Gente de La Habana: Gorki Águila, rebelde con causa

Antes de que Gorki se convirtiera en la voz punk más prominente en Cuba, antes de que pasara dos años en la cárcel, antes de aquellos legendarios conciertos desde el balcón de su casa que produjeron la ira de sus vecinos y la policía, antes de todo eso, Gorki era un veinteañero aburrido que vivía en La Habana y formó una banda porque no tenía nada mejor que hacer. La armó porque, como dice él, estaba buscando “una manera creativa de no aburrirse” en un país que define como “perfecto para no hacer nada, para perder el tiempo y atrofiarte”.

Eran los noventa y la escena roquera de La Habana estaba dominada por bandas de metal con nombres como Combat Noise y Congregation. A Gorki le gustaban, pero sentía la necesidad de cantar en español para aprovechar mejor “el aquí y el ahora” del lugar donde vivía.

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Anarchy in the UK fue el disco que le cambió la vida. Más que un sonido, los Sex Pistols le dieron una lección política: que era necesario cuestionar, a través de la música, las ideas imperantes de una sociedad. Así surgió Porno para Ricardo, la primera banda punk de Cuba.

Hoy Gorki Águila tiene casi 50 años. Aún mantiene una estrambótica cabellera negra y viste jeans del mismo color a pesar del abrasador sol habanero. Tiene bigotito cuadrado al estilo Charlie Chaplin y gafas de pasta. Nos reunimos un lunes por la tarde en su apartamento, donde también opera un estudio de grabación y su sello musical, La Paja Records. Su casa es la clásica morada punk decorada con grafittis y esténciles. Uno dice “La pornografía es derecho del pueblo” y otro más “ANALQUÍA”; en una pared cuelga el poema “All I Have is a Voice”, de W.H. Auden.

Gorki no la ha tenido fácil. Tras la temporada en la cárcel, 2003-2005, su rock se volvió más radical, con canciones críticas al gobierno. Sus letras cayeron tan mal que en 2008 fue acusado de “peligrosidad social predelictiva”. Tras una campaña internacional de solidaridad, el gobierno desistió de las acusaciones y Gorki fue multado con 600 pesos, mismos que pagó con monedas de 20 centavos.

Dado que los espacios para el rock son casi todos estatales, Porno para Ricardo no tiene dónde tocar en Cuba. Pero Gorki no tiene planes de bajar el tono de sus letras combativas: siente un profundo desprecio por lo que él llama “arte conformista” y está convencido de que el rock debe ser “transgresor”.

“En el punk importa más la actitud que la música,” me dice Gorki.

Porno para Ricardo lleva años sin dar un concierto y nadie sabe cuándo ni dónde será el próximo. Tampoco importa. Su existencia no es una lección de música: es una cátedra de actitud.