FYI.

This story is over 5 years old.

cine

'Yo, Tonya': vuelve uno de los grandes escándalos de los 90

La película nominada a los Oscar y que llega a los cines el 23 de febrero, devuelve al candelero a un icono de la cultura pop y revisa una de los mayores escándalos del deporte americano de los 90, con permiso de O.J. Simpson.
Todas las imágenes cortesía de eOne

El rapero Royce da 5’9” asegura en el primer disco de PRhyme que no se puede permitir el lujo de contratar a un matón “para romperle las piernas a alguien, como Tonya Harding.” En un episodio de Halloween de Los Simpson, Tonya Harding aparece con el traje de patinadora, jugueteando con una barra de hierro. Sufjan Stevens escribe una canción dedicada a Tonya Harding y confiesa su admiración desaforada por la patinadora. En Brooklyn hay una museo dedicado a Tonya Harding y Nancy Kerrigan. Barack Obama hace un chiste sobre Tonya Harding y unas rodillas rotas en un discurso electoral… Risas, aplausos. Avalada por 3 nominaciones a los Oscar, 5 nominaciones a los Bafta, el Globo de Oro a Mejor Actriz Secundaria y un montón de buenas críticas, el próximo 23 de febrero llega a la cartelera "Yo, Tonya", la increíble historia de unos de los escándalos deportivos más importantes de los 90.

Publicidad

Desde el mismo comienzo de su caída, la patinadora olímpica Tonya Harding pasó de ser una leyenda del deporte a un icono de la cultura de masas estadounidense. Una luchadora incansable para unos, un chiste recurrente para otros. Y eso que su destino parecía encaminado a la gloria deportiva. A pesar de sus orígenes humildes y carencia de sofisticación, en 1991 fue la primera patinadora americana en lograr un triple axel, una acrobacia imposible que la podría haber proclamado la mejor de su generación.

Pero otra patinadora se encargaría de reorientar los focos. Se llamaba Nancy Kerrigan y era su némesis, el spin de guion perfecto: morena, delicada, atlética, de buena cuna… barras y estrellas. Kerrigan representaba el otro extremo del espectro, la América de la sonrisa perlada y la prosperidad. Dicho antagonismo redimensionó el patinaje artístico, hasta que en 1994 saltó de los titulares deportivos al charco ponzoñoso de los sucesos.

Durante un entrenamiento para la clasificación de los Juegos Olímpicos de Invierno de Lillehammer, un desconocido golpeó a Kerrigan en la rodilla con una barra de hierro. Las imágenes de la princesa herida, gritando “¡¿por qué?!” después del ataque, conmocionaron al país. El ex esposo y el guardaespaldas de Harding, dos personajes que parecían salidos de la serie Fargo, fueron los cerebros –por así decirlo– detrás de la chapuza, pero Harding siempre ha negado su implicación en la tropelía. Eso no ha impedido que la villana haya quedado grabada a fuego en la opinión pública norteamericana como la autora material de los hechos, como si hubiera blandido ella misma la barra metálica. Una de las primeras víctimas de la posverdad.

Publicidad

El patito feo con actitud. Es una de las bazas que mejor juega "Yo, Tonya"

Casi 25 años después, la película "Yo, Tonya" de Craig Gillespie revive el escándalo desde dentro de la pecera, distanciándose de la caricaturización del personaje y mostrando una realidad que ha quedado sepultada bajo toneladas de rumores, medias verdades, chistes y gags visuales. Ubicada en un punto medio entre el mockumentary y el biopic, la película picotea de la infancia de Harding y centra casi todos su esfuerzos en todo aquello que los medios sepultaron para convertir a la Harding en la perfecta villana americana y exprimir hasta la última gota una increíble historia de odio, rivalidad y lucha de clases.

Gillespie explora la faceta más humana de un personaje que pasó a la historia como el verdugo, cuando en realidad fue otra víctima. Víctima de una madre despiadada que la maltrataba psicológica y físicamente. Víctima de un padre desaparecido. Víctima de un esposo despreciable que la golpeaba, le llegó a pegar un tiro y arruinó su carrera. Víctima de la maquinaria depredadora de los medios estadounidenses. Y víctima de su clase social: aunque se deslizaba como una fiera, los jueces y el establishment del patinaje artístico le recordarían siempre sus orígenes, puntuando a la baja y favoreciendo a patinadoras más refinadas. Resulta revelador que, en la película, Tonya Harding sea quizás el personaje más cabal de todo su grotesco entorno.

Impulsada por el magnífico trabajo de Margot Robbie en la piel de la patinadora, "Yo, Tonya" se sitúa en la misma liga que la serie "The People vs O.J. Simpson", y consigue realizar una traslación de los hechos asombrosa: la ambientación es tan perfecta que parece que estés viendo un film rodado en los 90. De hecho, la película es también un mirador terrible a la voracidad, carencia de ética y canibalismo que se estilaba en los medios estadounidenses de masas de la época. El personaje que creó la prensa difiere mucho de la persona y ese salto, acaso más complejo que el triple axel, es el que pretende captar el largometraje.

La fascinación de un antihéroe como Sufjan Stevens por la Harding es comprensible. Sus admiradores, que también son legión, la consideran una heroína de clase obrera que consiguió triunfar en un mundo elitista y edulcorado. El patito feo con actitud. Es una de las bazas que mejor juega "Yo, Tonya". El contraste de ver a una redneck de catálogo en un palacio de cristal. Metáfora poderosísima de la clase trabajadora americana aspirando acceder a lo divino, las piruetas de la Harding en "Yo, Tonya" están revestidas de una épica kitsch que todavía hoy se contemplan como un desafío a las convenciones. Siempre se ha dicho que el patinaje artístico es un deporte muy femenino. Pero la Harding odiaba el término femenino: “me suena a tampones y salva-slips”, aseguraba.

Avalada por incontables nominaciones y premios (merecidísimo Globo de Oro a la mejor actriz secundaria para Allison Jenney) y adornada con recursos muy atrevidos (los personajes se dirigen al espectador en algunos momentos), "Yo, Tonya" es un paso adelante en la evolución de los films basados en hechos reales. Pese a la certeza de que nunca se sabrá lo que realmente ocurrió, la película sabe a justicia, quizás hasta a redención. Pero que nadie se confunda, mucho antes que la película la cultura pop ya había redimido a la patinadora rebelde. Barras (de hierro) y estrellas: bienvenidos a América.