Cuando Dennis Bergkamp metió un gol de leyenda
Dennis Bergkamp celebrando un gol con Thierry Henry en 2004. Imagen vía Reuters

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un toque mágico

Cuando Dennis Bergkamp metió un gol de leyenda

Esta semana se cumplen catorce años de uno de los goles más maravillosos de todos los tiempos: el tanto mágico de Dennis Bergkamp al Newcastle United.

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Seis meses antes, Dennis Bergkamp quería irse. Descontento con el papel secundario que le había asignado Arsène Wenger desde la llegada de Sylvain Wiltord la temporada anterior, el holandés tenía ganas de ver mundo y marcharse a otro lugar.

A sus 32 años, es probable que Bergkamp estuviera ante su última oportunidad de conseguir un gran contrato antes de jubilarse.

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Sin embargo, se quedó.

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A media temporada, la decisión parecía acertada. Su asociación en el frente de ataque del Arsenal con Freddie Ljungberg y Thierry Henry era garantía de espectáculo: la Premier League incluso le eligió jugador del mes de enero. Su rendimiento a principios de marzo del 2002 era sencillamente brutal.

Lo único negativo de estos meses fue que una suspensión por una entrada peligrosa en un partido frente al Liverpool le había dejado un par de partidos en el banquillo. Bergkamp estaba molesto: al fin y al cabo, su nivel de forma era estelar y eso podría cortarle el ritmo.

Por fortuna, Dennis volvió a estar listo para el partido frente al Newcastle United, un rival directo por las primeras posiciones. Dado que Henry estaba lesionado, iba a ser el holandés quien ocupara la punta de ataque gunner… a pesar de que el '9' no era su ubicación favorita; Bergkamp siempre había preferido la segunda punta, el '9-y-medio', por detrás de jugadores como Ian Wright, Nicolas Anelka o el propio Henry.

No es extraño que Bergkamp prefiriera evitar la posición de '9': al fin y al cabo, le recuerdan sus dos años en el Inter de Milán. Allí, la prensa italiana le desolló por su mediocre rendimiento; Massimo Moratti, el presidente del equipo nerazzurro, no le veía capaz ni de marcar diez goles por temporada.

Moratti, de hecho, llegó a comentarle a un miembro del cuerpo técnico del Arsenal que los gunners tendrían suerte si Bergkamp metía "ni siquiera diez goles en total" en su nuevo equipo.

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Ah, el Inter. Es un universo por sí solo.

Cabe decir en defensa de Moratti que los inicios de Bergkamp en el Arsenal no fueron fáciles. El internacional holandés costó 7,5 millones de libras al equipo londinense en 1995, algo así como diez millones de euros, y eso le convirtió en el jugador más caro de la historia del club; para más inri, en sus primeros seis partidos con la casaca roja no logró marcar.

Dennis Bergkamp y Wim Jonk celebran la consecución de la Copa de la UEFA de 1994 con el Inter de Milán. Foto de Michael Leckel, Reuters

Bergkamp, no obstante, se recompuso: el holandés acabó la temporada con 11 goles, la cifra justa para reírse del pobre Moratti. ¿Hemos dicho ya que el Inter es un universo por sí solo? ¿No? Pues al año siguiente, los nerazzurri vendieron a Roberto Carlos al Real Madrid por una cantidad irrisoria porque su entrenador Roy Hodgson consideraba que el brasileño no servía para la élite.

Je. Jeje.

En la temporada siguiente, la 1996-97, Arsène Wenger hizo su triunfal llegada al Arsenal. Para Bergkamp, el técnico alsaciano fue un Pigmalión, el hombre que encontraría su lugar justo en el mundo: sería Wenger quien convertiría a Dennis en el esteta de técnica exquisita, entre creador de juego y goleador, que todos recordamos.

Dennis Bergkamp frente al Aston Villa en su primera temporada en el Arsenal. Imagen vía Reuters

Bajo Wenger, y a finales de los años 90, Bergkamp era una de las grandes figuras del fútbol inglés; 13 asistencias en una temporada, 22 goles en otra, todos los ojos del mundo puestos en su refinado fútbol. El campeonato perfecto, el club perfecto, la forma física perfecta y la posición perfecta: Dennis Bergkamp estaba en el lugar que le correspondía. Y lo estaba aprovechando.

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Volvamos a ese sábado 2 de marzo de 2002. El Manchester United lideraba la Premier League y el Arsenal aspiraba a acercarse a los mancunianos; la visita de los gunners a St James' Park, la casa del Newcastle, era un partido clave. Los magpies, con Craig Bellamy, Alan Shearer y Laurent Robert a la cabeza, eran una potencia del fútbol inglés. Vencer al Arsenal les permitiría reengancharse a la cabeza de la liga.

Los fans del Newcastle empujaban a su equipo en los primeros minutos. Los jugadores, receptivos, estaban logrando acorralar a los gunners en su campo.

Y entonces llegó el minuto 11.

Lo que iba a pasar en ese momento quedó para siempre en la memoria del fútbol.

