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ciencia

Más cerca del contacto: la nueva tecnología que está ayudando a encontrar vida extraterrestre

Desde vehículos todoterreno a telescopios del tamaño de un pueblo, la búsqueda de vida extraterrestre va a requerir de importantes avances tecnológicos.

En 1960, el renombrado astrónomo Frank Drake decidió orientar el radiotelescopio del Observatorio Green Bank hacia dos estrellas cercanas con la esperanza de detectar algún indicio de vida extraterrestre. Pese a no dar resultado, la iniciativa de Drake marcó el inicio del programa SETI (acrónimo inglés de "Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre"), un proyecto internacional cuyo propósito es determinar si estamos o no solos en el universo.

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El proyecto SETI ha progresado considerablemente desde sus humildes comienzos, hace más de medio siglo, como demuestran todos los avances tecnológicos logrados en el ámbito de la búsqueda de vida alienígena. Hoy en día, los astrónomos cuentan con telescopios mucho más potentes de lo que Drake jamás habría podido imaginar, mientras que los astrobiólogos se sirven de vehículos todoterrenos teledirigidos para recoger muestras de la superficie de Marte, un planeta del sistema solar que no comenzaría a estudiarse hasta 15 años después del primer experimento de Drake.

Según Eric Korpela, director del proyecto SETI@home en la UC Berkeley, uno de los avances tecnológicos más significativos del programa se ha producido en el ámbito de los telescopios, de los cuales menciona el ALMA, el Square Kilometer Array y el Allen Telescope Array como ejemplos de la nueva generación de aparatos que nos acercan más que nunca a la posibilidad de establecer contacto con hipotéticas formas de vida inteligentes.

"El elemento común a todos ellos es que se trata de grupos de telescopios", señaló Korpela. "Es un cambio significativo respecto a la forma en que el SETI ha desarrollado la mayor parte del trabajo en el pasado, usando grandes telescopios de un solo plato con los que era posible observar únicamente un punto en el firmamento. Los conjuntos de telescopios, conectados en red, son capaces de dirigirse a distintos puntos de forma simultánea y poseen una resolución espacial mucho mayor, lo que permite enfocar con gran precisión una sola estrella, en lugar de cubrir una zona más amplia".

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El principal avance de los conjuntos de radiotelescopios con respecto a sus predecesores radica en su capacidad de optimizar una técnica de medición relativamente nueva: la interferometría. Esta técnica combina las señales de radio recibidas por los distintos telescopios y genera una única señal de gran precisión.

Pese a disponer de estos radiotelescopios tan avanzados, el SETI no ha abandonado del todo los antiguos telescopios de un solo plato, los cuales sigue utilizando, aunque de un modo distinto. Ejemplo de ello es SETI@home, una iniciativa de computación distribuida iniciada en 1999, en la que decenas de miles de personas de todo el mundo aúnan esfuerzos en la búsqueda de vida extraterrestre.

Actualmente calculamos que entre el 5 y el 10 por ciento de las estrellas poseen al menos un planeta similar a la Tierra en su zona habitable

Los científicos del SETI en Berkeley reciben a diario decenas de gigabytes de señales de radio procedentes del telescopio de Arecibo, en Puerto Rico, y del de Green Bank, en Virginia Occidental. Filtrar toda esa cantidad de ruido cósmico en busca del menor indicio de inteligencia es una tarea mastodóntica, incluso contando con la tecnología computacional más puntera. Sin embargo, gracias a la unión de la potencia de procesamiento de miles de ordenadores de todo el mundo conectados en red, abordar esa tarea resulta infinitamente más sencillo, e implica que incluso mientras descansamos podemos estar buscando vida extraterrestre.

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Por otro lado, los avances en la óptica de los telescopios han permitido descubrir un universo rebosante de planetas potencialmente habitables orbitando otras estrellas: los llamados exoplanetas. El primero de ellos fue descubierto en 1999 y, desde entonces, se ha revelado la existencia de varios otros miles, muchos de los cuales tienen un tamaño muy superior al de la Tierra y no parecen contar con las condiciones necesarias para que se desarrolle la vida.

