Terminaron los Juegos Olímpicos y, cosa que no todos recuerdan, un par de semanas después se inauguran los Juegos Paralímpicos. En la misma sede, Río de Janeiro, y en general casi en los mismos estadios.
Falta menos de una semana y aparentemente existe una crisis financiera tan grande que fue necesario convocar a los más altos escalafones del gobierno para asegurar que suceda el evento. La situación política en el país no ayuda en nada. Dilma Rousseff recibió suficientes votos en contra para ser separada del cargo en un golpe que lleva varias semanas de gestión. El Comité Paralímpico Internacional ha sostenido reuniones de emergencia con el ahora presidente Michel Temer y el alcalde de Rio, Eduardo Paes. El objetivo era garantizar los fondos extra que ayuden a solventar la carencia de fondos.
El esquema de financiamiento supuestamente vendría de un comité orgnaizador compuesto por patrocinadores privados. Ellos coordinarían con el estado y con la ciudad para llevar a cabo lo necesario para que los eventos sucedan. Así para los Olímpicos como los Paralímpicos. Y aunque hace unas semanas la organización presumía finanzas sanas, resulta que hay varios huecos por carencias presupuestales de muchos millones de reales. Y la petición era solicitar una inyección de dinero público para tapar los huecos. Esta petición estuvo detenida primero y ahora ha sido aprobada por los juzgados. Es decir, los contribuyentes brasileños serán quienes completen lo que antes un grupo de privados habían acordado solventar.
Esta inyección de recursos quizá no ayude a resolver el segundo problema: la impopularidad de los Juegos reflejada en las escasas ventas de boletos. Hasta hace unos días, del boletaje total disponible se habían vendido únicamente la mitad de ellos. Y es que la gente está inconforme con este desenlace. A unos días de que inicien los juegos, el presidente del Comité Paralímpico Internacional, Philip Craven, anunció que habrá recortes en servicios, transporte y hasta personal. Aunque estarán apretados con el presupuesto —las circunstancias más difíciles en los 56 años de historia, según dice él—, confía en "que pueden organizar unos grandes juegos". Falta poco para saber si estos juegos apretados de dinero son lo que fueron los de Berlín o los de Londres, o más bien una desgracia.