Todo empezó con un contraataque muy 'wengeriano', que dio inicio con una recuperación de Patrick Vieira en campo propio. El francés se la dio a Bergkamp, que estudió las opciones y decidió abrir el campo hacia la izquierda pasándosela a Robert Pirès. El ex del Metz hizo de sí mismo y condujo el balón hacia la portería rival con sus típicos movimientos, tan poco académicos como letales para las defensas.

Wiltord se abrió para pedir el balón más a la izquierda, pero Pirès juzgó mejor mandársela a Bergkamp en el centro; al fin y al cabo, solo había un zaguero entre Dennis y el cancerbero de los magpies, así que las opciones de gol parecían mayores.

En ese momento se produjo el milagro. No hay otra palabra para definir el movimiento de Bergkamp que no sea arte.

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Dennis Bergkamp frente a Nikos Dabizas en ese sábado de 2002 en St James' Park. Imagen vía Reuters

El defensa que sufrió la jugada fue el griego Nikos Dabizas, un buen profesional no demasiado destacado cuya biografía podría resumirse en dos líneas: víctima eterna de Bergkamp y ganador de la Euro 2004. Su caso es un excelente ejemplo del funcionamiento del karma; la humillación enorme de ese día en St James' Park se vio compensada por el título más improbable de la historia de las Eurocopas.

(Paréntesis: Angelos Charisteas, compañero de selección de Dabizas, es el mejor ejemplo de la existencia del del karma. Tras convertirse en el héroe de la Euro de Portugal, el delantero griego acabó en el modestísimo Arles Avignon después de fracasar en todos los clubes por los que pasó. Cierro paréntesis)

Para definirlo brevemente, diremos que, en ese minuto 11 en Newcastle, Bergkamp recibió el balón y se deshizo de su marcador con un solo gesto. Con el pie izquierdo, Dennis levantó ligeramente la pelota y le dio un efecto endemoniado para que pasara por la derecha de Dabizas; él mismo, mientras tanto, se giró hacia el otro lado. Un movimiento prácticamente de bailarín.

El portero del Newcastle, Shay Given, también fue testigo en primera fila del tanto de Bergkamp. Imagen vía Reuters

Para que un gol quede en la leyenda, sin embargo, hace falta meterlo (a menos que seas Pelé, claro). Al revés que todos los espectadores del St James' Park, que quedaron embobados con el gesto de Bergkamp, el holandés siguió jugando como si nada hubiera ocurrido; volvió a controlar el balón tras el giro, protegió con el cuerpo los ataques del pobre Dabizas, y seguidamente usó el interior del pie para mandarla al fondo de las mallas de Shay Given.

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Bergkamp llevaba practicando su técnica desde muy pequeño, chutando contra un muro cerca de su bloque de pisos en el barrio de Bos en Lommer, en Ámsterdam. Durante horas, el joven Dennis mandaba el esférico contra la fachada, cada vez con un gesto distinto del pie, descubriendo en cada acción algo más sobre la técnica y sobre la magia de la pelota. Como todo esteta que se precie, pues, el neerlandés terminó prefiriendo la belleza del control a la vulgaridad del gol. En St James' Park, eso quedó más claro que un arroyo del Pirineo.

Tras su tanto estratosférico, Bergkamp celebró como si hubiera hecho algo normal. Acababa de meter el gol más bello de la historia del Arsenal —así lo eligieron los fans gunners unos años más tarde— y sin embargo lo festejó como si nada. Quizás para Dennis hubiera sido un día más en la oficina, pero para los amantes del fútbol el holandés acababa de escribir una página dorada del deporte.

Robert Pirès y Sylvain Wiltord felicitan a Bergkamp tras su gol antológico. Imagen vía Reuters

Hay una cuestión, además, que se menciona demasiado poco: el gol de Bergkamp fue mítico porque era sublime, por supuesto, pero también porque era útil. El tanto abrió la victoria por 0-2 del Arsenal frente al Newcastle, el tercer triunfo seguido en la Premier de los gunners. El equipo londinense logró acumular hasta 13 partidos sumando puntos de tres en tres y terminó la temporada consiguiendo el ansiado título tras ganar al Manchester por 0-1 en Old Trafford.

En esa temporada, Bergkamp marcó 15 goles en todas las competiciones. Fue un futbolista clave para los éxitos de su equipo.

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Mil veces se ha pedido a Dennis que cuente qué sintió cuando marcó ese gol. El holandés, sin embargo, metió muchos más tantos espectaculares. Es cierto que el gesto mágico contra el Newcastle es imperecedero, pero si le preguntas a al propio futbolista te contará que su gol favorito fue en el minuto 89 de los cuartos de final del Mundial de 1998 frente a Argentina. La carrera del pobre Roberto Ayala con la albiceleste quedó marcada para siempre ese día.

Sí, el gol es fabuloso, y el portero Carlos Roa nada pudo hacer frente a un disparo así de potente. Sin embargo, como suele pasar con Bergkamp, lo realmente espectacular fue lo que vino antes: Frank de Boer le mandó un balón de punta a punta del terreno de juego y el delantero controló el balón en plena carrera. Bueno, no: más que controlarlo, anestesió el esférico. Nada que hacer para los defensas.

Tocar el balón, hacerle mimos, cuidarlo; de eso iba, al fin y al cabo, la carrera de Dennis Bergkamp.

Sigue al autor en Twitter: @adrienfranque