No te mueras sin haber visto un Boca Juniors-River Plate
Foto de Marcos Brindicci, Reuters

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la locura del superclásico

No te mueras sin haber visto un Boca Juniors-River Plate

Preferí limpiar mierda y matarme de hambre con tal de ahorrar para ir a un Boca-River, uno de los diez eventos deportivos que un ser humano debe vivir antes de morirse.

Cuando cumplí los 22 años me aventuré en un viaje por Argentina que me hizo ver de distinta manera la mayor pasión que la vida me ha regalado: el fútbol. Vivir allí durante seis meses era un reto mayúsculo para una persona cuya única aspiración era disfrutar la mayor cantidad de partidos que su cuerpo y sobre todo, su bolsillo, pudieran tolerar.

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Debo decir que a esa edad tenía que estirar la mano para que mis padres pudieran mandarme algo de dinero —principalmente para vivir, claro está. Cuatro perras para comer y dormir bajo techo; lo que sobraba me servía para conocer algunos lugares, ir a fiestas y ver fútbol. Sobre todo, ver fútbol.

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Estar en Argentina me hizo ver el fútbol de una manera muy diferente. La pasión y la manera en la que se vive el mero hecho de ir a un estadio es sencillamente única.

Mi mirada siempre estuvo puesta en asistir al Superclásico de Argentina, un Boca Juniors-River Plate que en aquella ocasión, por azares del destino, se jugaría en La Bombonera. Lo primero que pregunté al hacer a mi primer amigo en Buenos Aires fue: ¿cuánto cuesta ir a ese partido? "¡Imposible!", me respondió.

La Bombonera de Boca Juniors justo antes de un Superclásico en 2009. Imagen vía Stringer/Reuters.

Para pagarme mi estancia en Argentina tenía que trabajar como ayudante de cocina y limpiando baños en un restaurante de la zona de la Recoleta, una de las más 'chetas', o 'pijas', de Buenos Aires. Ahí recibía desayuno, comida y una propina diaria que utilizaba para cenar. De esa forma, pese a que no era el trabajo más bonito del mundo, me ahorraba unos dólares para poder ahorrar lo que mis padres me enviaban y así poder ir a ver fútbol en directo (y tomarme unas copas de vez en cuando, vale).

Cuando me dijeron que era literalmente imposible ir a ver un Boca-River en directo, pregunté el porqué. Mi amigo me dijo algo así: "Para un Boca-Banfield, a ti que eres mexicano y que creen que traes 'plata', te van a cobrar 100 dólares. ¿Te imaginás cuánto te va a costar ir a La Bombonera?".

Un Boca-River en La Bombonera está considerado como uno de los diez eventos deportivos a los que un ser humano debe asistir sí o sí en su vida antes de morir. Junto a él, Wimbledon, el Derby de Kentucky, el Tour de Francia o la carrera de trineos de Iditarod, entre otros. El ir a ese partido para mí no era una opción: era una obligación. Me daba igual que para ello me quedara sin comer una semana o tuviera que limpiar durante otro mes entero la mierda del baño del restaurante.

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Aficionados de River Plate antes de un Superclásico en 2006. Foto de Enrique Marcarian, Reuters.

El tiempo fue pasando, y en el camino asistí al Monumental de Núñez, al Gigante de Arroyito en Rosario, al Nuevo Gasómetro de San Lorenzo, al Presidente Perón de Racing y a La Fortaleza de Lanús, equipo del que me terminé haciendo hincha pese a que no es precisamente el club más popular de Argentina. Había entrado en casi todos… menos en La Bombonera.

Cuando por fin se acercó la fecha de aquel Superclásico, me puse como objetivo conseguir una entrada al estadio. Entendí ese "¡Imposible!" de mi amigo: tomé de mi casa el metro, hice el transbordo a un bus y llegué a La Boca. Como llevaba ya un tiempo en Buenos Aires, cuasi-imité el acento argentino a la hora de topar con un revendedor. Me dijo que una entrada costaba 400 pesos argentinos: eso eran casi 6.000 pesos mexicanos, unos 300 euros.

Yo no disponía ni de una quinta parte de esa cantidad. Mierda.

Hablé con mis padres y les convencí de que me echaran una mano, vendí una camiseta del fútbol mexicano que tenía por ahí e hice horas extra en el restaurante. Saqué dinero de mi comida; reduje al cero absoluto mis fiestas. Finalmente, sabiendo que estaría esquelético y sin entretenimiento alguno durante semanas, pude comprar mi entrada.

No existirá un día en el que me arrepienta de mi acción. Tal vez las noches en las que prefería dormirme por el hambre que tenía, pero ni siquiera eso me hizo pensar que había tomado la decisión equivocada. Me dijeron que estaba loco y que me habían visto la cara de pringado y me habían estafado. En ambas cosas tenían razón, pero qué más da.

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Llegué pronto a La Boca. Mi lugar estaba debajo de la barra de River, pero con la gente de Boca Juniors. Nunca antes he visto un ambiente tan loco como aquella mañana y creo que nunca más lo veré. De hecho, dudo que en México se viva algún día el fútbol de esa manera. Me extrañaría encontrar otro país del mundo en que ocurra lo mismo, la verdad.

Rodrigo Mora, de River Plate, pugna por un balón con Mariano Echeverría, de Boca Juniors, en un superclásico disputado en 2014. Foto de Marcos Brindicci, Reuters.

La manera en la que la gente alienta los 90 minutos, donde no para ni un segundo de brincar y cantar, es única. Me tocó un afane de un trapo de River que la afición de Boca festejó como el gol del título. Estaba cansado y me dolían los pies, pero la opción de sentarse no existía: cuando lo intenté, la gente misma me impulsó para que siguiera en pie y siguiera alentando a Boca.

El juego acabó empatado a uno con dos golazos. El primero, de Martín Palermo, justo en la portería que tenía enfrente; el segundo, un tiro libre del hoy técnico de River, Marcelo Gallardo. El partido en sí no fue demasiado bueno (una tónica en el fútbol argentino en los últimos años, por desgracia), pero el ambiente hizo que ese día fuera único.

Al salir del estadio me fui feliz a mi casa. Quizás pueda morirme sin ir al Derby de Kentucky, al Tour de Francia o al (aburrídisimo) Masters de Augusta, pero no sin ir a un Boca-River. Mi locura, que sé que muchos amantes del fútbol compartirían, había valido mucho la pena.

Este fin de semana en Argentina se vivirá un fin de semana de locura, de esos que me encantaría vivir. Habrá clásicos en cada región del país. Habrá un River Plate-Boca Juniors en El Monumental, y también un Estudiantes-Gimnasia —clásico de La Plata—, y un Independiente-Racing —clásico de Avellaneda—, un Lanús-Banfield —clásico de Fortaleza—, un Colón-Unión —clásico de Santa Fe—, un Central-Newell's —clásico de Rosario— y finalmente un Huracán-San Lorenzo, un partido conocido como el 'clásico del barrio'.

Este fin de semana en el fútbol argentino podría ser conocido como "el finde loco". No es para menos, viendo el panorama que se viene. Si me decís que no os gustaría estar allí, es que realmente no os gusta el fútbol.