Les preguntamos a ex adictos al trabajo cómo recuperaron sus vidas
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Les preguntamos a ex adictos al trabajo cómo recuperaron sus vidas

¿Por qué arriesgarte a sufrir de fatiga y agotamiento cuando puedes vivir cerca de la playa y ser un artista para ganarte la vida?

Los millennials tienen la reputación de ser poco confiables, pero de alguna manera los profesionistas más jóvenes rara vez se desconectan de su vida laboral. Una encuesta reciente en Estados Unidos mostró que una cuarta parte de los hombres y mujeres entre las edades de 18 y 25 no toman ninguno de sus días de vacaciones. Otro descubrió que casi la mitad de los millennials dicen que quieren ser vistos como "mártires laborales", deseosos de abandonar su tiempo libre para impresionar a sus jefes. Esa clase de mentalidad, por supuesto, cobra un precio mental y físico. La Asociación Psiquiátrica Americana, por ejemplo, ha encontrado que la "adicción al trabajo" suele estar vinculada a problemas como la depresión y el trastorno obsesivo-compulsivo. Un estudio noruego de más de 16,000 adultos encontró que la tasa de ansiedad entre los workaholics era casi tres veces mayor que la de las personas que mantienen un horario más normal. Encontrar el equilibrio cuando has estado trabajando a marchas forzadas no es fácil, pero es factible, si estás dispuesto a ponerle empeño. Hablamos con siete personas que lo lograron.

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Ximena, 29, Publicista, Chicago, IL

VICE: ¿Qué tanto te consumía el trabajo en su punto más álgido?
Ximena: Estaba trabajando de 11 a 12 horas por día, de lunes a domingo.

¿Cuál fue tu punto de inflexión?
Me despidieron… y estaba devastada. El trabajo es importante y puede proporcionarte satisfacción, pero hay más cosas en la vida que trabajar y depositar tanta confianza en tu jefe. En última instancia, creas las condiciones para el fracaso. Mientras limpiaba mi escritorio, recuerdo haber pensado cuán tonta fui en preocuparme de que mi jefe se enojara de que yo viviera mi vida cuando estaban a punto de correrme.

¿Tu vida mejoró?
Como resultado directo de esa experiencia, creé mi propia empresa. Ahora tengo un pequeño equipo de relaciones públicas centrado en la consolidación de marcas y la gestión de la reputación. Ahora mis ideas pueden cobrar vida. Antes de eso, mi superior tenía que dar luz verde a todas mis ideas. Las que no aprobaba simplemente quedaban relegadas y se convertían en polvo. Ahora el trabajo fluye y se siente como una extensión natural de lo que soy. Si eres un adicto al trabajo, no creo que puedas apagarte completamente, pero puedes encontrar maneras de canalizar tu energía hacia una relación más productiva y saludable.

Jeremy, 28, Empresario, Walnut Creek, CA

VICE: Dime cómo era tu día típico.
Jeremy: De 2013 a 2015, dirigí una red de programas infantiles y además trabajaba como consultor. En el apogeo del verano, mis horas normales de trabajo eran de 6:30 AM hasta la medianoche. Cuando las cosas estaban más calmadas, incluso eran cerca de 70 horas a la semana que pasaba trabajando.

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¿Cuándo te diste cuenta de que tu vida necesitaba cambiar?
Llegué al agotamiento total. Fue mi segunda ocasión, pero esta vez fue diferente. No era un tope, sino un hoyo. Mi fuerza de voluntad ya no movía montañas; apenas me sacaba de la cama. Me sentía impotente, gastado y roto. Terminé escribiendo una carta suicida como una forma de procesar esos sentimientos.

¿Dirías que las cosas están mejor ahora?
Me encantaría decir que las cosas cambiaron de la noche a la mañana. Nunca lo hacen. La recuperación no se puede apresurar. Voy por el camino con nueva energía, honestidad y humildad. Sigo siendo tan ambicioso como siempre; mi nueva empresa está tratando de repensar el mundo de las citas. Pero esta vez me he dado permiso de separarme cuando sea necesario.

Beth, 32, Coach personal, McKinney, Texas

VICE: ¿Qué tan intensa era tu vida laboral?
Beth: Era una analista en una empresa de tecnología, donde las semanas de noventa horas eran muy frecuentes. Siempre era la primera en llegar y la última en irme.

¿Cuándo te hartaste de eso?
Llegó el momento en que me prometieron la cuarta promoción por un número igual de directivos y nunca llegó. Estaba corriendo una carrera de ratas sin ninguna posibilidad de llegar a la meta.

¿Qué hiciste para dejar atrás ese estilo de vida?
Empecé a construir un negocio de coaching personal, hice inversiones en bienes raíces y comencé a fabricar artículos de cuero y muebles en mi tiempo libre. Ahora tengo múltiples flujos de ingresos, y tengo el objetivo de reemplazar mi sueldo por completo a finales de este año. Estas actividades me permitieron finalmente canalizar mi creatividad y mis verdaderas pasiones, que estaban estancándose en el mundo corporativo.

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Ayo, 36, Psiquiatra, Atlanta, GA

VICE: ¿Qué tan monótona era tu vida?
Ayo: No sobrevives a la escuela de medicina y a la residencia sin tener una alta tolerancia a la privación de sueño y sin una ética de trabajo estelar. Así que cuando terminé mi residencia, no me pareció extraño continuar el horario de una semana de 80 horas de trabajo. Durante los próximos tres años pasé largos días como médico en un centro de detención juvenil, además de los turnos de la noche y los del fin de semana en dos hospitales donde nadie tenía paciencia.

