

“Fue algo tan emocionante”, recuerda Katy Espinoza. En ese momento volvió a ser la niña de siete años que chapoteaba en el río con sus primos y vecinas, rodeada de sauces, flores y aves, saltando de las rocas al pozón, compitiendo por quién nadaba más rápido, abriendo los ojos bajo el agua para ver cómo las piedritas se arrastraban con el caudal. 

Todo ese imaginario había quedado destruido hace quince años, cuando el río Petorca se secó hasta desvanecerse en una zanja árida y triste. Los árboles murieron, las aves se fueron, los cultivos de los cuales vivían las familias desaparecieron. Y entonces la única agua de su vida pasó a ser la ración de mil litros que una o dos veces a la semana le llevaba a su casa un camión aljibe de la Municipalidad. 

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Mil litros es la cantidad de agua suficiente para cinco duchas de diez minutos cada una, pero con eso ella se las tenía que arreglar para que en su casa bebieran y se asearan, y para cocinar, regar y lavar la ropa. Según datos de la Oficina de Asuntos Hídricos de la Municipalidad de Petorca, la misma realidad enfrentan 3.525 personas que se abastecen de camiones aljibe en las 25 localidades rurales de la cuenca. En algunos casos la ración de agua supone menos de 50 litros diarios por persona, siendo que la cantidad mínima estipulada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 100.

La falta de agua no se debe solamente al calentamiento global, que ha devenido en sequías en distintas partes del mundo, sino principalmente a cómo se gestiona el agua en Chile. Durante la dictadura de Augusto Pinochet se privatizaron las aguas y en 1981 se promulgó el Código de Aguas, que sigue rigiendo al país hasta el día de hoy con una perspectiva de mercado. En esa época Chile se consagró como el único país del mundo en el cual los derechos de agua se otorgaron de forma gratuita y a perpetuidad a empresas nacionales y extranjeras, sin siquiera tener claridad sobre la disponibilidad hídrica de las cuencas. En la práctica eso se ha traducido en que las industrias extraigan agua a destajo en desmedro del consumo humano. 

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En el caso de Petorca la cuenca del río se encuentra 12 veces sobreotorgada, principalmente para las plantaciones de palta (aguacate), un fruto que según distintos estudios necesita entre 400 y 2000 litros de agua —lo que se requiere para llenar veinte bañeras— por kilo producido y que es exportado a Europa, China y Estados Unidos por grandes empresarios, algunos vinculados a cargos de poder político en Chile. Es violento el contraste entre los asentamientos secos donde vive la gente y el verde de los predios agrícolas, donde hay piscinas gigantes que acaparan agua para regadío succionada con enormes cañerías desde el río. 

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La situación ha devenido en que la Gobernación de Petorca haya tenido que gastar casi 9 mil millones de pesos (unos 12 millones de dólares) entre 2012 y 2018 para comprar agua, muchas veces a la misma industria paltera (aguacatera), y repartirla entre la gente de la provincia, según indica el informe Compra y distribución de agua potable por camiones aljibes en la Provincia de Petorca, de 2019. El mismo estudio dice: “El Estado chileno, en sus esfuerzos por disminuir la escasez hídrica de la población de la provincia de Petorca, permite y refuerza la acumulación económica de la agroindustria”. Por todo eso, uno de los lemas más famosos en Petorca es “No es sequía, es saqueo”.

“Los empresarios tienen toda el agua. En 1995 llegaron a comprar terrenos y plantar paltos [aguacates]. La gente estaba feliz porque había trabajo; nunca pensaron que esto iba a pasar. Se secaron los arroyos, no se podían regar las hortalizas, los animales se empezaron a morir, tuvimos que dejar de usar el WC y construir pozos negros para hacer nuestras necesidades… En diez años se secó todo, se hizo ceniza. Quedamos sin nada, nada, nada de agua. Da impotencia ver que los paltos se están regando y nosotros sin agua. Podemos hacer avances, pero el problema real no se va a solucionar hasta que los empresarios suelten al agua. Es difícil, pero no hay que perder la esperanza. Puede que, si llueve fuerte, la lluvia se lleve todas esas plantaciones que hay por los ríos y nos deje el agua para todos”, dice Katy Espinoza.

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“Cuidar el medio ambiente y enfriar el planeta tiene que ver con trabajar en colectivo por el bien común”.

Como ella, la gente que vive en Petorca se convenció de la importancia de organizarse para buscar y concretar soluciones a la escasez de agua. En 2014 crearon la Unión de APRs de Petorca, compuesta por los 24 comités y cooperativas de Agua Potable Rural de la cuenca: agrupaciones de vecinos y vecinas que administran, operan y mantienen el servicio de agua potable de su localidad. Desde ahí empujaron la creación de la primera Oficina de Asuntos Hídricos del país, institución dedicada exclusivamente a resolver cuestiones relacionadas al agua del lugar: estudios, repartición de agua, instalación de infraestructura. Han levantado mesas sociales del agua, capacitaciones en uso de tecnología, talleres de educación ambiental en escuelas, el proyecto Nodo hidrodinámico para generar conciencia sobre el cambio climático, un espacio abierto a la comunidad con internet y libros relacionados al agua que bautizaron Biblioteca Hídrica y una ferretería popular con herramientas y maquinarias a disposición de todos los y las habitantes de la cuenca.

“Se ha hecho un trabajo  súper potente de autogestión comunitaria del agua. Es una respuesta concreta de la comunidad organizada ante a la escasez hídrica, que tuvo buenos resultados y buena recepción. Entrega fe y es una muy buena referencia para Chile y el mundo, porque cuidar el medio ambiente y enfriar el planeta tiene que ver con trabajar en colectivo por el bien común. La unión hace la fuerza”, afirma Carolina Vilches, directora de la Oficina de Asuntos Hídricos de Petorca.

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Luego del éxito de la minga de 2018, están realizando otra para dejar operativa una red de agua en las localidades de El Bronce y El Durazno. Para recaudar dinero han organizado rifas, bingos e instalado pequeñas alcancías en los negocios locales donde la gente deja su aporte monetario.

“Unirnos en solidaridad y por un bien común nos cambió la vida. Nos transformamos en una familia del agua”.

“No podíamos seguir llorando porque no tenemos agua; teníamos que conformarnos como unidad para pelear por el agua. Aquí el mismo pueblo da una respuesta a la sequía. Creamos vínculos, hay una identidad, nos ayudamos cuando necesitamos algo. Unirnos en solidaridad y por un bien común nos cambió la vida. Nos transformamos en una familia del agua. Pero lo que necesitamos ahora es que el Estado se haga responsable. Queremos una nueva constitución donde el agua sea un derecho humano básico”, explica Álvaro Escobar, presidente de la Unión de APRs.

La demanda de Petorca ha llegado a oídos de la población del país completo, que luego de la revuelta social de 2019 consiguió que el pasado 25 de octubre se aprobara la escritura de una nueva constitución. Petorca tiene la esperanza de que con ella se liberen las aguas, que el río brote de nuevo y vuelvan con él los cultivos, los sauces y las aves de antaño.

La Iniciativa Ciudades Transformadoras, organizada por Transnational
Institute, ha proporcionado apoyo en materia de investigación y
cobertura informativa para este artículo.

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