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El océano es terreno para la épica y la superación, donde muchas grandes historias han empezado sin encontrar, en algunos casos, un final feliz. La del irlandés Gavan Hennigan, por fortuna, ha acabado en una sonrisa… y gritos de rabia y euforia. Merecidos, comprensibles. Este tipo de 35 años se convirtió el pasado 2 de febrero en el hombre más rápido en cruzar el Atlántico a remo.
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Cuando alcanzó Puerto Inglés, en Antigua y Barbuda, Hennigan dejó atrás 49 días, 11 horas y 37 minutos de travesía en solitario por las revoltosas aguas del mar abierto. En realidad, con la única ayuda de sus brazos y equipado con poco más que un ajustado bañador con la bandera de su país y kilos de provisiones, Gavan cumplió uno de sus sueños vitales, unos sueños que las drogas estuvieron a punto de arrebatarle.
“Algunos días me levantaba… y estaba en las últimas, pero leía esos comentarios positivos —de gente desconocida— y me motivaban para coger los remos y seguir adelante”, explicaba el deportista en declaraciones recogidas por The Irish Times. Para conseguir su gran reto, este irlandés de Galway tuvo que remar hasta 19 horas un mismo día. “Ha sido una experiencia que te cambia la vida; he experimentado la belleza y los atardeceres del Atlántico, la emoción de planear sobre el océano abierto en un bote de remos, la desesperación de avanzar contra los vientos y la alegría de regresar a tierra. Durante los últimos 49 días he tenido un solo objetivo: vivir la vida”.
La vida, vivirla al máximo. Eso fue precisamente lo que impulsó a Henningan a dejar atrás una juventud inundada por la heroína y el alcohol. Consiguió desintoxicarse con 21 años, justo después de haber intentado suicidarse sin éxito. Desde entonces vive al límite, pero practicando todo tipo de deportes extremos, una pasión que asegura que le ha salvado la vida y le ha ayudado a canalizar su naturaleza adictiva hacia una dirección sostenible.
Participar en la Talisker Whiskey Atlantic Race, una carrera de 5 000 kilómetros que cruza el océano Atlántico desde la isla de la Gomera, en las Canarias, hasta Antigua y Barbuda, solo ha sido el último de sus retos. Lo sorprendente es que, aunque se ha enfrentado a la colosal tarea en solitario, ha quedado en tercera posición enfrentándose a embarcaciones de entre dos y cuatro tripulantes.
“Me levantaba por la mañana, fumaba heroína y volvía a acostarme”, explicaba hace un tiempo sobre su oscuro pasado. Para salir del pozo, Hennigan se apoyó en un trabajo poco convencional; ya lleva más de una década como buzo en plataformas petrolíferas, donde realiza reparaciones a más de 200 metros de profundidad. Fue esa naturaleza extrema de su propio trabajo la que le llevó a plantearse retos deportivos del mismo calado, y es que además de cruzar el Atlántico, Gavan ha completado la travesía a pie del lago Baikal en Siberia —700 km. a pie sobre hielo, nieve y bajo un frío polar— y ha participado en varias ultramaratones extremas en la Antártida, el Ártico y Alaska.
“El cuerpo es una máquina. Solo debes mantenerlo alimentado y descansado, y literalmente seguirá funcionando. La mente, sin embargo, puede empezar a escabullirse y adelantarse a tu cuerpo, así que tienes que devolverla a su sitio y juntar cuerpo y mente en un mismo lugar”, comentó poco después de terminar su particular odisea por el Atlántico.
Solo, y acompañando sus paladas con más de 8 000 calorías de alimento diario, Hennigan demostró que el único límite del ser humano es su propia voluntad. Del suicido a esto; ahora solo se pregunta, igual que nosotros, cuál será su próxima aventura.