¿Qué fue lo que te hizo despertar?
Era el día de Navidad de 2013 y estaba entregando regalos a los jóvenes en el centro de detención. Uno de los detenidos me preguntó "Doctora A, ¿por qué no está en casa celebrando con su marido y su familia? Siempre está trabajando, si yo pudiera estar con la gente que amo no lo pensaría dos veces". En ese momento me prometí cambiar mi estilo de vida.

¿Cómo ha mejorado tu vida desde entonces?
Conseguí un nuevo trabajo con horas más razonables que ayuda a la gente sin recursos en una escala más grande. Seis meses más tarde conocí a mi actual marido y nos comprometimos cinco meses después de eso.

Shane, 36, Primer oficial digital, Santa Monica, CA

VICE: ¿Cómo era un día normal para ti?
Shane: Pasé años sintiendo un gran orgullo de ser el primero en llegar y el último en irse. Esto significaba no menos de una jornada de trabajo de 14 horas, además del temido viaje de más de una hora desde la ciudad de Nueva York hasta Long Island. Luego me fui a trabajar a un grupo de consultoría sin fines de lucro, mientras que también lancé una empresa. Eso significaba viajar todo el tiempo, trabajar todo el tiempo, y apenas ver a mi esposa y mis hijos. Encima de eso, apenas dormía unas pocas horas a la vez y comía lo que podía encontrar. Afectaba mucho mi salud.

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¿Cuándo te diste cuenta de que era un problema?
Mi esposa tomó una foto en la que salgo sosteniendo a mi hijo por primera vez. Mi mano izquierda lo sostiene, y mi mano derecha está en mi computadora. Esa imagen es un recordatorio constante para mantener siempre el equilibrio y la perspectiva. Lo dije entonces: Nunca volveré a cometer ese error. Desde entonces, he tomado una postura muy estricta para dividir el trabajo y la familia, y si bien trabajo duro, me he asegurado de mostrar mi amor aún más.

¿Cómo cambiaste tu vida para hacerle frente a estos problemas?
Dejé de viajar tanto y de trabajar todo el día todos los días para unirme a una nueva empresa. Me trasladé a Santa Mónica, a una pocas cuadras de la playa y a menos de un kilómetro de mi oficina. Mi esposa e hijos también están siempre a cuatro o cinco kilómetros. Comienzo mi día en Gold's Gym cada mañana, y he desarrollado la misma disciplina para cuidar a mi familia.

Borbay, 36, Artista, Victor, Idaho

VICE: ¿Qué tipo de trabajo te mantenía despierto toda la noche?
Borbay: Lo he hecho todo: pasé de la asquerosa televisión de "realities" a hacer rutinas de comedia stand-up, a la Trump Organization, a la contratación creativa,  a la publicidad digital, a convertirme en artista de tiempo completo. Todo el tiempo estaba haciendo un promedio de 50 a 80 horas por semana. Estaba exhausto.

Entonces, ¿qué cambió?
En mayo pasado conseguí una residencia artística de dos meses en Exuma. El sol de Las Bahamas, el ron y la cultura cambiaron completamente mi perspectiva. Era un padre de dos hijos, de 35 años, que pagaba 3,500 dólares al mes por un apartamento de un dormitorio en East 20th, en Manhattan. Dormía en la sala junto a un niño y compartía un estudio con un niño de dos años. Ya era hora de hacerme nómada, salir de la ciudad y descubrir una vida mejor.

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¿Y ahora qué?
Ahora vivimos en una gigantesca casa de cuatro habitaciones en Teton Springs, Idaho. Trabajo menos, juego más hockey, hago esquí, disfruto del tiempo de calidad con la familia, e incluso logré embarazar de nuevo a mi esposa. Desde que nos mudamos en marzo, las ventas de mis pinturas se han disparado. En 2017 borrarán mis ganancias anteriores como un aspirante a Don Draper.

CJ, 33, Director ejecutivo, Los Ángeles, CA

VICE: ¿Qué tan alocada era tu vida?
CJ: Durante algunos años fui gerente de proyectos en una agencia digital y trabajé sin parar, siete días a la semana, con muy poco tiempo que dedicarle a mi familia y al descanso. Estaba volviéndome más exitoso y ganando más dinero, pero mi tiempo personal era casi inexistente. Respondía correos electrónicos inmediatamente, mandaba mensajes de texto a las 11 PM con los clientes y pasaba mis noches de fin de semana haciendo los planes de la próxima semana.

¿Qué te sacó de esa rutina?
Una mañana estaba alistando a mi hija —que en ese momento tenía dos años— para tomar el desayuno. En cuestión de minutos estaba de vuelta en mi computadora, revisando correos electrónicos y documentos. La oí suspirar y decir: "Papá va a regresar a trabajar". Sus palabras me golpearon con fuerza. Era demasiado.

¿Cómo pudiste escapar de la rutina?
Me asocié con un compañero y, finalmente, hicimos nuestro propio equipo. Con cada nueva contratación me involucraba menos. Aprendí que era demasiado controlador. Cambié mis horas de trabajo y era mucho más estricto con mis clientes sobre sólo ponernos en contacto durante las horas de oficina. También cambié mis prioridades. Ahora mi felicidad y mi salud están primero, luego mi familia y mis amigos, y luego el trabajo.

¿Por qué estás tú primero? 
Sencillo. Cuando encuentras la verdadera felicidad, tu actitud es contagiosa.