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‘La llegada’, o cómo hacer ciencia ficción inteligente y peculiar

Me atrevería a decir que se trata probablemente de una de las películas de ciencia ficción producida por un estudio norteamericano más trepidante y poco ortodoxa.
Todas las fotografías cortesía de Paramount Pictures

Alerta de spoilers: este artículo revela cierta información sobre la película, pero nada que pudiera arruinar la trama.

Es fácil perder de vista los elementos destacables de La llegada, la última obra del canadiense Denis Villeneuve (Prisioneros, Sicario), un filme elíptico, inquietante y cautivador que ha empezado a proyectarse en varios festivales de cine antes de estrenarse mundialmente el 10 de noviembre.

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Basada en el relato The Story of Your Life, de Ted Chiang, La llegada no necesita efectos especiales espectaculares para atrapar al espectador. Me atrevería a decir que se trata probablemente de una de las películas de ciencia ficción producida por un estudio norteamericano más trepidante y poco ortodoxa, una anomalía en una era en lo que todo parece que tenga que formar parte de una saga.

La llegada es prolífica en grandes ideas. Así, los alienígenas tienen siete extremidades, son capaces de predecir el futuro y se comunican mediante dibujos no lineales.

Pero en esencia, la cinta trata sobre una mujer cuya vida se ha visto trastocada por la pérdida de un hijo. La fotografía, de una elegancia amarga, es obra del joven maestro Bradford Young (Selma, El año más violento). Con una trama cocinada a fuego lento que engancha desde el primer minuto, la película arranca con un montaje fluido y sintético en el que se nos da a conocer la historia de la breve vida y la muerte agonizante de una joven por un tipo raro de cáncer.

La secuencia, similar a la que ya usara Villeneuve en la injustamente infravalorada Enemy, logra narrar la vida de la protagonista con extraordinaria fluidez y facilidad, reflejando con absoluta nitidez y profundidad la experiencia de amar, educar y perder a una hija.

Villeneuve, que nos tiene acostumbrados a thrillers potentes y cargados de melancolía, imbuye su última producción de un estilo elegante y modesto que concede a los actores holgura interpretativa. Estamos ante una película en la que tan destacables son los personajes como el espectáculo, especialmente el rostro cincelado en alabastro de Amy Adams, que sostiene casi cada plano de la cinta.

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Adams interpreta a Louise Banks, madre de la joven fallecida y reputada lingüista que da clases en la universidad. Banks es convocada por Whitaker, en su papel del lacónico coronel Weber, para investigar, junto a otros científicos de renombre, doce extrañas aeronaves alargadas y de gran altura aparecidas en diversos puntos de todo el planeta. Su función es la de tratar de comunicarse con sus extraños ocupantes, que no parecen emitir ningún tipo de sonido ni de señales de otro tipo.

Llevados por el impulso de la naturaleza humana, varios jefes de gobierno y un puñado de magnates de los medios de corte conservador deciden que la mejor idea es atacar a las naves. Por una vez, todas las naciones del mundo aúnan esfuerzos para lograr un objetivo común, compartiendo información… hasta que dejan de hacerlo. Los alienígenas, enormes criaturas de siete piernas que se comunican dibujando símbolos con lo que parece una especie de ceniza flotante, no parecen tener intenciones violentas, pero la traducción de su lenguaje mudo se convierte en tema de debate mundial. Uno de los mensajes es interpretado por un equipo chino como una amenaza, lo que provoca que el gobierno del país asiático ordene el ataque, generando divisiones en la ONU y el caos generalizado. La coalición que ha estado liderando el esfuerzo conjunto de la humanidad para comunicarse con los extraterrestres se desmorona. Banks está convencida de que las criaturas con las que ella y su equipo han estado comunicándose, y a las que han apodado Abbott y Costello, tienen buenas intenciones, y debe encontrar el modo de convencer al gobierno de su país, cuyos fatalismo y susceptibilidad están encarnados en el sombrío agente de la CIA interpretado por Stuhlbarg.

El filme ya se ha proyectado en los festivales de Venecia, Telluride y Toronto, de donde es originario Villeneuve. El cineasta, sin embargo, no pudo asistir a este último pase porque está trabajando en la nueva versión de Blade Runner bajo la supervisión de Ridley Scott. Si se puede tomar La llegada como referencia, todo apunta a que Dekker y los replicantes han caído en las mejores manos para su regreso a la gran pantalla tres décadas más tarde.

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Traducción por Mario Abad.