Una noche cualquiera de verano. Puerta del Sol. Madrid. Siempre me había atraído conocer de qué va esto de los relaciones públicas que te ofrecen chupitos (aterradores) por la calle y como jóvenes extranjeros se enrolan en atrevidas aventuras nocturnas con un PR que ejerce de capitán de un barco llamado salir de noche, o también pub crawl. Imaginaba extranjeros, estudiantes de provincia en su segundo año de Universidad y turistas más o menos despistados. Nada más lejos de la realidad, definitivamente había salido para quitarme esos tópicos de la cabeza.
Un par de vueltas cerca del Kilómetro 0 y ya noto la desconfianza en los relaciones públicas. Al sexto intento encuentro a Danilo, venezolano, que me da la tarjeta de su jefe y rápidamente conozco a Marcos, ecuatoriano, 15 años en la noche y dos con su agencia de pub crawling. Me lleva a su local al lado de cuartel general de la Guardia Civil en Sol. “La calle más segura de la ciudad”, me dice.
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“Buscamos democratizar el salir de fiesta”. Es de las primeras cosas que escucho. Y luego: “Por diez euros accedes sin colas a cuatro bares y en cada uno tienes un chupito, descuentos y al final una copa. Esos precios son imposibles, sin nosotros esto cuesta más del doble”. Damos un paseo por los bares con los que trabaja. El personal de seguridad es extremadamente amable y me da la mano aunque llevo la cámara de fotos encima. Uno de ellos me comenta que trabajar con público así es bastante agradecido: “El pub crawl hace socializar, romper el hielo”.
Marcos añade que saliendo en grupo te relacionas más. Venden la experiencia de salir por Madrid y conocer sus gentes. En las cuatro horas que paso con ellos el ratio nacional- extranjero es bastante parecido. Grupos de jóvenes que no tenían idea de dónde ir, parece que ahora se están divirtiendo. Uno de ellos, de look swagger, me suelta: “Tú haz las fotos sin avisar, que posar es de fracasados”.
Bajo con Danilo y otro compañero. Se acercan a repartir tarjetas a grupos, hablan un rato y les ofrecen acompañarles. A medida que avanza la noche, los grupos se juntan y salen todos a la vez de los bares acompañados del relaciones públicas correspondiente. Una chica de Gales que me dice que su acento es pijo, dos chicas canadienses a las que le gusta la música latina, los swaggers y una pareja de enamorados de 19 años que acaban de terminar los exámenes. El ambiente me recuerda al del videojuego de lucha (y genial grupo de música) ‘Rival Schools’.
Me despido en el tercer bar, los cubatas no eran de garrafón y las chicas canadienses van a aprender esta noche unas cuantas cosas sobre Venezuela.