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Sexo

Les preguntamos a los jóvenes cuánto aprendieron de sexo viendo pornografía

¿Las nuevas generaciones siguen prefiriendo el porno tradicional? ¿Cuánto hay de inspiración y cuánto de frustración? ¿El cine chancho es escuela? ¿Es el momento del porno feminista? Cuatro jóvenes en Argentina nos cuentan su experiencia

Artículo publicado por VICE Argentina

En la actualidad, hay tanto porno como personas en el mundo: del otro lado del monitor hay un video, escena, Tumblr, portal, sitio o largometraje esperando por vos. Sin embargo, nos consta a todos, durante años el porno industrial replicó estándares de fetichización difíciles de empatar: cuerpos siliconados, poses imposibles, momentos de derroche (de fluidos y de producción), anatomías Godzillas y, en general, tal vez lo más cuestionado, narraban una sola visión del erotismo.

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Por eso, felizmente, en los últimos tiempos, la pornografía nos dijo que también podíamos ser gorditos, peludos, lampiños, sados, sencillos, rebuscados, tímidos, realistas, amargados, torpes, gráciles o romanticones. Y que todo iba a estar más o menos bien. Entretanto, les preguntamos a algunos jóvenes en Argentina sobre qué opinan a propósito de la pornografía y el impacto que resuena en sus vidas cotidianas.

El porno gay es tu mejor amigo

Retrato de Joan

Joan, 28 años, trabaja en prensa y comunicación

De chico me movía en círculos geek, claro que en ese momento no era tan cool. Jugaba a las cartas de Pokémon y con mis amigos frecuentábamos comiquerías donde se hacían campeonatos de cartas de Magic. Y estaba siempre la sección XXX a la que, claramente, no podíamos entrar. Ahí fue donde entendí dos cosas: por un lado, que el porno era algo codiciado por muchos, por lo que tenía que ser algo genial; y, por otro, que los adultos, por alguna razón, no querían o no podían dejarlo a nuestro alcance. Me acuerdo patente cuando compré el primer DVD porno: tenía estudiado el puesto de diarios con el señor más copado del mundo, todo le daba igual. Siempre revisaba donde estaba el porno pero no me animaba a comprar. Un día fui, compré y volví con mi tesoro a mi casa. Esperé quedarme sólo y ahí me enteré de un montón de cosas que desconocía y otras que imaginaba, pero ahora estaban ahí. Era una película de los años 80, con el actor Jeff Stryker mega joven. Ahí, Stryker iba a la cárcel y, con toda su masculinidad, se movía a carceleros y presos sin drama alguno.

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En general soy bastante clásico, nada de cuero ni poses raras. Cuanto más grandotes y peludos, mejor. En general voy por el lado de los muscle bear (osos musculosos) o bodybuilders (fisicoculturistas), pero no me quedo con lo primero que veo. Me gusta que haya química entre los actores. El porno ayudó en mis relaciones sexuales, sin duda alguna. Es que, en mi adolescencia, si bien los gays empezábamos a ganar terreno en las calles, la censura era fuerte y no tenía un amigo gay con el que conversar estas cosas, mucho menos un novio para probarlo. Así que el porno en un comienzo fue la ventana a lo que después me iba a encontrar.

Aprendí del porno pero, en general, es más lo que me enseñaron mis parejas o los chicos con los que estuve casualmente, pero más que nada lo que uno mismo aprende de sí en esas vivencias. Sin embargo, y sin exagerar, muchas veces en momentos donde la cosa se ponía tensa o incluso en las que todo iba mejorando minuto a minuto, me acordaba de situaciones de alguna peli y aplicaba lo que había visto. En el mundo gay, el estereotipo físico de lo que es lindo o lo bello es algo muy definido: tenés que ser un adonis para ser aceptado. Pero las pornos te dicen que podés ser gordito, peludo, lampiño, sado o más romanticón, y va a estar genial, vas a poder encontrar a otro y tener un sexo excelente, disfrutando sin tanto mambo ni tanto “issue”.

El XXX es fundamental para la vida adolescente

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Retrato de Anto por Lucas Folino

Anto, 23 años, casi licenciada en trabajo social

Empecé a ver porno a los 15 años. Algún video en el celular de algún compañero de escuela, seguramente. Si no me equivoco fue el video de la Cicciolina con el caballo. Gran comienzo. Me interesan los relatos eróticos. Me gusta mucho leer y creo que una buena historia es mucho mejor que una imagen. Soy de la generación del sexting, creo que eso influye también. Buscamos estar más estimulados desde lo narrativo que desde la imagen, por lo menos la mayoría de las chicas que conozco.