El telescopio espacial Kepler, lanzado en 2009 y equipado con la mayor cámara que jamás se haya enviado al espacio, descubrió el primer exoplaneta parecido a la Tierra en 2014, en la región habitable de otra estrella. En los tres años que han pasado desde entonces, se ha revelado la existencia de más de una decena de otros exoplanetas con condiciones atmosféricas similares a las de la Tierra y que podrían albergar vida extraterrestre. El descubrimiento más reciente se produjo el mes pasado, cuando la NASA anunció la presencia de siete planetas potencialmente habitables en el sistema estelar Trappist-1, la mayor cantidad jamás encontrada orbitando una misma estrella. "Actualmente calculamos que entre el 5 y el 10 por ciento de las estrellas poseen al menos un planeta similar a la Tierra en su zona habitable", afirmó Korpela.

Las estrellas y los planetas observados por los astrónomos del SETI como Korpela se encuentran a decenas, a veces a cientos, de años luz de la Tierra. Sin embargo, en nuestro sistema solar los astrobiólogos también están buscando signos de vida extraterrestre, aunque no inteligente.

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La herramienta de estos científicos, en este caso, no son los telescopios, sino una nueva generación de vehículos todoterreno y sondas que se despliegan en la superficie de los planetas y las lunas de nuestro sistema en busca de formas de vida microbiana. Los principales candidatos para estas misiones son Marte, uno de los satélites de Saturno, Encélado, y una luna de Júpiter, Europa, ya que todos ellos poseen agua en su superficie.

A excepción de Marte, todavía no se ha enviado ninguna misión en busca de vida a estos destinos. La primera misión no tripulada a Marte se realizó en el contexto del programa Viking, en la década de 1970. Más recientemente, se ha lanzado ExoMars, un proyecto conjunto de la Agencia Espacial Europea y Roscosmos que consta de dos fases; en la primera fase, el Trace Gas Orbiter (que aterrizó en el planeta rojo el pasado octubre), analizará la composición de la atmósfera marciana. Pese a que el gas predominante en Marte es el dióxido de carbono, la presencia de otros gases, como el metano, y de vapor de agua hace sospechar que podría haber vida en la superficie dl planeta. La segunda parte de la misión se completará en 2021 con el aterrizaje de un vehículo equipado con un taladro de 180 cm para la extracción de muestras en niveles inferiores.

Asimismo, Encélado y Europa son destinos de sumo interés para futuras misiones de carácter exobiológico.

El mes pasado, la NASA presentó una propuesta para enviar un módulo de descenso a Europa, cuya superficie está cubierta por una capa de hielo de 16-24 km de espesor, bajo la cual los científicos creen que podría ocultarse un océano de agua en estado líquido de un tamaño que duplicaría el de todos los océanos de la Tierra juntos. A principios de la década de 2020, la NASA planea lanzar un módulo orbital a Júpiter que realizará 45 pasadas muy cerca de Europa para medir la densidad de su capa de hielo y determinar si es posible que bajo ella haya agua y, en caso afirmativo, su grado de salinidad y temperatura. Pero los planes de la NASA son mucho más ambiciosos. Su propuesta más reciente consiste en el lanzamiento de un módulo de descenso que aterrizaría en la luna jupiterina mediante una "grúa aérea" (los paracaídas no serían necesarios, ya que Europa no tiene atmósfera) y procedería a recoger muestras de los primeros centímetros de la superficie de la luna.

Los planes de la NASA para visitar Encédalo, en cambio, no están tan definidos. En 2015, después de que la sonda Cassini enviara imágenes en las que se apreciaba una especie de columnas de hielo que muy probablemente contengan agua que emergían de su superficie, un científico de la Universidad de Cornell propuso el lanzamiento del Enceladus Life Finder (ELF), cuya misión principal consistiría en tomar muestras de esas erupciones para determinar su composición química. Un segundo proyecto, el Life Investigation for Enceladus (LIFE), va más allá y propone analizar las protuberancias y tomar muestras que, a diferencia de la iniciativa anterior, se traerían de vuelta a la Tierra para posteriores análisis.

Pese a que en el momento de redactar este artículo ninguna de las dos misiones mencionadas ha pasado de la propuesta inicial, probablemente estemos viviendo el periodo más activo y prometedor en lo que a búsqueda de vida extraterrestre se refiere, gracias al desarrollo de increíbles nuevas tecnologías en las agencias espaciales y por parte de equipos de investigación de todo el mundo.

Traducción por Mario Abad.