Salud

Donar mis óvulos ha sido el mayor logro de mi vida

No estoy segura de si lograr el verdadero altruismo es posible, pero me inspiró a llevar a cabo el procedimiento.
La donante de óvulos Milly McMahon de vacaciones y en el hospital

Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.

Tengo 33 años y soy soltera. Tener hijos siempre se sintió como parte de mi futuro, pero la realidad de enamorarme y mantener una relación parece inimaginable. En 2018, cuando mis amigos subían cada vez más fotos a Instagram de sus hijos pequeños y recién nacidos, firmé un acuerdo para donar mis óvulos al Hospital de Mujeres de Birmingham.

No estoy segura de si lograr el verdadero altruismo es posible, pero me inspiró a llevar a cabo el procedimiento. Todo lo que hacemos, la mayoría de las veces, está motivado por nuestro propio beneficio. Haces unos años dejé mi trabajo de alto perfil como editora musical de la revista i-D en Londres para convertirme en enfermera. Quería sentir un propósito; necesitaba validación. Me encanta la enfermería y tengo mucho respeto por mi trabajo. Pero la enfermería solo afirma mi autoestima, no es un verdadero acto de altruismo. (Además: me pagan por mi tiempo).

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En Reino Unido es ilegal que las donantes de óvulos reciban un pago (en España, a las mujeres se les puede pagar 1.000 euros por ciclo de donación). Aunque se compensan costos como viajes y tiempo libre, el Servicio Nacional de Salud quiere atraer a las posibles donantes haciéndoles pensar en ello como un regalo, en lugar de algo de lo que pueden beneficiarse económicamente.

Mi primer encuentro en noviembre de 2018 con la enfermera de fertilidad consistió en repasar los detalles legales y genéticos. No tendría derechos sobre mi bebé una vez que naciera. Se congelarían hasta diez óvulos, que tampoco serían de mi propiedad; una vez recolectados, le pertenecerían a la madre que lleve a cabo el embarazo. Mi tejido se convertiría en su tejido; nuestro bebé crecería dentro de ella, nutrido, alimentado y llevado a término sin ningún conocimiento de su existencia. Mi donación fue completamente anónima. Nunca llegaríamos a conocernos.

Mi enfermera emanaba el tipo de amabilidad que me hizo querer disculparme por mi propia existencia. Durante los siguientes nueve meses, nos vimos para realizar los escaneos, pruebas, ultrasonidos y varias otras citas. Los exámenes son rigurosos: las donantes pueden ser descalificadas por enfermedad genética o padecimiento crónico. Cuando me dijeron que había pasado, sentí una nueva sensación de respeto por mí misma. Mi cuerpo, que había desatendido y odiado durante la mayor parte de mi vida, se había curado solo. Me sentía incapaz de hacer tantas cosas, pero no de albergar vida.

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Questionnaire for egg donors

El cuestionario previo a la recolección de óvulos. Foto cortesía de Milly McMahon

Las inyecciones de hormonas de Suprecur me iniciaron en la fertilización in vitro con un fuerte impacto. Introducidas justo antes de mi período, el dolor era inconcebible. Me desperté una noche practicando el tipo de técnicas de respiración que vemos en las mujeres durante las contracciones. Mi médico de cabecera, a quien llamé presa del pánico a las 4 AM, me informó que era una situación bastante normal. El dolor se desvaneció luego de 24 horas. Luego vino la Bemfola, la hormona estimulante de folículos que se inyecta para aumentar la producción de óvulos. No sentí grandes cambios por esto, aunque Google me advirtió que tendría ganas de llorar, gritar, reír y dormir al mismo tiempo en cualquier momento.

Poco después de la segunda serie de inyecciones de rutina, asistí a la clínica antes de las 8 AM cada mañana para escanear mi útero para que los médicos pudieran monitorear el crecimiento de mis óvulos y el engrosamiento del revestimiento del útero. Mis óvulos parecían un panal y mi útero lucía engrosado en el monitor blanco y gris. Estaba lista para terminar mi viaje. Cuarenta y ocho horas antes de la recolección de mis óvulos, me inyecté Ovitrelle exactamente a las 10 PM, la hormona que desencadenaría la liberación de mis óvulos completamente maduros.

Me desperté a las 5 AM para viajar sola hasta el hospital en tren. Pensé en cómo debe sentirse entrar en labor de parto o ver a tu propio bebé dentro de ti; no solo óvulos meciéndose anónimamente alrededor de un útero. Coloqué mis manos sobre mi vientre y me pregunté si un futura madre estaba haciendo lo mismo.

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En el quirófano, vi un líquido blanco lechoso desaparecer dentro de mi cánula mientras mis ojos se cerraban bajo el estupor de la anestesia. Antes de quedarme dormida, traté de grabar el momento tanto como pude. Ha sido mi logro más orgulloso y ambicioso hasta ahora. En el segundo antes de dormir, había encontrado un propósito.

Cuando desperté, sentí un dolor punzante en el útero y me sentía mareada. Comí pan tostado, oriné y me llevaron a una habitación llena de chicas de mi edad con sus parejas o sus padres. Me pregunté por qué estaban allí. Me quedé mirando la revista que estaba fingiendo leer y traté de contener las lágrimas que brotaban de mis ojos. Pero no pude.

Rápidamente me levanté y me quedé sola en el pasillo, llorando incontrolablemente, sin estar segura de por qué. La amable enfermera que me había atendido desde el principio estaba allí de repente, abrazándome e irradiando tanto calor como el sol. Cuando llegó mi amiga Margaret, me metió en su coche, abrigada y segura. Pude aliviarme de la desesperación que sentía por el amor y el respeto maternos.

Mi extracción de óvulos ocurrió en octubre de 2019: es y seguirá siendo el mayor logro de mi vida. Cualquiera que pueda —tanto emocional como físicamente— donar sus óvulos debería hacerlo. Este hermoso viaje me ha cambiado para siempre, un proceso increíble impulsado por la empatía y la comprensión.

Fueron altruistas como mi enfermera y Margaret quienes contribuyeron a mi felicidad y salud, así como a la de la familia creada por mi donación. Al buscar la aceptación de una familia que perdí hace muchos años, descubrí un nuevo amor al poder beneficiar a otra familia, apoyada por aquellos que me ayudaron.

Siempre he buscado seguridad: aspiro a sentirme valiosa y pertenecer. Sin embargo, si soy honesta, no he sentido ninguna de las dos cosas. Mi infancia fue problemática y no tengo una relación con mi madre. La responsabilidad de criar un bebé feliz y saludable, y el abrumador potencial de dañar esa vida, me llena de miedo. ¿Pero esto? Esto fue algo que podía hacer.

@millymcmahon