El porno es bastante distante de lo que vivís en la realidad de tu vida sexual, sobre todo cuando te estás iniciando. Quizás cuando fui más grande y sentí más curiosidad por mi cuerpo en particular, el porno me abrió la puerta para conocerme y encontrar una nueva forma de erotismo que me interesaba. Pero al momento de tener sexo no creo que me haya ayudado sino, más bien, complicado algunas veces cuando fantasee situaciones de película porno y en realidad fueron simplemente reales y me llevé una desilusión. El porno despierta la curiosidad por variar, por probar. Lo que menos me gusta del XXX es que sea tan ficticio.

Cuando todavía no sos sexualmente activo, el porno es el acercamiento a aquello que tanto imaginamos. Después del debut, nos invita a explorar nuestras fantasías, nuestros límites. Es por esto que puede terminar llevando a la frustración, sobre todo en los más chicos. Muchos de esos cuerpos son irreales. Tampoco me gusta que el porno tradicional refleje tan poco la diversidad de la sexualidad. Está todo muy heteronormado. El porno es fundamental en la vida de un adolescente. Lo ayuda a integrarse en momentos y espacios donde sólo se habla de sexo. Te enseña sobre tu cuerpo y el del otro, más allá de lo ficticio de la imagen.

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Las chicas (también) ven porno

Retrato de Agus por Rocío Ferreira

Agus, 21 años, productora de radio

Siempre me gustó más lo real, la historia: no me fanatiza tanto el acto sexual en sí. Siento que el porno no ayudó a nivel personal, porque me puse de novia muy joven con alguien más grande que yo y casi todo lo que aprendí fue por esa experiencia. Además, fui de las primeras en experimentar en mi grupo de amigas, así que no tenía mucho con quién aprender del tema. Pero sí tuve reuniones con amigas vírgenes donde le explicamos todas las situaciones, y llegamos a mirar porno juntas para que vean cómo era. Era difícil encontrar algún video que no sea tan sobreactuado.

Con respecto a las posiciones sexuales, las fui aprendiendo de lo que fueron mis experiencias personales. No creo que el porno haya tenido tanta incidencia en esa cuestión. Me parece que está muy hecho para el placer del hombre. De por sí siento que la sociedad ve normal que un chico vea porno y que una mujer no, como si las chicas no pudiesen satisfacerse. Y eso sí creo que tiene una influencia sobre las relaciones sexuales: la mujer termina siendo más “atajada” o “precavida”, con miedo a hacer algo mal, a dejarse llevar.

Por otro lado, el porno no deja de ser una ficción. Pero que se termina tomando como real, y hay situaciones en que los que están cogiendo exageran todo, como si estuvieran en una película. No soy una experta en el tema. Tampoco ahondé tanto en la búsqueda. Pero como lo mencioné antes: me gusta mucho la historia de fondo. Me gusta lo que se acerca más a la realidad, para que enserio pueda servir en las experiencias sexuales de cada persona. Para eso, creo que los videos caseros son los mejores.

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El acto voyeurista de ver videos amateurs

Retrato de Lucio por Lucía Muraca

Lucio, 21 años, director de cine

Mis primeros acercamientos al porno no fueron a través de Internet. Fueron en trasnochadas, con los ojos pegados a la televisión. Madrugadas sintonizando canales de cable, con mucho cine erótico y películas donde la narración era una excusa para mostrar un poco de carne sobre carne. No recuerdo haber tenido romances con mi mano en ese entonces. Era más bien de curioso, casi desinteresado.

Mis primeros acercamientos al porno fueron por el cine clase B, por Jesús Franco, por Russ Meyer. No eran producciones pornográficas en el sentido estricto del término. No recuerdo el primer video porno, netamente porno, que vi. Podríamos poner al momento que alquilé Secretary en el videoclub de mi barrio como uno de los momentos claves de mi educación sentimental.

Busco mucho porno realista, amateur, filmaciones caseras con mal sonido y sin un trabajo de edición profesional. Ver pornografía amateur siempre me dio la impresión de ser un acto casi voyeurista, porque estás viendo personas reales. Personas que ponen la misma cara de pelotudos que ponemos todos cuando cogemos. Sería arriesgado suponer que el porno y el aprendizaje son una sociedad perfecta, pero hay que reconocer que es imposible distanciarse de todo lo que consumimos en tanto aprendizaje. No creo que el porno tenga una incidencia diametral en mi vida. Es más bien una fantasía digital. Creo que el porno es un espacio que merece ser tomado, a punta de pistola, por un grupo de terrorismo feminista. Que cambien un poco las bases de juego. Que se pateé un poco el tablero.

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