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Cultură

Aquila non capit muscas – Operación Varsovia

La revista Vacaciones en Polonia es de lo poco que se puede leer.

Atestado el mercado “cultural” de solipsistas y solecistas, pigmeos con elefantiásico ego a quienes solo parece autorizar su soberbia, desconcierta tropezar con alguien que, depositario de genuina inquietud intelectual, se toma tantas molestias para no aparecer en la foto. En los aproximadamente seis años consumidos ya de singladura, los responsables de

se han mostrado siempre remisos a salir de su huronera. Profilaxis coherente, dado el montaraz espíritu de una publicación consagrada a “la literatura no convencional”, pongamos que equivalente culto de Mondo Brutto, con quienes firmaron conjuntamente el libro España es sobrenatural. Insólito ejemplo, pero ejemplo al fin y al cabo, de que en nuestra península barataria es posible la supervivencia de una prensa marginal inteligente y erudita, enriquecedora. Stanislaw Ignacy Witkiewicz suele ser el encargado de recibir a los lectores de VEP. Actual sede del 50% del comité polaco, residiendo el resto en Madrid, donde se originó la revista, celebra la antigua capital del reino nazarí una feria del libro en la que VEP asoma por varios frentes. En el bulevar Carrera de la Virgen, bajo el justiciero lorenzo granadino se recalienta la caseta nº 18, alquilada por el consorcio que forman la Biblioteca Social Hermanos Quero y Bakakai. La primera es un centro de documentación especializado en la historia de las luchas sociales, a su vez “espacio de encuentro y auto organización” de tilde anarquista, librería y editora responsable entre otras obras de Retablo de la devastación: sobre la destrucción física, social e imaginaria de la ciudad de Granada. Agazapada en la calle Tendilla de Santa Paula, Bakakai responde por su parte a una recoleta y apasionante librería, también de tendencia ácratoilustrada, que VEP y los Quero abrieron hace escasos meses. Es en ambos establecimientos donde paralela a la feria transcurre una Semana Crítica durante la que, entre otros actos, tiene lugar un coloquio sobre Las Revistas del Rrollo y la Contracultura de los 70, uno de cuyos ponentes es Emilio Sola, nombre indispensable del underground madrileño, fundador de la legendaria taberna La Vaquería —primigenio coladero contracultural matritense, objeto de un atentado bomba de autoría ultra— y miembro de La Banda de Moebius, editora tardo-freak no menos mítica en la que entre otros publicaron Xaime Noguerol, Eduardo Haro y Fernando Márquez. Precisamente objeto de un detenido y antológico estudio, quizá el más completo que hasta ahora se ha llevado a cabo, forma parte aquella subterránea efervescencia editorial de la prensa enrrollada española de los 70 de uno de los sumarios recientes de Vacaciones En Polonia. No diremos que herederos, acaso sobrinos lejanos, gente que ha crecido tocando en bandas de rock de Lavapiés —en concreto Rag Cutter y Pantasma— o buscando por el Rastro ejemplares incorruptos de Star, guardan los polacos con respecto a ese acervo que la Movida eclipsó, y de algún modo colaboró a desactivar en sintonía con la molicie socialista, respeto y rasgos comunes. Autodenominada publicación aperiódica, VEP aparece una vez al año y sólo se distribuye en librerías señaladas de ciertas ciudades. Impresa en blanco y negro, no contiene publicidad y prácticamente la confeccionan entre tres personas desdobladas en raudales de noms de plume. Indiferente a las directrices del mercado y las modas, comprometida únicamente con un criterio que se resuelve ecléctico, sibarita, tampoco practican sus páginas el esclavizaje de la actualidad ni la glosa de novedades.
Ilustración de Miguel Brieva para el dosier sobre las revistas del Rollo publicado en el último número de VEP. Haz click en la imagen para verla a tamaño completo. Mucho más que una revista de literatura, también su aspecto rebasa el formato habitual desde que a partir de su tercer número se esponjara espectacularmente de modesto fanzinillo a opulento infolio, con doscientas rebosantes y exquisitas páginas. Enciclopédico tomo, fruto de titánicos trabajos editoriales, profuso en textos e ilustraciones, del que acaban de aparecer simultáneamente dos números complementarios, el 5 y el 6, como es costumbre monográficos, dedicados en esta ocasión a las literaturas anarquistas y utópicas. Con antecedentes temáticos tales que Gombrowicz —fijación madre de esa casa en la que tanto se ama a las letras polacas—, o los especiales “literaturas antropófagas” y “suicidios y literaturas”, VEP es una valiosa rareza, futurible pieza de culto y coleccionismo. Mina de curiosidades que desentraña fascinantes páginas de un heteróclito pasado con coloquial sabiduría, instructivas reflexiones y sólida escritura.

Inagotable surtidor de proyectos, el buró polaco no repara en imaginación a la hora de dar sorpresas ni de buscar métodos con que financiarlas. Mientras tendrá que posponerse por un tiempo su proyecto de reimprimir las pornográficas caricaturas que dedicó a los borbones el hermano de G.A. Bécquer, el pintor Valeriano Domínguez, ya andan tramando un próximo número de VEP. Debía costearlo la venta en E-Bay de una egregia escopeta de caza, supuestamente la que le reventó al Caudillo en las manos, pero, consultados los archivos de la Fundación Francisco Franco, resultó que el arcabuz de magnicidas instintos había sido destruido tras el percance. Cuando les dejé, andaban en pesquisas para autentificar la bandera soviética bordada en oro con las efigies de Stalin y Lenin que el segundo obsequió a José Díaz, secretario general del partido comunista en los años 30. Cuya venta redundaría en la edición del libro Diseño sin diseño, un catálogo de objetos producidos por la CNT y otras organizaciones. Ni me atrevo a preguntar cómo se las arreglaron para publicar La Barcelona de la dinamita, el plomo y el petróleo. 1884-1908, colección de “apuntes para un recuento final de cadáveres”, fruto éstos del pistolerismo y las bombas que hicieron de la ciudad condal Tebas del anarquismo.