1. Con los hashtags #NoMeCuidanMeViolan y #AMiMeCuidanMisAmigas, mexicanas de varias ciudades (entre ellas CDMX, Guadalajara, Monterrey, San Cristóbal de las Casas, Toluca y Oaxaca) salieron a las calles el 12 y 16 de agosto a manifestarse por la violencia histórica que la policía y la fuerza pública ha ejercido contra las mujeres –uno de los hitos de esta violencia es el caso Atenco–. Las marchas estuvieron llenas de rabia y escarcha, y marcan un momento clave para los movimientos feministas de las más jóvenes, que en los últimos años han salido a las calles y a las redes con estrategias para denunciar y visibilizar la violencia machista que vivimos las mujeres.
2. Todo comenzó con tres denuncias: el 10 de julio dos policías (Genaro López y David Guerra) violaron a una mujer de 27 años en un hotel de CDMX. Ambos policías quedaron en libertad. El 3 de agosto pasado una menor de edad denunció haber sido violada por cuatro policías en Azcapotzalco, en la Ciudad de México, al regresar de una fiesta que quedaba a dos cuadras de su casa. Otro policía abusó sexualmente de una chica de 16 años dentro del Museo de Archivo de la Fotografía.
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3. Las ciudadanas convocan de forma espontánea y a través de las redes sociales a la primera manifestación el lunes 12 de agosto para denunciar la violencia sexual policíaca. Las mujeres protestaron frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana. El jefe de la Policía Capitalina, Jesús Orta, dijo que veía “un clima muy radicalizado” por las manifestaciones, y una de las manifestantes le aventó escarcha rosada en la cara.
4. La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum dijo que la protesta había sido una “provocación” y la molestia creció con el gaslighting institucional. También se dijo que abriría una investigación para descubrir quién había lanzado la escarcha rosa.
5. Como si fuera poco, el 15 de agosto la Procuraduría General de Justicia anunció que el Ministerio Público en Azcapotzalco perdió las pruebas genéticas del caso de la menor que denunció a los policías por violación. Se convoca a una segunda marcha el viernes 16 de agosto, que en CDMX comenzaría con una concentración en la glorieta de Insurgentes. Se convoca a una marcha separatista, es decir, de solo mujeres, y se dejó claro en todas las comunicaciones que los reporteros y fotógrafos hombres no eran bienvenidos a la marcha.
6. El mitin es multitudinaria y las mujeres llenan las calles, están furiosas, rompen vidrios, vandalizan una estación de metro, prenden un fuego controlado a una estación de policía en la Colonia Juárez (sin que hubiera lesionados). Cuando llega la policía las mujeres gritan: ¡Fuimos todas! Grafitean la estatua del Ángel de la Independencia en la Avenida Reforma. Las mujeres se sienten fuertes y unidas, sienten rabia y miedo.
7. A la mañana siguiente, sábado 17 de agosto, los medios de comunicación titulan que las marchas fueron violentas y le dan voz a críticas que dicen cosas como “protestas sí, pero no así”, “no se puede protestar a la violencia con más violencia”, y además se hace viral el caso de un periodista agredido en la marcha y los medios culpan a las feministas. El presidente Andrés Manuel López Obrador dice: “Hago un llamado para quienes se manifiestan, para que lo hagan de manera responsable, sin violencia, sin afectar a los ciudadanos y que se cuide el patrimonio cultural, artístico de México”. La frustración fue generalizada: desde hace décadas las mujeres en México han denunciado la violencia, han seguido los conductos regulares, han denunciado ante las cortes internacionales, han escrito, han buscado formas creativas y constructivas de protesta, pero nada ha funcionado. Nada. En este contexto eso que llaman “vandalismo” se convierte en una forma de protesta legítima, y dado que no quieren escuchar, necesaria. La protesta es incómoda, y es disruptiva, sino no es protesta. ¿Qué son unos cuantos vidrios rotos al lado de tantas vidas de mujeres rotas?
8. Se descubre que el reportero Juan Manuel Jiménez fue golpeado por otro hombre, Carlos Daniel Penagos García, conocido como “El Chupas”, quien al parecer se dedica a infiltrar protestas para reventar marchas a cambio de dinero. La estación de Policía de la Colonia Juárez amanece pintada y reparada.
9. El domingo 18 de agosto el Gobierno de la CDMX tuvo una reunión a puerta cerrada con algunas feministas con quienes se llegó a algunos acuerdos, entre ellos: la conformación de un consejo de ciudadanas para dar seguimiento a programas y acciones del Gobierno de la CDMX; que ninguna mujer, colectivo o activista fuese perseguida, violentada o espiada, y que ninguna sería criminalizada; capacitación en perspectiva de género a los y las policías de Ciudad de México; que los espacios de discusión con las feministas sean diversos; que los medios de comunicación solo manden reporteras y fotógrafas a cubrir manifestaciones feministas y se respete la postura separatista. Este es un punto muy importante pues muchas de las mujeres que marchan han sido víctimas de violencia a manos de hombres, y frente a esto, el espacio de solo mujeres se convierte en un espacio seguro. Esto significa que los medios que quieran cubrir la marcha deben enviar a reporteras y fotógrafas, pues al enviar periodistas hombres a cubrir se está incumpliendo de forma manifiesta una exigencia mínima de las mujeres y eso es, en sí mismo, una agresión. No es mucho pedir, ocupar una calle, sin hombres, por un día. La resistencia a una medida tan sencilla habla de los obstáculos que tenemos las mujeres para habitar los espacios en nuestros términos: ¡El único espacio público separatista que nos respetan son los baños!
10. Claudia Sheinbaum ordena a la Procuraduría de la Ciudad de México investigar las amenazas y ataques virtuales contra activistas y colectivos feministas por apoyar las protestas. Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, dijo sobre las pintas al Ángel de la Independencia en Twitter: “Los daños materiales son reversibles, reparar el daño a las mujeres es una tarea más ardua”. Desde la primera protesta hasta la fecha han sido asesinadas 18 mujeres. Se estima que en México asesinan a diez mujeres cada día. Los casos que originaron las protestas siguen impunes.
Las protestas de las mexicanas contra la violencia de la policía tienen en su centro la seguridad de las mujeres. Y la seguridad, para nosotras, no es llenar las calles de armas y policías –que muchas veces se van en nuestra contra–, no es llenar la ciudad de luces o agilizar el proceso de denuncia por acoso o violencia física o sexual, aunque sean medidas necesarias. Nuestro problema es que estamos inseguras en todas partes: en la calle, en la casa, en el trabajo, y que la fuerza pública encargada de protegernos no nos cuida, nos agrede. En el fondo del asunto el problema es que no somos vistas como ciudadanas plenas, es que nuestra cultura repite una y otra vez que nuestras vidas son desechables. Y si nuestra vida no vale, nuestra muerte tampoco: ahí radica nuestra vulnerabilidad. Pero salir a gritar, rayar, romper, nos descubre frente al mundo como personas, como humanas. Habrá quien se sorprenda de que las mujeres tengamos tanta rabia, pero nosotras por fin nos dimos cuenta, de forma colectiva, de que calladitas y bonitas no logramos nada.
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